El apicultor boalés Julio Fernández (1978) preside, desde principios de año, la Asociación para la Promoción y Gestión de la Indicación Geográfica Protegida (IGP) Miel de Asturias, así que a su equipo le toca liderar el proceso de puesta en marcha de esta nueva marca de calidad del Principado. La IGP acaba de lograr la protección transitoria a nivel estatal y, aunque está pendiente de completar la certificación en Europa, ya es posible usar la marca para etiquetar los productos. Para alcanzar ese objetivo, primero hay que poner en marcha el consejo regulador, el registro de los productores y envasadores y también los organismos de control que avalen este ilusionante proyecto llamado a impulsar la producción melífera asturiana.

–Mucho trabajo por delante.

–Mucho trabajo y muy poco tiempo. Los controles a los productores deberían hacerse ya, porque está empezando la campaña, pero tememos que los plazos legales dilaten el proceso. Nosotros vamos a intentar que esta cosecha de 2022, que llegará al mercado en el último trimestre del año, esté certificada.

¿Qué previsión tienen sobre el número de productores y envasadores dispuestos a estrenarse en la certificación?

–Ahora mismo la asociación ronda los ochenta socios y, a priori, todos podrían entrar a falta de lo que determinen después los órganos de control. Evidentemente, no sabemos aún si todo el mundo podrá cumplir los requisitos.

–Ochenta es un buen número.

–La estimación que hacemos es que sea una IGP que nazca como la tercera o cuarta de Asturias en cifra de producción. Creemos que podría certificar en un primer año en torno a doscientas toneladas de miel, que es una cantidad destacada para arrancar. La idea es que se ponga en marcha con números importantes de productores y envasadores.

–El reto es certificar este año doscientas toneladas, pero se podría llegar hasta las cuatrocientas, ¿no?

–La estimación que hace el Principado es que podamos llegar a esa cifra de cuatrocientas toneladas, pero eso sería ya certificando la totalidad de la producción que hay en Asturias. Ojalá lleguemos a esas cifras.

–¿En qué ayudará la IGP?

–Creemos que la IGP es buena, sobre todo porque va a dar valor a un producto asturiano, va a certificar que toda la miel con esa contraetiqueta es producida, extraída y envasada en el Principado de Asturias y que reúne todas las condiciones sanitarias y de trazabilidad exigidas por las normas sanitarias. También ayudará al consumidor a diferenciar nuestra miel de la que viene de fuera. La IGP sirve para certificar que la miel que lleve ese sello de garantía es asturiana al cien por cien.

–¿Hay problemas con esa miel que viene de fuera en el sentido de que se venda como asturiana sin serlo?

–Está entrando mucha miel de países de fuera, pero no creo que se esté vendiendo como asturiana. Esa miel es más barata que la nuestra y hay que lograr convencer a la gente de que apueste por la de aquí, porque es un producto de calidad. En nuestro caso, el hecho de que la miel vaya certificada garantiza al consumidor que es un producto cien por cien asturiano.

–¿En qué se diferencia la miel asturiana de las demás?

–La miel asturiana, por las condiciones climáticas y geográficas que tenemos, reúne unas características distintas a otras mieles. Abunda la miel de brezo y de castaño, mieles más oscuras, más densas. En Asturias tenemos producciones mucho más pequeñas que en el resto de España y, por eso, tenemos que apostar más por la calidad que por la cantidad. Las colmenas producen aquí de media muchos menos kilos que en cualquier otra zona de España y lo que tenemos que defender es que es miel de mucha calidad.

–¿El consumidor lo valora?

–Pues yo creo que sí. En Asturias llevamos muchos años defendiendo la miel de aquí y también tenemos la experiencia de la certificación con “Alimentos del Paraíso”, que fue un primer paso que nos ayudó un montón. Considero que la IGP aportará mucho y también de cara a vender nuestra miel fuera de Asturias y de España.

–¿El sector tiene posibilidades de crecimiento?

–El sector estos últimos años está creciendo mucho, se incorporó bastante gente joven y es uno de los sectores agrícolas o ganaderos con una media de edad más joven. Lo miramos hace poco y nos salía una media de edad entre los profesionales de en torno a 40 años. Es un sector con mucho potencial en Asturias. Sigue habiendo hueco para nuevas incorporaciones y para que la apicultura sea cada vez más profesional y se convierta en un medio de vida y de asentamiento de población en la zona rural.

–¿Es posible vivir de la apicultura en la región?

–Es posible, muchos lo estamos haciendo. Es un sector como cualquier otro y para vivir profesionalmente de ello hace falta un número de colmenas importante.

–¿Cómo es la convivencia entre la apicultura profesional y la tradicional?

–Creo que no hay ningún problema para que los dos tipos de apicultura convivan y para nada hay que intentar acabar con la tradicional, pues mucha gente tiene colmenas por hobby y otra mucha como un complemento. Hay terreno para todos y lo que hay que conseguir es que, tanto unos como otros, apuesten por calidad, por el trabajo bien hecho y por mantener unas garantías sanitarias.

–¿Cómo se forma alguien que se quiera iniciar en el oficio?

–Ese es uno de los pequeños problemas que tenemos. Desde la asociación Promiel llevamos años desarrollando planes anuales de formación, pero se necesita apostar por la formación de los jóvenes como paso previo a la puesta en marcha de cualquier instalación agrícola o ganadera.

–¿Cuáles son los problemas del sector actualmente?

–Los más importantes ahora mismo son la vespa velutina y la varroa, un parásito que está provocando problemas a nivel mundial y que causa muchas bajas. En Asturias otro de los problemas son las condiciones climatológicas tan variantes que tenemos y que obligan a cambiar los métodos de trabajo de manera urgente.

–El Principado destaca el papel de los apicultores en la lucha contra el avispón asiático.

–El sector está muy implicado, hay mucho voluntariado y la gente colabora mucho con el trampeo y es de agradecer. Hay que decir que no es un problema solo para la apicultura, sino para la biodiversidad en general y es importante la colaboración de las administraciones y de los ciudadanos. Se están dando buenos pasos, pero hay que seguir trabajando unidos para intentar controlarla, ya que somos conscientes de que su erradicación no es posible. Lo que está claro es que la presencia de la velutina está aumentando en Asturias.

–¿Cómo fue la pasada campaña y cómo se espera que sea la de este año?

–La cosecha del año pasado fue aceptable, aunque hubo variaciones según las zonas. La campaña de este año está empezando y deseamos que sea muy buena para poder certificar una gran cosecha.

–Como boalés ¿qué peso tiene el Occidente en la apicultura asturiana?

–La principal producción está aquí, especialmente en el Suroccidente. Creo que influyen en este hecho las condiciones geográficas, con una importante masa forestal, y la tradición. En la parte que me toca, Boal también tiene mucho peso, con un número importante de apicultores profesionales para la población que tiene, una feria con treinta y cinco años de historia y la colección museográfica “La casa de la apicultura”, que lleva muchos años funcionando. Lo que estamos logrando ahora en Asturias es el trabajo desinteresado de mucha gente durante los últimos cuarenta años. Mi padre, por ejemplo, empezó con la feria y lleva toda la vida con esto, de hecho, formó parte del grupo que intentó, sin éxito, sacar adelante una IGP en su día.

–¿Qué le dice su padre, Julio, de lo que ahora están viviendo el sector?

–Está orgulloso de que lo consigamos y de que yo esté implicado en ese logro. Esto es un reconocimiento para toda la gente como él, que lleva muchos años luchando por la apicultura. Al final, si seguimos aquí, es gracias a ellos.