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Las dos historias asturianas que demuestran que no todos somos iguales ante el cáncer

“Sin dinero no hay forma de superarlo, se nos va en taxis”, aseguran pacientes oncológicas del Occidente que necesitan ayuda de la AECC

Mesa informativa de la AECC instalada ayer en Avilés por el Día Mundial Contra el Cáncer.

Hay pacientes oncológicos que, a la dura prueba de la enfermedad, suman una situación socioeconómica precaria que merma aún más su calidad de vida. La pandemia y la destrucción económica que trajo consigo han multiplicado las situaciones de pacientes que precisan de una ayuda adicional para comprar medicinas, ropa adecuada e incluso alimentos de calidad. La Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) se ha focalizado este año sobre esas situaciones de desigualdad, y hay numerosas personas que reciben ayuda económica de la entidad.

Es el caso de Ángela Pousibet, de 53 años, una madrileña de origen jienense que reside desde hace unos años en Luarca. A esta mujer sensible y positiva, madre de dos hijas y abuela de cuatro nietos, la pandemia le trajo un cáncer colorrectal y la pérdida de su negocio, una tienda de regalos que tuvo que cerrar. “Me sentía muy malita. Llevaba dos años sangrando y no me prestaron la atención que debían. Me lo detectaron durante la pandemia. Hay que ser muy pesado hasta conseguir que te atiendan. Me quitaron parte del recto. Durante seis meses tuve que llevar una bolsa, tuve metástasis en el hígado pero me he curado con la quimioterapia. He renacido en Asturias. Hay que ser muy positiva, muy luchadora”, explicó esta vecina de Villar, un barrio de Luarca al que tuvo que mudarse, con la ayuda de la Asociación Contra el Cáncer, para no estar tan expuesta a la humedad, que le viene muy mal a su enfermedad.

Aún recuerda cuando tenía que viajar a Oviedo a recibir la quimio, y los terribles regresos. “Iba cubierta con gorro y abrigo, muerta de frío. Me hubiese venido muy bien recibirla en el Hospital de Jarrio. Allí me operaron. Tienen que dotarlo de más medios y más médicos, más neurólogos, por ejemplo”, señala esta mujer.

Cuando le detectaron el cáncer, se quedó sin pareja, y sus hijas estaban lejos, en Fuenlabrada, por lo que ha tenido que arrostrar todo este proceso por sí misma. “Soy una autónoma en paro, no puedo volver a Madrid, los alquileres son muy caros y mis hijas viven en viviendas pequeñas. Además, recibo mejor atención aquí. Viene a verme una trabajadora de ayuda a domicilio. Con la baja y la ayuda que me está dando la Asociación Contra el Cáncer me he podido comprar nórdicos, unas gafas –porque la quimioterapia me oscureció las que tenía–, estoy comprando las medicinas y comida de calidad, que es muy importante para combatir el cáncer. Sin dinero no hay forma de superarlo”, asegura.

“Esto me cogió en la pandemia y no me prestaron la atención que debían. Estoy en paro, y sin dinero no se supera”, dice Ángel Pousibet, vecina de Luarca

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Algo similar piensa Belén Ortuño, albaceteña de 65 años, casada con un asturiano y residente en Figueras (Castropol). Su marido tiene cáncer de vejiga y ella misma dos tumores cerebrales. “Después de mucho luchar, conseguimos que la segunda vez que operaron a mi marido le pusiesen una ambulancia para volver a casa. Se no va el sueldo de mi marido en taxis. Cada viaje de Castropol a Oviedo son 200 euros, y porque nos hacen precio de amigo. En cierta ocasión que le hicieron unas curas, tuvo que regresar a casa con las ingles abiertas y en taxi porque no le quisieron poner una ambulancia. Deberían tener más empatía. Como venimos del mundo rural piensan que no sabemos juntar las letras”, se queja esta funcionaria jubilada.

Además, tiene grabada la primera vez que su marido estuvo ingresado en el Hospital de Jarrio tras la primera operación. “Los médicos y las enfermeras se dejaron la piel pero le dieron una comida que no se encuentra en la basura, una persona recién operada necesita proteína. No había dónde sentarse. Le escribí una carta al gerente. Nos hemos sentido abandonados, nos han tratado como parias, o sea que me vuelvo a mi tierra. La sanidad ya no es lo que fue. En el HUCA no ponen ni agua a los pacientes”, añade.

“Por fin le han puesto una ambulancia a mi marido, antes eran 200 euros en taxi por cada viaje a Oviedo”, cuenta desde Castropol Belén Ortuño

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Ortuño no tiene duda de que “los pacientes oncológicos tienen más dificultades para recibir atención en las alas de Asturias, o tienes medios o nada. Es el día de hoy que a mi marido no lo ha visto un oncólogo”.

Tasa más alta del país

A lo largo del viernes, coincidiendo con el Día Mundial Contra el Cáncer, se instalaron mesas en diferentes puntos de la región para concienciar sobre el problema, especialmente relevante en Asturias. No en vano tiene la tasa más alta de cáncer del país, 754 casos por 100.000 habitantes, seguida de Castilla y León, con 751, y muy por encima de la media nacional, de 603. Este año, la campaña pone el acento sobre la inequidad, las dificultades de acceso a una atención integral dependiendo de la zona en que se viva, el nivel socieconómico o la edad, pues pocas personas mayores pueden, por ejemplo, tener acceso a medios digitales, esenciales en situaciones como la de la pandemia. Y esta desigualdad la sufren, según denuncian afectadas, en las alas de Asturias.

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