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Llanera rinde homenaje religioso a Francisco Álvarez, “el pastor sereno”

El Arzobispo preside una eucaristía en Posada en la que no falta familia directa del cardenal emérito fallecido, ensalzado por su “labor callada”

El arzobispo, Jesús Sanz Montes, camino del altar de la iglesia de Posada de Llanera, con el párroco José Julio Velasco (a la derecha) y otros sacerdotes concelebrantes en la eucaristía por Francisco Álvarez Martínez. | Luisma Murias

“Que descanses en paz Don Francisco, te tenemos en el recuerdo y en el corazón”. Con estas palabras puso colofón ayer el Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, a la misa con la que la parroquia de Posada de Llanera quiso rendir al cardenal emérito de Toledo, Francisco Álvarez Martínez, el homenaje de su tierra al religioso asturiano de más alta dignidad eclesial, nacido en Ferroñes (Llanera) en 1925 y fallecido en Madrid el pasado 5 de enero. Una ceremonia entrañable y sincera, a la que no faltó la escasa familia directa que queda en Llanera de quien fuera el arzobispo 118 de Toledo, una de las sedes episcopales de mayor raigambre y peso de la iglesia española.

“Un amigo, un hijo de esta tierra, que salió de aquí”, recordaba ayer el Arzobispo de Oviedo de Francisco Álvarez, a quien tuvo ocasión de conocer cuando, más joven, fue enviado al monasterio de San Juan de los Reyes. “No fue ajeno a a esta parroquia de Posada de Llanera, en la que tantas veces celebró”, subrayó Sanz Montes, quien recordó que el cardenal emérito asturiano había sido antes “aplicado seminarista en el Seminario de Oviedo y un destacado y celoso sacerdote en sus primicias sacerdotales”. Sanz Montes hizo una sucinto repaso a la trayectoria eclesiástica, mencionando su doctorado en Derecho Canónico, que le llevó a frecuentar las universidades pontificias de Comillas (Cantabria) y Salamanca, aunque puso el foco en la “vivencia fraternal y caritativa” de que el religioso asturiano hizo gala a lo largo de su vida. También quiso recordar su labor al servicio de Asturias como canciller secretario del “primer arzobispo de nuestra diócesis”, Javier Lauzurica. Para Sanz Montes, “la discreción respetuosa y la diligencia con su ministerio” acabarían resultando trascendentales para que Francisco Álvarez Martínez “con solo 48 años fuera nombrado obispo de Tarazona. Tres años después obispo de Calahorra y La Calzada en Logroño; en 1989 obispo de Orihuela y Alicante y en 1995 arzobispo de Toledo, donde sería nombrado cardenal por San Juan Pablo II en el consistorio de 2001”.

En primer término, Manuel Álvarez, María Ángeles Rato y María Rosa García Álvarez, primos del cardenal emérito fallecido, durante la misa. | L. Murias

La homilía arzobispal entró a renglón seguido en detalles más personales sobre el hacer y obrar del eclesiástico asturiano. “Las diócesis por las que pasó bien pueden escribir la más hermosa crónica del talante y la actitud de un pastor bueno y sencillo”, apuntó Sanz Montes. “La gobernanza de las diócesis en tiempo de seguridad e inclemencia por las ventiscas de un posconcilio Vaticano II apenas terminado, encontró en don Francisco el pastor sereno que se necesitaba”. Tampoco quiso olvidar la tarea de “reestructuración importante que hizo en la curia primada de Toledo y la preciosa creatividad a favor de los pobres y marginados, abriendo un centro de toxicómanos en la ciudad imperial”.

El arzobispo Sanz Montes relató, llegado a ese punto de su homilía, que “fue allí donde le conocí (...), cuando mis superiores franciscanos me enviaron al monasterio de San Juan de los Reyes, en la ciudad de Toledo. Mis tres años allí los recuerdo junto a don Francisco con su magisterio bien trabado, con preciosas homilías y en la cercanía a los sacerdotes y a tantos necesitados (...), con su labor callada en los diversos organismos de la Conferencia Episcopal Española”. De ahí que estuviera el pasado día 7 en el funeral en Toledo por el cardenal emérito, en señal de “gratitud a quien fuera sacerdote asturiano y a quien fuera mi Arzobispo en aquellos tres años toledanos”. Sanz Montes hizo, más adelante, una reflexión sobre el sentido de la muerte para el cristiano. “Es un hasta luego, un breve y fugaz adiós”, esgrimió el prelado ovetense para finalizar su homilía con un sentido “descanse en paz y que el Buen Pastor haya venido a su encuentro junto a nuestra Santina de Covadonga, que él, don Francisco , tanto amó”.

Tres religiosas entre los asistentes. | L. Murias

El Arzobispo también agradeció expresamente el detalle del párroco de Llanera, José Julio Velasco, por promover esta celebración en la que no faltó la familia directa que queda del cardenal emérito en su tierra natal. Allí estaban ayer por la tarde, en primera fila, su primos carnales, Manuel Álvarez Menéndez y María Rosa García Álvarez, que al finalizar la misa no podía ocultar su emoción, mientras el coro parroquial cantaba un emotivo “La muerte no es el final del camino”, acompañado por guitarras y acordeón.

Entre los asistentes a la eucaristía en Posada estuvieron varios miembros de la corporación llanerense, entre ellos el alcalde Gerardo Sanz y su antecesor en el cargo, José Avelino Sánchez, quien, como recordó el propio Arzobispo, presidía la Corporación cuando el Ayuntamiento nombró a Francisco Álvarez Martínez hijo predilecto de Llanera, en el año 2000. Asimismo, también envió un mensaje, a través del propio Sanz Montes, el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, ya que el cardenal emérito había sido distinguido como hijo adoptivo de la capital asturiana en ese mismo año.

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