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Barbón, De Silva y 40 años de Estatuto: “Fue una vía útil para cambiar Asturias”

El Presidente destaca la audacia del primer mandatario de la Autonomía y pide obviar “miedos que presentan el declive como único destino”

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Barbón, De Silva y 40 años de Estatuto: “Fue una vía útil para cambiar Asturias”

Casi como en un juego de espejos, Presidente ante Presidente, en un repaso al pasado desde el presente y viceversa. El actual mandatario de Asturias, Adrián Barbón, y el que fue el primero de la autonomía, Pedro de Silva, se miraron ayer uno en el otro, en los retos y ambiciones de sus mandatos, para dibujar un discurso coincidente en muchos aspectos sobre cómo encarar la Asturias que viene pese a los nubarrones económicos. “Hay que dejar las voces y los miedos atrás, ese temor envolvente al fracaso que atenaza la iniciativa, empeñado siempre en presentarnos el abismo del declive como único destino”, dijo Adrián Barbón, “por encima del coro quejumbroso”. “Es necesario optimismo e intento de generar ilusión, incluso con el riesgo de que a uno lo llamen ilusionista”, apostilló De Silva.

Ambos presidentes compartieron visión con cuarenta años por medio: los que separan desde la redacción del Estatuto de Autonomía, asunto central de la serie de conferencias organizadas por el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) y coordinadas por el expresidente Juan Luis Rodríguez–Vigil y el Síndico Mayor, Roberto Fernández Llera y cuyo ciclo se cerraba ayer. Moderaba el director del RIDEA, Ramón Rodríguez.

Arrancó Pedro de Silva con un repaso sobre cómo se gestó políticamente la norma básica, un proceso surcado “en un mar embravecido en lo económico y lo social”. De aquellos años en los que él conoció bien el proceso que le permitió, luego, presidir dos legislaturas (entre 1983 y 1991) dijo De Silva que era un poco como “aguantar con una mano la pared que amenazaba sepultarlo todo y con la otra construir un reloj”. “No había en Europa ninguna región que concentrase tantas crisis sectoriales”, dijo.

Con todo, el Estatuto de Autonomía resultó un instrumento útil para avanzar a una sociedad, la asturiana actual, “básicamente normalizada”, si bien echó de menos aún la solución a dos problemas. Primero, “el déficit interior de comunicaciones: ¿para cuándo un ferrocarril metropolitano?”; y segundo, en las relaciones “conceptuales” de la “dialéctica entre lo local y lo regional”. Sigue siendo preocupante la “recesiva demografía” cuya principal receta para combatirla, dijo De Silva, será “crear empleo”, con formación adecuada de cara a las necesidades laborales, ayudas para la innovación y “administraciones públicas orientadas a dar facilidades y no dificultades”. Llamó el primer presidente autonómico a “evitar que la regulación acabe en parálisis” e insistió en una asignatura pendiente, considerar “nuestro pasado una inversión” y salvar un patrimonio histórico industrial inigualable en Europa.

Pedro De Silva repasó la transformación económica de la Asturias que presidió dejando de lado nombres de políticos, para poner en primer plano a empresarios y personas visionarias que, a su juicio, fueron claves en la transformación de Asturias: Fernando Lozano (Ensidesa), José Luis Álvarez Margaride (Thyssen), Pedro Masaveu (Grupo Masaveu), Germán Lastra (DuPont), José Ángel Fombella (Cerámica del Nalón), José Manuel Vaquero (LA NUEVA ESPAÑA), Francisco Sitges (Asturiana de Zinc), José Cosmen Adelaida (ALSA), Jesús Sáenz de Miera (Clas), Francisco Rodríguez (ILAS), Martín González del Valle (Hidrocantábrico) o Graciano García (Fundación Príncipe de Asturias) fueron algunos de los citados. Repasó también dirigentes sindicalistas que supieron “reorientar a sus trabajadores por la vía del compromiso y el pacto, modulando la confrontación”, en aquellos tiempos de zozobra económica. Entre ellos, Manuel Fernández “Lito”, Eduardo Donaire, José Manuel Rozada, Avelino Pérez, Emilio Huerta “Triqui”, José Luis Iglesias e incluso José Ángel Fernández Villa, “por muy condenable que fuera su acción en otros órdenes”.

Fue, pues, un repaso coral (“como mucho fui un aceptable director de orquesta”), también a los consejeros de su Gobierno y su labor para comenzar a construir la Asturias actual. “Cuando se vive una guerra, o te pones heroico o no vas a ninguna parte; aquella fue la guerra que nos tocó”, resumió De Silva al referirse a los retos de su etapa en el Gobierno.

Y aquí llega la segunda parte. Habla Adrián Barbón para saltar en el tiempo a la Asturias del presente siglo. Hay reconocida admiración hacia De Silva, al que no duda en calificar como “el mejor Presidente que ha tenido Asturias”. Así, la intervención de Barbón no deja de convertirse en una reivindicación del mandatario que da nombre al despacho presidencial en el palacio de Suárez de la Riva (también por decisión de Barbón). Comenzó Barbón diciendo que, nacido en 1979, ya fue “un bebé constitucional y preautonómico”, casi como signo de que, a su juicio, no cabe entender la democracia española sin el Estado autonómico. Puso un pero, eso sí: que el proceso autonomista estableciese dos velocidades y otorgase a algunos territorios el apellido de “históricos”. “Es dudoso que ninguna zona de España pueda exhibir más credenciales a ese respecto que Asturias”, aseveró.

Defendió Barbón el Estatuto no tanto por su simbolismo como por su “utilidad”. “Se planteó como una vía jurídica, la mejor, para afrontar los problemas del Principado”, dijo. Y, además, jamás se blandió “para reivindicar derechos irredentos” porque “la afirmación de la identidad asturiana nunca se ha realizado por exclusión u oposición al resto de España”, señaló. Las cuatro virtudes del gobierno de Pedro de Silva fueron: practicidad, ambición y audacia, capacidad de anteponer los intereses de Asturias incluso a los de su partido, y “jamás rendirse al discurso de la decadencia”. Enumeró las crisis en estos 40 años, desde la larga reconversión industrial a la aún impredecible por el conflicto en Ucrania: “Hacemos bien en prepararnos para tiempos muy duros”, advirtió Barbón.

Con ese marco, el Presidente insistió en la reivindicación de “la política útil” y justificó su fallido intento de reforma estatutaria con su necesidad ante los desafíos que se avecinan: la doble transición ecológica y digital, la gestión de los fondos europeos, la transformación que supondrá la llegada de la alta velocidad ferroviaria, el reto demográfico, la transformación en el mundo rural y el avance en la igualdad. Quedó más orillada en el relato, pero no olvidada, la oficialidad del asturiano, que también defendió De Silva.

Y ante esos retos actuales, Barbón lanzó compromisos para superarlos idénticos a las virtudes que destacó del Gobierno de Pedro de Silva, de quien ensalzó su capacidad para forjar equipos. En resumen, dos elementos medulares perduran, según ambos presidentes en la situación tras cuatro décadas: “El orgullo de identidad y la visión de una Autonomía útil”, dijo Barbón. “Siguen tan vigentes como en 1981”, recalcó. Cuarenta años no es nada.

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