La glacióloga y matemática María del Carmen Domínguez, más conocida como Karmenka, pocas veces deja de sonreír. Pero el cambio climático le obliga a ponerse seria: “Esto lo hemos provocado nosotros. Ahora estamos empezando a sufrir las consecuencias, pero vendrán efectos mucho más graves. Nos estamos cargando la posibilidad de que los futuros humanos puedan vivir como lo hacemos nosotros hoy”.

La cofundadora de la asociación científica Glackma despertó ayer un gran interés en el público con su conferencia “Los glaciares ya nos habían alertado” dentro de la VI Semana de la Ciencia “Margarita Salas” de LA NUEVA ESPAÑA, que se está desarrollando –tanto en formato presencial como online– con el patrocinio del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, Asturagua, Bayer, Química del Nalón, Ieducae y Unicaja Banco, y está subvencionada por el Gobierno del Principado de Asturias. Karmenka Domínguez estuvo más de media hora respondiendo preguntas de lectores, algunos de ellos alumnos de colegios e institutos.

La glacióloga asturiana (Oviedo, 1969), que lleva a sus espaldas más de 60 expediciones polares, fue presentada por Amador Menéndez, el coordinador de la VI Semana de la Ciencia, como “una matemática polifacética e interdisciplinar”. Además de estudiar glaciares, Domínguez es profesora de matemáticas en la Universidad de Salamanca y utiliza, precisamente, los números para calcular la evolución del cambio climático a través del deshielo. La aventurera ovetense fue vestida como una aventurera de verdad, con chándal y zapatillas. Inició su ponencia con una fotografía de ella misma con Adolfo Erasola, el otro fundador de Glackma, químico y geólogo. Con los brazos cruzados y sin poder articular palabra, Karmenka Rodríguez rompió a llorar, lo que motivó los aplausos del público. “Falleció en marzo y con él creé hace veinte años Glackma. Sin él esto no hubiera existido”, consiguió decir apenada.

La investigadora se limpió las lágrimas y empezó. Primero, explicando lo que es un criokarst –la existencia de cuevas en el hielo– y emprendiendo un viaje, a través de fotografías espectaculares, al interior de los glaciares. “Normalmente, las entradas son como embudos que van recolectando agua del exterior. En Groerlandia hay paredes de entrada hacia abajo de hasta 200 metros. Y cada vez que desciendes, te encuentras con sitios más angostos. Los crampones de las botas a veces ni se clavan en el hielo, porque es tan duro...”, describió. La ponente, que derrochó simpatía en todo momento, proyectó decenas de imágenes. De los glaciares, pero también del paisaje, de la fauna, de su “oficina” de expedición, de su comida liofilizada y, por su puesto, de sus estaciones de medición.

La glacióloga durante su ponencia, con Amador Menéndez sentado a la mesa. | L. Murias

Glackma ha desarrollado un método único en el mundo que mide la evolución del cambio climático en los glaciares y tiene instaladas, para ello, un total de ocho estaciones, cuatro en el Ártico y cuatro en la Antártida. ¿En qué consiste este método? Básicamente, en monitorizar un río glaciar para conocer su caudal aplicando una serie de curvas matemáticas. Para ello, explicó, “tenemos que instalar unas sondas en el fondo de los ríos que quedan fijas. Pero no nos vale cualquier glaciar, ya que tiene que ser uno en el que todos los ríos se junten en uno solo antes de llegar al mar. La sonda va anclada en el suelo con una barra metálica”.

Karmenka Domínguez contó alguna que otra anécdota de sus aventuras polares, como cuando Adolfo Erasola y ella tuvieron que excavar para encontrar una sonda a 37 grados bajo cero en Svalbard, en el Ártico. “Cuando estás en estos lugares te falta de todo. Llevas lo justo y tienes que acabar tirando de imaginación”, dijo riéndose. Pese a las adversidades, la asturiana desbordó pasión por lo que hace. “¡Qué maravilla de planeta tenemos! ¡No me digan que no es bonito trabajar así!”, expresó.

Las estaciones de Glackma llevan operativas desde el año 2000 y entre el 2003 y 2006 registraron datos demoledores: el deshielo se había duplicado en tres años. Karmenka Domínguez tiró del título de su ponencia y aseguró: “Los glaciares ya nos habían contado que esto iba a pasar”. Esto es el cambio climático y las consecuencias serán “mucho más graves” que las que hay ahora. La matemática dio algunos datos. Por ejemplo, que el glaciar Collins, de 1.300 kilómetros cuadrados –está en la Antártida, que tiene una extensión de 14.000.000 kilómetros cuadrados– en un solo verano drena 3.400 hm3 de agua. “Eso da para llenar el mayor embalse que tenemos en España”, apuntó. Otro dato: el contenido de CO2 de los glaciares. “Antes, en la época de frío era de 180 partes por millón y en la de calor, de 280. Hoy es de 416 partes por millón. Nos hemos pasado de la raya. Eso lleva consigo un ascenso del nivel del mar de 130 metros entre la época fría y la cálida. Pero se ha producido tan rápido que no ha dado tiempo para que ocurran más percances. Nos irán viniendo cosas”, advirtió.

El público.

Domínguez volvió a aparcar la sonrisa para fruncir el ceño y asegurar que lo que está pasando “es grave”. “Nos estamos cargando la posibilidad de que los futuros humanos vivan como nosotros hoy”. De ahí que hiciese un llamamiento a la acción individual. “Lo que hagamos cada uno de nosotros es fundamental. En el mundo somos casi 7.700 millones de personas. 7.700 millones de huellas positivas hacen algo grande; 7.700 millones de huellas destructivas acaban destruyendo el planeta. Pero el problema no lo tiene el planeta, sino nosotros, la sociedad que hemos creado”, reiteró. ¿Y qué podemos hacer? Lo primero, “bajar el consumismo”. “Si los políticos no se mueven, tendremos que movernos nosotros. Pero movernos de verdad”, manifestó.

A los políticos Domínguez también lanzó algún mensaje. “Han pasado de hablar de crisis climática a emergencia climática. En la emergencia sanitaria que sufrimos se activó una emergencia de verdad. ¿Veis la misma rapidez para actuar frente al cambio climático? Yo no lo veo por ningún lado”, criticó. La glacióloga se mostró, en este sentido, “totalmente escéptica” a las cumbres del clima celebradas hasta ahora, la última este mismo mes en Glasgow.

Pese al “tesoro” que representa su método de medición del cambio climático, la asociación Glackma no cuenta a día de hoy con financiación y está volcada en la divulgación científica, con el foco puesto en los más pequeños. De hecho, llevan desde 2017 sin poder hacer ninguna expedición y, en consecuencia, recoger los datos de las descargas glaciares. “Es difícil mantener la financiación durante 20 años, y Adolfo y yo hemos tenido que acabar tirando de nuestros ahorros. Pero nos fundimos hasta los ahorros. Es un sistema costoso”. Aun así, Domínguez “no tira la toalla”: “Seguiremos peleando para poder continuar con los datos y poner más estaciones”. La asturiana tiene muy interiorizado el lema con el que concluyó la conferencia de ayer: “Deja una huella positiva en el planeta”.