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Diana Morant, ministra de Ciencia: "Ojalá florezcan más Margarita Salas que contribuyan a hacer el mejor futuro posible"

El CSIC organizó en Madrid el gran homenaje póstumo, pendiente por el covid, a la científica asturiana

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La Ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant; el consejero de Ciencia, Innovación y Universidad, Borja Sánchez; el consejero de Economía y Ciencia de Extremadura, Rafael España; y la presidenta del CSIC, Rosa Menéndez. Ministerio de Ciencia / Gobierno del Principado / EP

La bioquímica asturiana Margarita Salas (1938-2019) no es sólo una de las científicas más destacadas del siglo XX. Puede que sea, o al menos así se demostró ayer en el homenaje que organizó el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la más querida y admirada; la que más escuela hizo -sus “Margaritos” son legión- y una mujer en la que unánimemente se reconocen méritos académicos, investigadores, emprendedores y docentes. Inspiradora en todos los ámbitos y extremadamente generosa con la sociedad.

De todo eso se fueron dando ejemplos en una sesión de homenaje que se había quedado pospuesta por el covid. Lo rubricó la Ministra de Ciencia, Diana Morant: “Todo lo que pretende este Ministerio tiene un nombre: Margarita Salas, una de las más insignes científicas del siglo XX. Sus principios son nuestros retos: impulsar las carreras científicas y acercar la ciencia a todas las personas y territorios. Ojalá florezcan más Margaritas que contribuyan a construir el mejor futuro posible”.

Con buen criterio, el CSIC configuró un acto que pemitió remarcar a la Salas investigadora, docente, divulgadora, mentora, emprendedora, académica y directiva de la científica asturiana. Rosa Menéndez, presidenta del CSIC, destacó esa cualidad de ser una “mujer renacentista, capaz de desarrollar con entusiasmo y eficacia todas esas facetas”. Menéndez reseñó que todo lo hizo Salas con “rigurosidad, tenacidad, austeridad, incansable en los intereses de fomentar el conocimiento”. Por eso “nuestra institución no olvidará su figura”. 

Un momento del acto en Madrid de homenaje a Margarita Salas. EP

Quedó claro que Margarita Salas siempre tuvo mucho interés en las aplicaciones prácticas de la investigación y en sus desarrollos tecnológicos “para que la ciencia del laboratorio contribuyera a resolver problemas y mejorar la calidad de vida de la sociedad”, como comentó su socia, la exministra Cristina Garmendia. Fue la co-autora de la patente de la ADN polimerasa del virus bacteriófago phi 29, “la patente más rentable en el sector público en España: 6,6 millones de euros en regalías en los seis años que duró la explotación”, contó José Antonio Celedonio, director de la Oficina Española de Patentes y Marcas. El nombre de Salas figura en almenos 13 documentos más como inventora. “La doctora Salas ha sido espectacular para el desarrollo de sistemas de patentes en España y un ejemplo de cómo actuar para convertirnos en una nación que avanza en el ámbito científico”.

Lucía Viñuela, la emocionada hija de la científica, compartió con el auditorio el inicio de "un proyecto bonito y entrañable”, que surge apoyado por los gobiernos de Asturias, Madrid y Extremadura, como es "el próximo nacimiento de la Fundación Margarita Salas, cuyo objetivo es proteger y divulgar su legado. Apoyar la divulgación científica y la educación, para que tengan el lugar que se merece". "Nos enseñó que el esfuerzo es la base para lograr los sueños", dijo.

, el consejero de Ciencia, Borja Sánchez, con la ministra de Ciencia e Innovación, Dina Morant (derecha); la directora general de Investigación, Raquel Yotti; y la hija de Margarita Salas, Lucía Viñuela.

“La sociedad necesita mitos y los científicos también. Margarita Salas es un mito en el panorama de la ciencia española”, declaró Lourdes Ruiz, directora del Centro de Biología MolecularSevero Ochoa. Muchos de los intervinientes, como Enrique de la Rosa, director del Centro de Investigaciones Biológicas, insistieron en el “legado intangible, inmenso” que ha dejado la doctora Salas, como intangible puede ser el dinero que dejó de ganar la científica con innumerables colaboraciones desinteresadas con todo tipo de instituciones. 

Dos ejemplos: dio clase más de 20 años en la Universidad Complutense y en la Autónoma “sin cobrar ni un duro”, como dijeron ambos rectores, lamentando cada cual “la injusticia cometida”, o no haberle dado el “Honoris Causa”. 

Fue “una mujer de ciencia que lo cambió todo”; “tuvo el talento de hacerse entender tanto en los laboratorios como en la calle”, comentaron respectivamente os consejeros Rafael España (Junta de Extremadura), Enrique Ossorio (Comunidad de Madrid). “Quería contagiar la emoción de descubrir. Es una figura en la que mirarnos”, señaló Borja Sánchez, consejero asturiano de Ciencia. 

El investigador Mariano Barbacid contó otra anécdota. La del día en que “un gurú de la inmunología en el mundo, el doctor Tak Mak, me preguntó qué pensaba de Margarita Salas. Querían proponerla para entrar en la Academia Nacional de Ciencias de EEUU. En América los científicos no escatiman medios para entara en el sanedrín de la Nacional Academy y que ella, sin estar en ningún lobby, trabajando en silencio, fuera conocida y reconocida, habla del prestigio internacional. Pocos científicos españoles pueden igualarse a Salas”. Federico Mayor Zaragoza fue el que sacó las carcajadas al audiorio: “Margarita era asturiana, y eso dice mucho”, al tiempo que hizo recuento de investigadores de la tierra: Severo Ochoa, Grande Covián, Julio Rodríguez Villanueva, Carlos Asensio, Daviz Vázquez... lo inundan todo”. Añadió también que, como marido de una asturiana, sabe bien que "les neñes y les manzanes tienen que ser asturianes".

Una pionera de la biología molecular en España

El CSIC ha organizado sin duda el que puede ser el gran acto de homenaje de la comunidad científica a la bioquímica asturiana, discípula del Nobel Severo Ochoa. Salas fue una de las mayores investigadoras españolas del siglo XX. Desde el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, de Madrid, siguió trabajando en su laboratorio hasta sus últimos días. "No concibo la vida sin investigación”, señaló Salas al recoger en 2019 en Viena el Premio Inventor Europeo concedido por la Oficina Europea de Patentes y Marcas.

Salas (Canero, Asturias, 1938-Madrid, 2019) se doctoró en bioquímica en 1963 por la Universidad Complutense de Madrid y posteriormente trabajó durante tres años con el Premio Nobel de bioquímica Severo Ochoa en la Universidad de Nueva York. Más tarde, en 1967, regresó a España y fundó el primer grupo de investigación en genética molecular del país en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC, en Madrid, donde trabajó hasta el año 1977. 

Salas recibió numerosos premios internacionales y nacionales, entre los que se encuentran la Medalla Mendel, el Premio Rey Jaime I, el Premio Nacional Ramón y Cajal, el Premio L’Oreal Unesco y la Medalla Echegaray

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La bioquímica descubrió que el virus phi29 tenía una enzima, la phi29 ADN polimerasa, que ensamblaba moléculas de ADN mucho más rápido y con mucha más precisión. Salas aisló la enzima y demostró que funcionaba en las células humanas, marcando el comienzo de aplicaciones innovadoras para las pruebas de ADN. Esta técnica permite a los oncólogos ampliar pequeñas poblaciones de células que podrían dar lugar a tumores.

Salas siempre reivindicó el valor de la búsqueda de conocimiento. “Lo importante es hacer investigación básica de calidad, y de esta pueden salir resultados aplicables que no son previsibles a primera vista. Y sin embargo salen y pueden ser rentables”, afirmaba.

A lo largo de su carrera, Salas recibió numerosos premios internacionales y nacionales, entre los que se encuentran la Medalla Mendel, el Premio Rey Jaime I, el Premio Nacional Ramón y Cajal, el Premio L’Oreal Unesco y la Medalla Echegaray. Salas fue además miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y miembro de la Real Academia Española, donde ocupó el sillón i. 

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