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Kilo Tejada: recuerdos y vivencias de 87 años a la orilla del río asturiano

Anécdotas y saberes de un veterano pescador que es maestro entre los aficionados de la región

Kilo Tejada, durante una jornada de pesca.

A decir verdad, Ángel Díez de Tejada, Kilo Tejada en toda la comarca del río Narcea, no ha pasado sus ochenta y siete años a la orilla del río porque su trabajo como director de oficina del Banco Herrero en Vitoria le tuvo alejado de su patria chica durante algún tiempo pero sí lo hizo el resto de su vida, aprovechando cada oportunidad que el trabajo en la Central de Calabazos, primero, y en varias oficinas del banco próximas a su casa, después, le permitía.

Kilo nació en Cornellana, en un mes de abril de 1935. Un mes antes había nacido en Oviedo otro niño que con poco más de un año quedó luego encerrado en una ciudad bombardeada a diario desde tierra y desde el aire; un día consiguió escapar por el pasillo del Escamplero en una noche oscura, en un coche sin luces y con las ventanillas protegidas por almohadas y cojines. Y así llegó a Cornellana, donde la familia de Ángel Díez de Tejada, el padre de Kilo, el telegrafista de la zona, acogió en su casa a una madre joven con dos niños, uno de poco más de año y medio y otro de ocho meses; la historia se repite. Y allí habré compartido yo con Kilo sus juguetes de madera durante unas semanas, hasta que nos encontraron una casa en el cercano pueblo de Lorís.

Ahora, después de ochenta y tantos años, Kilo y este escribidor nos hemos encontrado de nuevo en Cornellana, no para recordar viejos tiempos, pues nuestra corta edad de entonces no nos los ha dejado (la casa ya no existe) pero sí para hablar de nuestra común afición, de la que más hemos disfrutado en nuestra vidas: la pesca de truchas y salmones. Yo ya he tirado la toalla hace años, pues la competencia con el resto de pescadores se hizo cada vez más agobiante (solo soy el socio más antiguo de la Asturiana de Pesca), pero Kilo sigue al pie del cañón, acercándose al río desde el primer día de la temporada, después de las dos horas de su caminata mañanera; y cuando se acaba la temporada de pesca cambia la caña por la escopeta para correr detrás del jabalí. Pero no practica una pesca sedentaria, con esperas de cuatro horas para pescar media, sino que sigue metiéndose en el agua con vadeador para lanzar la mosca a veinte metros en los tramos del río menos frecuentados.

Pescó Kilo sus primeras truchas a los diez años en el río “pequeñu”, el río que viene de Salas con acento árabe,“el Nonaya”, donde iba a pescar con uno de sus amiguetes de la niñez. La dinastía pescadora de los Tejada comenzó con Angel Tejada padre, “el telegrafista”, y el que guiaba los salmones, con un Campanu en su haber y un salmón de 13,200 kilogramos. A Ángel padre le sucedieron en la afición Kilo y su hermano Enrique, campeones ambos de Asturias en los concursos de lanzamiento de mosca que se celebraban en el “puente romano” de Cangas de Onís, Kilo en dos ocasiones. Y a Kilo sucede ahora su hijo mayor, que parece ser un águila en el oficio. No tuvo la suerte Kilo de pescar un Campanu, como la había hecho su padre, aunque estuvo cerca varias veces: pescó uno el día de apertura en una zona sin muerte que, obviamente, no fue contabilizado. Y en tres ocasiones pescó el tercero del día: en unos Juegos Olímpicos sería medalla de bronce.

Unos suecos perdieron un salmón pescando con una cucharilla ondulante, pez que capturó Kilo al día siguiente; y fue a devolverles la ondulante al hotel

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Y pescó Kilo su primer salmón a los catorce años, en Peña Furada, en 1949, donde ya había pescado otro su padre dos años antes. Pescar un salmón en esos años era un acontecimiento excepcional. Yo iba con frecuencia a pescar truchas al Narcea y a nadie oía hablar de salmones: no pesqué mi primer salmón hasta 1953. Kilo lo pescó a devón y yo a cucharilla, artilugio este que no se conoció en Asturias hasta finales de los cuarenta. En el Narcea se pescaba muy poco a cebo vivo; además del devón, el sistema más empleado en el Narcea era la mosca, que se lanzaba con “cuerda de canteiro”; es decir, con la cuerda que usaban los albañiles para las plomadas.

Cuenta Kilo un suceso simpático que le ocurrió en Peña Furada. Unos pescadores suecos perdieron allí un salmón pescando con una cucharilla ondulante, salmón que pescó Kilo al día siguiente; me imagino la sorpresa de los suecos cuando Kilo se acercó al Hotel Lafuente a devolverles la ondulante. Y también recuerda Kilo la buena mili que pasó en 1956 en Salamanca con las nueve mil pesetas que había ganado con las venta de cuatro salmones.

No sabe decirme Kilo cuántos salmones habrá pescado en su vida porque no los ha anotado y no tuvo la suerte de pescar un salmón extra, de esos de doce kilogramos para arriba. En las magníficas temporadas de los años 50/60/70 del siglo pasado se pescaron salmones de más de doce y hasta de quince kilogramos, además del récord de 16, pero quizá no sean más del uno o dos por mil; creo, sinceramente, que entre Kilo y este escribidor habremos pescado unos quinientos salmones y ninguno de los dos tuvimos esa suerte; ambos nos quedamos en los once y pico. Pero Kilo presenció la batalla que dio uno de 15,450 pescado por Ignacio Miyares en Las Mestas, salmón que habría pesado algo más si no hubieran tardado cinco horas en ponerlo en la báscula. Midió 1,19 metros.

Le pregunto a Kilo sobre la pesca a mosca, su especialidad, pero es demasiado sencillo y modesto para pontificar, aunque haya sido dos veces Campeón de Asturias en este arte. Solo me dijo que su mosca preferida es la Jock Scott, de 1/0 y 2/0, y que no suele cambiar de mosca para dar otra pasada; ha pescado salmones a pleno sol en verano y no es de los teóricos que hablan de esperar a que la mosca cambie de comisura para dar el tirón: él se limita a sentir el peso y aguantar. Y generalmente no los ve salir. Usa moscas de Kiko el de Arbolas y de Lelo el Caminero. Le pido que me haga el nudo que utiliza para amarrar la mosca: pasa el hilo dos veces por la anilla, primero para abajo y luego para arriba, después de dar una vuelta a la cabeza, con lo que el nudo queda siempre para arriba. Yo siempre la amarré como una cucharilla y ahora entiendo por qué mis moscas rayaban a veces en el agua.

Me contó Kilo la pescata de truchas con Ignacio Miyares y Valentín Riesgo en Carvajal, de la que él y un amigo de Cornellana se llevaron a casa ocho o nueve kilos y otro tanto se llevaron los “turistas”, lo que tengo que creerme porque mi padre pescó en una ocasión, él solo, en la zona de Cornellana, una arroba (once kilos y medio); cuando “se daban” eran truchas muy grandes, de 250 gramos para arriba. Y, me habló de cuando los “zancados” eran una plaga: hasta diecisiete pescó un día de apertura, lo que también me creo porque el equipo de mi padre (con Juan Collado y los García-Comas) se presentaron un día en Cornellana presumiendo de haber pescado en la mañana... ¡Seis salmones!, que, luego se enteraron, eran zancados. Me habla de cuando vio a Federico Gil, el médico personal de Franco, que tenía casa en Agones, pescar una culebra con la mosca de trucha; y de cuando, en compañía de su hijo, tuvo que abandonar el coto a las nueve menos cuarto de la mañana porque ya habían pescado los tres salmones. A mí me sucedió algo parecido en el coto de Trevías: cuando estaba preparando los bártulos en la carretera llegó el guarda que, muy amable, se ofreció a acompañarme hasta el río. A la tercera varada de cucharilla pesqué un salmón que –de mediano peso– estaba a los pocos minutos en el pedregal. El cupo era de uno por caña y el Guarda no me dejó quedarme a pescar truchas, así que a la media hora estaba volviendo a Oviedo. Me habló Kilo de la temporada en que su padre pescaba un par de salmones todas las semanas en la postura que había debajo del puente de Cornellana, entonces de madera. Y de cuando se precintaron trece salmones que dos aficionados de Oviedo y la esposa de uno de ellos habían pescado en los Cotos de Turismo. Y también certifica Kilo que en el Narcea se precintaron en una ocasión 60 salmones en el día siguiente a la marcha de Franco. Y me enteré, con gran sorpresa, de que la orilla del río Narcea está llena de árboles con grandes puntas clavadas a modo de escalera para subir y vigilar a los salmones con gafas polarizadas, lo que, por lo visto, está ya prohibido.

Me temo que tendré que ir acabando. Solo añadiré que Kilo practica con asiduidad la pesca sin muerte y es partidario convencido de continuar con la repoblación del río, que tan buenos resultados está dando en el Narcea, y cuya eficacia quedó más que demostrada cuando se consiguió que el río Esva diera 600 salmones al año partiendo de cero. No estamos muy de acuerdo con la mejor forma de conservar el salmón: yo pienso que una limitación de capturas por río y temporada es más eficaz que el sistema de cupos personales; él es partidario de un sistema mixto.

Gracias, Kilo, por la gratísima charla que hemos tenido; ojalá sigas otros diez años más disfrutando de la pesca y de tan buena salud. Y que yo lo vea, claro, para repetir la entrevista.

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