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“Es una guerra fratricida”, llora una rusa que vive en Noreña con su pareja ucraniana

“Son hermanos los que se están matando”, lamentan Ana y Pavel, que se unieron a la concentración contra la guerra en la Villa Condal | Rusos en Asturias se posicionan contra la invasión aunque con temor a hacerlo públicamente: “Es un error imperdonable”

Ana Zaytseva y Pavel Zaytsev portan una pancarta ayer en Noreña. Inés Gago

Ana Zaytseva es de Rusia pero lleva diez años en España. Y ahora convive en los alrededores de Noreña con su pareja, que es ucraniano y se llama Pavel Zaytsev. Ayer por la mañana participaron en la concentración de los jardines del Ayuntamiento de la Villa Condal contra la invasión de Ucrania, donde se reunió una multitud de noreñenses y vecinos de otros concejos para reivindicar la paz en el este de Europa. Habló la alcaldesa, Amparo Antuña, para ofrecer su apoyo y, a continuación, se guardó un minuto de silencio y se desplegó en el Consistorio una bandera de Ucrania con un crespón negro en homenaje de las víctimas.

“Es una guerra fratricida; son hermanos los que se están matando”, afirmaba convencida Ana Zaytseva. Esta rusa tiene claro que Putin no ha tomado el camino correcto. “Solo hay una porción muy baja de mi país que está interesada en la guerra. Les dicen que ‘los ucranianos son nazis’ y que matan a los rusos. Pero la gran mayoría, no está a favor”, sostiene la vecina de Noreña, que insiste, precisamente, en el hecho de que entre ucranianos y rusos ha habido históricamente mucha relación. Precisamente Ana conoció a su pareja, que es ucraniana, en Moscú, cuando ambos iban a la universidad. Y eso es lo que más le duele del conflicto.

El problema, explica, es la propaganda y el control de los medios de comunicación: en Rusia cualquiera que hable explícitamente de la guerra y difunda lo que el régimen denomina “noticias falsas” puede estar castigado con hasta quince años de cárcel. “No hay información verdadera”, denuncia. Lo sabe porque sus padres, que viven en Moscú, “creen a la televisión. Lo que dice Putin es lo que dice la televisión. Son mayores. Les preocupa la economía porque reciben sanciones de todas partes, están sufriendo y no entienden por qué es. Se sienten también víctimas”, indica no sin preocupación.

Aunque los problemas en el país vienen desde hace muchos años. “No hay elecciones verdaderas sino que están predeterminadas”, señala, y hay muchos rusos que son “como zombies”. Sin embargo, para Ana, y también para su pareja Pavel, esta guerra tiene que acabarse ya. “Menos mal que nuestros abuelos están muertos. Sufrirían mucho viendo esto; muchos conocieron a sus mujeres en la Segunda Guerra Mundial”, dice Pavel, que llevó a la concentración una pancarta de “Stop Putler” (haciendo un juego de palabras con Putin y Hitler). “Ahora, la propaganda será peor porque está todo cerrado”, afirma Ana, que sigue manteniendo el contacto con sus padres y está preocupada por la situación económica que atraviesa su país.

Tania Popovska y Amparo Antuña cuelgan la bandera de Ucrania en el balcón del Ayuntamiento de Noreña. | Inés Gago

Los problemas económicos también se perciben, sobremanera, en la parte ucraniana del conflicto. Tania Popovska, vecina de Noreña desde hace 27 años y procedente de Jersón, lo sabe de primera mano porque su madre sigue en la ciudad, donde ya han entrado (y bombardeado insistentemente) las tropas rusas, que se han adueñado del lugar pese a que centenares de vecinos salen a la calle pacíficamente a manifestarse contra su ocupación. “No puede irse de la ciudad porque están rodeados”, explica Popovska. Fue la encargada de poner la bandera, junto a la Alcaldesa, en el Ayuntamiento mientras la Villa Condal aplaudía.

Ella sabe de un vecino que desapareció los primeros días de ataque y ya lo dan por muerto porque no saben nada de él desde el sábado. Una historia más de las demasiadas que se van acumulando en el territorio ucraniano. Tania Popovska sigue manteniendo el contacto con su familia gracias a que su casa es una de las pocas en las que no se ha cortado la comunicación. Eso le tranquiliza. “Siento impotencia. Los primeros días de la guerra solo rezaba para poder verla”, cuenta. Tenía noticias de que no podían ni salir de casa aunque ahora ya han podido ir a comprar comida, pero con racionamiento: “Daban dos kilos de patatas, tres zanahorias y todo así”.

No todos los rusos que viven en Asturias se atreven a expresarse con igual libertad que Ana Zaytseva. Baste un ejemplo: hay quien lleva casi treinta años en España y hace “más de veinte” que no viaja a Rusia. Cuando él vino al mundo su país se llamaba Unión Soviética. Allí nació, allí se formó y allí se casó. Con una mujer ucraniana. Al principio de la conversación con LA NUEVA ESPAÑA lo tiene claro: “Estoy contra la guerra, contra todas las guerras. Estoy con Ucrania”. Pero después, al rato, le pide al periodista que no escriba su nombre, que “no quiere opinar de cosas políticas”. Y pide comprensión. El miedo a las consecuencias es notorio.

Con la misma preocupación vive el conflicto el camarero gijonés Albert, que prefiere no revelar su apellido por precaución. “Nací en Yereván (la capital de Armenia), pero vivía en Rusia y tengo la nacionalidad rusa”, expone este joven que lleva más de trece años en Gijón. A su juicio, la situación entre su país y Ucrania “se veía venir; ya desde hace bastante lo había comentado con mis amigos”. Un conflicto que Albert ve “un error imperdonable” ya que “en estos casos no combaten los interesados, sino la población matándose entre ellos”. “Parará, pero es como siempre, dejando atrás miles de muertos inocentes. Lo mismo que unos atrás con Armenia y Azerbayán por Nagorno Karabaj”, reflexiona quien ya conoce de primera mano los horrores de la guerra.

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