“Quien fuma, deja huella en el genoma. Un fumador de una cajetilla al día durante un año genera 147 o 150 mutaciones fijas en el pulmón. Y con una sola vale”. Vale para sufrir cáncer.

Este fue uno de los mensajes removedores de conciencias que lanzó ayer el científico más destacado de Asturias, Carlos López Otín, en la presentación de su último libro –“Egoístas, inmortales y viajeras” (Ediciones Paidós)– en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA en el marco de la VI Semana de la Ciencia “Margarita Salas”. Este ciclo de conferencias se está desarrollando –tanto en formato presencial como online– con el patrocinio del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, Asturagua, Bayer, Química del Nalón, Ieducae y Unicaja Banco, y está subvencionada por el Gobierno del Principado de Asturias.

El catedrático de Bioquímica de la Universidad de Oviedo volvió a demostrar que no solo es una eminencia en los laboratorios, sino también en la calle. Llenó los 140 asientos de la sala y dejó a otras 40 fuera, a pesar del diluvio. Otín fue presentado –como ya sucedió con su primer libro “La vida en cuatro letras”, también en LA NUEVA ESPAÑA– por su amiga María Manzaneque, que es bióloga y presidenta de la Asociación Nacional de Amputados. El prestigioso investigador, uno de los más citados del mundo en la rama sanitaria, con trabajos de vanguardia sobre el cáncer, el envejecimiento y el genoma humano, comenzó su ponencia asegurando que Margarita Salas “es la mejor científica que ha habido en la historia”, y continuó saludando a algunos de los presentes en la sala. Entre ellos, al rector Ignacio Villaverde, al exrector Vicente Gotor, al vicerrector Antonio Fueyo y a Cecilia y a Pablo. Cecilia es una niña con hipoacusia profunda y Pablo Bringas es un chico con síndrome de Down.

Aunque “Egoístas, inmortales y viajeras” habla del cáncer, López Otín insistió en que es “un libro de la vida, no del miedo”. Y para reforzar esta idea lanzó varios mensajes optimistas durante sus casi dos horas de ponencia. Uno de ellos: que “hoy es más fácil sobrevivir al cáncer que sucumbir a él”. Otro: que “en 2050 el 70% de los tumores malignos se curarán –ese porcentaje es en la actualidad del 50%–. Otro más: que “muchos tumores incurables se controlan”. Otro: que “en 30 años la supervivencia del cáncer creció un 30%”...

El Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA completo para asistir a la presentación de “Egoístas, inmortales y viajeras”.

Pero viajemos al origen del cáncer haciendo una parada previa en unas cifras que “asustan”. A 31 de diciembre de 2021 habrán muerto en España, alertó, “100.000 personas”, mientras que en todo el mundo, “10 millones”. “Eso es tanto como perder Londres o Suiza”, puntualizó Otín. A pesar de esta magnitud de cifras, reflexionó, “no he visto ninguna manifestación ni llamadas al Gobierno ni discusiones entre los partidos políticos, nada; nos hemos acostumbrado”. Lo cual es preocupante. El profesor de la Universidad de Oviedo afirmó que cuando el cáncer llega a una casa lo hace como un “tsunami” de miedo. ¿Temor a qué? “Primero –aclaró–, a lo desconocido. Segundo, al tratamiento. Esa es una paradoja que no se da en otra enfermedad; el tratamiento en vez de ayudar, parece que nos arrebata la vida. Y tercero, a morir”. Fue entonces cuando Otín puso como ejemplo un ejercicio que hace con sus alumnos: resuma en una palabra el cáncer. Y la mayoría escriben: muerte. “No es verdad. En absoluto es verdad. Hoy es más fácil sobrevivir a un tumor que sucumbir él”, reiteró.

Durante la ponencia, Carlos López Otín fue respondiendo un interrogante detrás de otro. ¿Cuál es el origen del cáncer? La respuesta menos técnica es que somos vulnerables e imperfectos. Y la respuesta más científica hay que buscarla en la transformación celular. Consta de tres pasos, que son los que dan nombre al libro. En primer lugar, “una célula se replica una y otra vez, no se cansa, es egoísta, pero no es peligrosa”. En segundo lugar, esas células se vuelven inmortales, “se olvidan de morir”. Y por último, “adquieren propiedades exploradoras, son viajeras, y avanzan por las autopistas sanguíneas buscando lugares distantes”. Aquí el bioquímico se detuvo. Ojo que “menos del 0,1% de las células tienen esta propiedad; de lo contrario, todos sucumbiríamos al cáncer”. Pero... “Somos muy lentos en identificarlas”, lamentó.

Público fuera esperando a entrar (muchos no pudieron acceder). | Irma Collín

Siguiente pregunta: ¿Por qué se produce todo lo anterior? Por un lado, por herencia. Aunque este es un factor “minoritario”, Otín llamó a “resolverlo” cuanto antes. Por otro lado, está el daño extrínseco, que es “evitable completamente”. Se refirió a las toxicidades, como el tabaco; a la excesiva radiación solar; a los microorganismos como el papiloma humano... Y para terminar están los riesgos intrínsecos, que “surgen del azar”. “El ADN está compuesto por 3.000 millones de piezas, de ladrillos. Con un bache solo se puede empezar a desarrollar una transformación celular maligna. Uno solo. Luego, necesitamos suerte”, subrayó. Es más, apuntó, “lo asombroso, lo verdaderamente milagroso es no tener cáncer”.

El siguiente capítulo de la charla fueron las estrategias para curar el cáncer. Otín, que es miembro del Consejo Científico Asesor de Química del Nalón, uno de los seis patrocinadores de la VI Semana de la Ciencia, comentó que “hemos hecho muchas cosas” para vencer a esta enfermedad. Hoy “hay consejos genéticos, terapias dirigidas, terapias recombinantes, terapias celulares, terapias génicas...”. Y “la última esperanza” es la inmunoterapia, por la que los investigadores James Allison y Tasuku Honjo consiguieron el Premio Nobel de Medicina en 2018. Este revolucionario tratamiento se alimenta de “nuestra fuerza interior”, es decir, del sistema inmunitario. La defensa natural del cuerpo a las infecciones “es tan potente que tiene sus frenos, porque si no generaríamos enfermedades autoinmunes”. Descrito de forma muy básica, dijo el catedrático, lo que hicieron los Premios Nobel fue quitar esos frenos para activar el sistema inmune y, así, plantarle cara al cáncer. La inmunoterapia es “una gran promesa”, manifestó, “pero tampoco hay que exagerar”, ya que también tiene limitaciones. Una de ellas es que todavía hay pocos tipos de tumores que se puedan tratar por esta vía.

López Otín, firmando ejemplares, con María Manzaneque a su izquierda. | Irma Collín

La oncología tiene también sus “fronteras”. “No sabemos –enumeró Otín– cuáles son las células de origen de la mayoría de cánceres, cómo controlar los microentornos para que no sean permisivos a la entrada de tumores malignos, cada tumor es diferente, tienen una gran capacidad adaptativa...”. Y las amenazas externas son muchas: la mala alimentación, la obesidad, el desorden de los ritmos internos, la toxicidad –los más frecuentes el tabaco y el alcohol–, el estrés... Sobre esto último, Otín advirtió que en el mundo “hay 800 millones de deprimidos o ansiosos, lo que representa el 10% de la población”. “Eso hay que corregirlo de manera urgente. Porque, ¿cuántos desarrollarán cáncer? Algunos”. Y es que todo, hasta el estrés, puede derivar en un tumor. No porque cause una mutación, sino porque crea “un microentorno permisivo”. El investigador de la Universidad de Oviedo enlazó con otra idea: las “huellas o cicatrices” que dejan las mutaciones en el genoma. “¿Podemos leer la huella que deja el tabaco? Absolutamente”, declaró. Tanto es así que bromea a sus alumnos con que con muestras de su ADN es capaz de decirles cuánto llevan fumando y de qué marca es el tabaco”. Risas en la sala.

Otín concluyó la presentación del libro que cierra lo que llama la “trilogía de la vida” –junto a “La vida en cuatro letras” y “El sueño del tiempo”– con su “bien más preciado”. Antes, confesó, era “Cien días de soledad”, de Gabriel García Márquez. Ahora es su propio libro “La vida en cuatro letras” dedicado por un niño de su pueblo (Sabiñánigo, en Huesca) llamado Marcos. “En la firma de libros me lo dio. Había escrito la frase: ‘Gracias por intentarlo’. Su madre murió de cáncer de mama, con 30 y pico años”, remató.