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Los temblores que impiden tocar a una chelista ucraniana en Oviedo: "Cada diez minutos mando un mensaje a mi familia”

La artista, que teme por su familia y ha enfermado, agradece los de gestos apoyo de la orquesta Oviedo Filarmonía: “Mi padre murió, afortunadamente; él entró en Berlín en la II Guerra Mundial y no le gustaría ver esto”

La chelista de Oviedo Filarmonía Svetlana Manakova; al lado, sus | Juan Plaza/ Miki López

Svetlana Manakova Semotiuk llegó a España en 1995 con su exmarido, uno de los Virtuosos de Moscú que fueron acogidos en Asturias; en 1999 ingresó en Oviedo Filarmonía, como chelista, y reside en Gijón. Su padre es ruso, su hijo vivía en Moscú y ella tiene nacionalidad rusa. “Rusos y ucranianos somos hermanos, la mitad de los rusos son ucranianos y la mitad de los ucranianos, rusos”, afirma, sin acabar de entender la vertiginosa escalada bélica entre ambos países. Svetlana tiene a su hermana y a sus sobrinos, y a los hijos pequeños de algunos de ellos, atrapados en Krivoy Rog. “Mi padre murió, afortunadamente; él entró en Berlín en la II Guerra Mundial y no le gustaría ver esto”, se entristece Svetlana.

Desde que empezó la guerra, la chelista vive pegada al teléfono y al ordenador, pendiente de las noticias. Hasta ahora no ha tenido problemas para comunicarse con su hermana Lily, que tiene a su cuidado a dos nietos. En la última ofensiva, el pasado 2 de marzo, la familia se armó con cocteles molotov para hacer frente a los tanques rusos. “Cada 10 minutos les mando un mensaje para saber que están vivos”, confiesa.

El miedo y la preocupación la han hecho enfermar. Con temblores por todo el cuerpo, Svetlana se vio incapaz de afrontar un concierto y ha tenido que pedir una baja médica. El pasado sábado, en el concierto de Oviedo Filarmonía en Oviedo, su silla estaba vacía. La orquesta quiso acompañarla en su sufrimiento con un gesto sencillo, cubriendo su asiento con una bandera de Ucrania. Fueron sus dos compañeros rusos, Yuri Pisarevskiy y Marina Gurdzhiya, los que lo hicieron. “Todos estamos de acuerdo en el no a la guerra”, asegura Svetlana, agradecida.

Yuri Pisarevskiy y Marina Gurdzhiya, compañeros rusos de la chelista ucraniana, despliegan la bandera de Ucrania sobre su silla vacía en el concierto del sábado en Oviedo. Miki López

La chelista cuenta que su hermana empezó a hablarle de la guerra a principios de febrero. “Yo le dije: sal de ahí, coge el avión, aquí hay sitio para vosotros”, recuerda, pero ella se negó. “Me decía que no podía dejar Ucrania, que su hijo quiere defender su patria”, explica. Pensaron en huir de Krivoy Rog, una ciudad de más de 600.000 habitantes en cuyas proximidades se ha librado una de las batallas más cruentas de esta campaña, pero han desistido. “Dicen que no hay alto el fuego, que es más peligroso marchar. Cuando había trenes, hasta hace dos o tres días, el pánico era total y ahora ya no paran en la estación”, dice. Escapar en coche está descartado: “Unos vecinos lo intentaron y los han matado a todos”.

“Mi familia dice que van a ganar. Rusia manda soldados pero en Ucrania el que lucha es el pueblo, civiles, ingenieros, abogados, arquitectos...”, cuenta. Svetlana intenta subirles el ánimo enviándoles noticias y fotos de las manifestaciones de apoyo a la resistencia ucraniana. “Putin es un psicópata, como Stalin, y no tengo confianza en la OTAN, solo confío en la valentía de los ucranianos”, confiesa.

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