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Erasmus asturianos hacen la compra para Ucrania en Budapest: “Es lo que toca”

Un grupo de estudiantes recauda en diez días unos 20.000 euros para adquirir bienes y entregárselos a los refugiados

El avilesino Pablo Fernández, segundo por la izquierda, tras adquirir edredones y almohadas.

En una de las estaciones de tren de Budapest, a un niño ucraniano que jugaba con una bola de papel de plata le compraron una pelota de verdad. También traen pañales, compresas, “mucha comida para niños”, potitos, chocolatinas, toda clase de alimentos… Pablo de las Heras, ovetense, estudiante de Tercero de Ingeniería Industrial en la Escuela Politécnica de Gijón, nunca imaginó así su aventura como Erasmus en Hungría, pero el mundo y la historia ponen sus propias condiciones y esto, ahora, “es lo que tocaba”. Con otros diez estudiantes españoles y un grupo cada vez más numeroso de voluntarios lleva apenas diez días recaudando dinero, yendo y viniendo a las dos estaciones de la capital húngara y preguntando a las organizaciones humanitarias qué necesitan. Van a los supermercados, hacen la compra para los refugiados ucranianos, vuelven. “Ahora nuestras tardes son esto”. En menos de dos semanas, haciendo contactos en directo y por las redes sociales, han recaudado unos 20.000 euros y la constancia de “la enorme solidaridad de la gente…”

Todo va a ser poco. La frontera de Ucrania con Hungría es mucho más pequeña que la de Polonia pero a Budapest llega cada dos horas un tren cargado de refugiados “con lo justo”, apenas “una maleta y una mochila” y sobre todo madres con niños “totalmente desubicados”... Algunas cifras ya calculan el éxodo en unas 263.000 personas que, esta vez sí, están siendo admitidas y atendidas por el gobierno ultraconservador de un país que fue criticado por su actitud con los desplazados en la guerra de Siria. “El Gobierno ha decidido no enviar armas” pero a pie de calle se multiplican los voluntarios y “la gente que ofrece sus casas”, relata Pablo.

Pablo de las Heras, primero por la izquierda, con parte del grupo de Erasmus españoles, a la salida de un supermercado. | P. H.

Él y su compañero de piso, el avilesino Pablo Fernández Sanz, estudiante de Magisterio, son parte de los diez Erasmus que empezaron con esto y ahora de los muchos voluntarios que se les han sumado y que van incrementando progresivamente la tarea humanitaria. Empezaron en las estaciones de la ciudad pero se han expandido. Han llevado “1.500 bocadillos a la frontera con Ucrania”, a algo más de tres horas de carretera, y con ayuda de la embajada tratan de gestionar acogidas en España. “Unos compañeros salen ahora hacia la frontera a buscar gente…” De pronto, han encontrado su lugar en una cadena de favores que además de en las dos estaciones de tren entrega ayuda a una organización ucraniana que lleva enseres de primera necesidad hasta Kiev. Siguen teniendo el centro de operaciones en las redes sociales –son “@spanishforukraine” en Instagram–, y reciben donativos por Bizum y transferencias, pero la insólita marea de la solidaridad ha conseguido que también haya ya “gente en Oviedo recaudando papeletas de dos euros para enviarnos ayuda. Es increíble cómo todo el mundo está aportando su granito de arena”.

A aquel niño le compraron la pelota en Decatlón “para que no piense en lo que les pasa para que disfrute”. Ya experimentan la satisfacción de sentirse pagados con el agradecimiento de las madres, que “valoran muchísimo cualquier cosa que les damos”, y han aprendido a superar cualquier barrera que quiera poner el idioma. A entender “el lenguaje de las miradas”. Sobra “una simple sonrisa, las caras que ves, un ‘thank you’”.

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