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Chicas que estudian ciencias e ingenierías: “Decide por ti, no hay que ponerse límites”

Alumnas STEM piden “más información” sobre los grados y que mujeres técnicas visiten los institutos: “No sabíamos ni qué hacía un ingeniero”

De arriba a abajo, y de izquierda a derecha: Victoria Álvarez Sordo, en 4.º de Ingeniería Informática; Alba González Fernández, en 3.º de Organización Industrial; Ana García Fernández, en 3.º de Tecnologías Industriales; María López Álvarez, en 5.º de Matemáticas y Física; Marina Álvarez Díaz, en 5.º de Matemáticas y Física, y Laura Vigil Laruelo, en 4.º de Ingeniería Informática.

Laura Vigil Laruelo, polesa de 21 años, estudia cuarto de Ingeniería Informática en una clase llena de hombres.

–¿Cuántas chicas son?

–¡Uf! En teoría seremos cuatro o cinco de un total de 60 estudiantes. Y en los laboratorios, aún menos. Estoy yo sola en cuatro de las cinco asignaturas.

–¿Y cómo lleva estar rodeada de chicos?

–Bien, son majos, estoy acostumbrada. Pero al principio fue un poco intimidante.

Vigil forma parte de ese 17,5% de mujeres que cursan Informática del Software, uno de los grados de la Universidad de Oviedo con menor presencia femenina. Victoria Álvarez Sordo, venezolana de 23 años aunque residente en Oviedo, también está en este grupo minoritario: “En muchas prácticas de laboratorio estoy yo sola”. ¿Qué está pasando? ¿Por qué hay tan pocas chicas en esta y otras carreras de la rama científico-técnica (STEM), pese a su gran salida laboral? La primera respuesta que se le viene a la cabeza a Álvarez Sordo, que cursa 4.º de Informática, es: “Una cuestión de estereotipos”. “Sigue habiendo ahí una brecha social, unos pensamientos retrógrados que afectan a la predisposición de las mujeres a elegir ciertas titulaciones. Dicen: ‘Aquí hay pocas mujeres, será porque es para hombres o es una carrera muy complicada’. Y ponen punto y final”, reflexiona. Esta joven pide a las futuras universitarias que “no se pongan límites y decidan por sí mismas”.

Ella lo hizo y acabó triunfando. No había empezado cuarto curso y ya le ofrecieron trabajo como desarrolladora de software en una empresa de Barcelona. “Teletrabajo, empecé hace seis meses. En verano estuve a tiempo completo y ahora, a tiempo parcial por los estudios”, explica. Victoria Álvarez asegura que no esperaba encontrar una oportunidad laboral tan pronto, porque otro defecto que tienen las mujeres es que “nos menospreciamos más de lo que deberíamos”. “Yo siempre tuve el estigma de que no era tan buena como el resto”, confiesa. Y eso hay que alejarlo de la mente y apostar “a lo grande”. Eso es, al menos, lo que le animaron a hacer siempre en casa.

La polesa Laura Vigil dudó en matricularse en ADE (Administración y Dirección de Empresas) o en Ingeniería Informática; dos carreras opuestas. Al final, ganó la Informática porque había amigos que la iban a estudiar y “siempre me gustaron los ordenadores”. Ahora, cuatro años después de tomar aquella decisión, no se arrepiente. “Yo creo que la Informática es una carrera difícil y, de hecho, muchas chicas lo dejan en el primer año”, comenta. Quizá por eso que dice Victoria Álvarez de que las mujeres no se acaban de creer que son tan capaces como los hombres de sacar adelante una titulación compleja.

Pero la baja presencia de chicas no solo afecta en Asturias a la Informática, sino a todas las ingenierías y grados científicos. Según los últimos datos aportados por el Rectorado, solo el 37% de ellas –pese a representar el 54% de las matrículas totales– estudian grados STEM (es decir, Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), y ese porcentaje desciende hasta el 29% en el caso de las ingenierías. La titulación con menos tirón es Marina, con tan solo un 8,8% de mujeres, seguida de Ingeniería Informática en Tecnologías de la Información (15,4%) e Ingeniería Mecánica (17%). En el otro lado de la balanza se encuentran los grados clásicos: Maestro en Educación Infantil (89%), Logopedia (88,2%) y Trabajo Social (85%).

La gijonesa María López Álvarez, de 22 años, está en quinto curso del doble grado de Matemáticas y Física, otra titulación muy demandada por la empresa y con una representación de mujeres del 31,2%. A López siempre le gustaron los números y en casa tenía dos referentes: su madre y su hermana, que son matemáticas. “Las veía a ellas y pensaba: ‘Yo también quiero ser matemática’”, cuenta. Y así fue, aunque en su caso también será física. Esta gijonesa cree que faltan referentes cercanos, como ella los tuvo, para que las ciencias puras enganchen a más jóvenes. “Se promociona muy poco a las mujeres matemáticas, hacen falta más charlas”, opina. María López asegura que el doble grado es “duro” y hay que “dedicarle muchas horas”, pues el salto del instituto a la Facultad es “muy brusco”; no obstante, añade, “con esfuerzo se saca”.

Marina Álvarez Díaz, de Oviedo y de 22 años, también acabará este curso el doble grado de Matemáticas y Física. “A mí siempre me gustaron más las asignaturas de razonar. En Bachillerato tiré por la rama tecnológica, pero no tenía claro qué carrera estudiar. En ese tiempo se empezaron a poner de moda las matemáticas y el doble grado. Fui a ferias de orientación y me gustó”, señala. Álvarez sostiene que no hay diferencias de género para sacar adelante este tipo de carreras, que además tienen mucha salida. “Se buscan muchos titulados de este tipo por el modo de pensar”, dice. La ovetense no encuentra una explicación a por qué las mujeres siguen siendo minoría en los grados científicos y tecnológicos. “En Magisterio o Ciencias de la Salud estás más en contacto directo con las personas, mientras que en Ciencias te metes si te gustan mucho las Matemáticas, si no te gustan, no”, apunta.

Alba González Fernández estudia tercero de Ingeniería de Organización Industrial, donde la presencia de féminas es del 37,4%. Esta ovetense de 20 años se encontró en el instituto con el problema de no saber para qué sirve en realidad una ingeniería. “Recuerdo que mis amigas me preguntaban: ‘¿Pero qué hace un ingeniero?’. Y yo no sabía qué responder”, afirma. Por eso, considera que “falta información” sobre las carreras STEM. “Hay un desconocimiento que no encuentras en carreras de la rama de Ciencias de la Salud. Yo me decanté por Organización Industrial porque fui a la charla de un chico y comentó que es un grado que junta la ingeniería con el trato de la gente. Y esa combinación me llamó la atención”, argumenta.

Ana García Fernández, gijonesa de 20 años, es alumna de otra ingeniería: de Tecnologías Industriales, donde la representación de la mujer es del 35,7%. “Fue elección propia; no me dejé llevar ni por dónde tiraban mis amigos ni por nada. Solo por lo que me gustaba”, admite. García no es capaz de entender por qué a día de hoy hay tanta brecha de género en las ingenierías. “Es muy chocante. Una buena solución sería que fuesen más chicas ingenieras a los institutos a dar charlas y que hagan ver a las jóvenes: ‘Yo he estudiado esto y he llegado hasta aquí’. A mí también me marcó mi profesora de tecnología, que era una mujer. Quizá por eso también tuve claro que yo también podía dedicarme a esto”, remata.

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