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Estrena hoy “Salvajes, el cuento del lobo” Álex Galán Cineasta

“Blindar a los lobos no los protegerá, solo hará que se genere más odio”

“Al mundo rural le falta adquirir nuevas sensibilidades, pero al urbano le falta sensibilidad con el rural”

Álex Galán. | FERNANDO RODRÍGUEZ

El conflicto del lobo en Asturias inspira el documental “Salvajes, el cuento del lobo”, del avilesino Álex Galán, que llegará a las pantallas el próximo viernes. Hoy tendrá un preestreno en los cines Yelmo Ocimax de Gijón (19.30 horas).

–Su película echó a rodar cuando...

–Había grabado en Asia Central documentales sobre la vida indígena: familias nómadas, cazadores de águilas... Tras años allí pensé: qué fácil nos resulta valorar a los indígenas de otras partes del mundo cuando nosotros tenemos a algunos de los últimos indígenas del sur de Europa y ni siquiera los identificamos como tales. Empecé un trabajo de dos años de inmersión con los pastores de montaña en Asturias, Cantabria y León. Me preguntaba: ¿dónde está el nexo que se rompe y crea una brecha enorme entre el mundo rural y el urbano? Una fisura que siempre estaba presente es el lobo, una bisagra rota: animadversión del mundo rural hacia el lobo e idealización en el urbano.

–Un documental fronterizo.

–Exacto. Intento que sea una cuestión de fronteras, donde suele estar lo más interesante. ¿Por qué a este lado se hace una cosa y al otro se hace lo contrario? Sin valorar cuál es mejor. Intentar entender sus razones.

–¿Sin ideas preconcebidas?

–Por un lado, soy técnico de medio ambiente como formación. Y por otro, tengo la inquietud por las comunidades indígenas. Fui guía de expediciones en Siberia y Mongolia. Mi opinión no importa. Lo importante era poner la cámara y dar voz a los que casi nunca se les da esa oportunidad. Que hablen sin censura. Sin orientarles. No es un reportaje para una cadena comercial que diga: vamos a quitar ese comentario porque no nos interesa que salga.

–¿Has tenido presiones de algún tipo?

–Ninguna. Ocurría que, al haber dos bandos, cuando grababas en uno, pastores, querían saber si habías grabado con el otro, naturalistas. Y al revés. Nada más. Los dos sectores apoyaban que ambos se manifestaran.

Al sistema le interesa que no se hable de que los cabritos se pagan como hace 25 años

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–Un trabajo de dos años.

–Dedicados íntegramente al documental, pero no en un tiempo real porque a veces grabábamos en primavera con los pastos de altura, luego en verano, cuando más ataques de lobo se producen, y en invierno para ver las condiciones de vida de los pastores. No queríamos un entorno pastoril idealizado, con sol en el puerto y haciendo queso de forma bucólica en la cabaña. Que se vieran las condiciones de vida reales. Los días duros de invierno. Las nevadas, la lluvia, la niebla. Y para eso teníamos que esperar a que las estaciones marcaran el ritmo. Éramos tres, David Rodríguez Muñiz, director de fotografía, y Pedro Acevedo para el sonido. Era importante que fuéramos pocos para ganarse la confianza de los pastores.

–¿Cómo eligió el “casting”?

–Teníamos claro que debía ser un documental de historias. Muchas se desecharon, no cabían o eran reiterativas. Hubo un año de patear monte, visitar cabañas y naturalistas. Ahí vimos quién tenía un mensaje más profundo u original. Más contundente.

–Y sin planos de drones. Se agradece.

–No me gustan. Te aleja de las realidades.

–Y no salen lobos...

–En el montaje nos dimos cuenta de que era más interesante una película sobre el lobo sin el lobo, porque es un documental de choque entre dos mundos, y ahí el lobo no tiene que decir nada. Sobrevuela la película pero no se ve. Como en la naturaleza. ¿Sacarlo para qué?

–Hay un actor. Borja Luna.

–Interpreta una historia real. Fue nuestro mayor dilema. ¿Nos estaremos columpiando? No deja de ser un malabar. Lo entendimos así: el documental se subtitula “El cuento del lobo”. En un cuento no acabas de saber qué es real y qué no. Nos interesaba que el espectador viera realidades que parecen inventadas y otras que son ficción. Nos llega una historia, un fotógrafo naturalista, pero prefiere no salir porque se siente amenazado. Nos parece tan potente que decidimos jugar al cuento y lo ficcionamos y que la gente dude. ¿Es verdad o no? El actor reproduce lo que nos contó el personaje, y en formas excesivamente expresivas.

–La música suena a western.

–La estética iba hacia ahí. Los paisajes de aquí son muy verdes, en la película son más amarillos. A la música le doy tanta importancia como a la imagen en el montaje. Quería momentos explosivos. Como en la naturaleza. Puedes estar en un entorno muy calmado y, de pronto, hay un trueno o una caída de un árbol que lo activa todo.

–¿Hay buenos, hay malos?

–No. Queríamos que todos parecieran más semejantes de lo que parecen. Sale gente que fuera de la película se odia. Me apetecía que cuando se vieran en la pantalla se dieran cuenta de que, si elimináramos el lobo, comparten honestidad a la hora de hablar y dar la cara.

–Mundo rural frente al mundo urbano.

–Se le pide al mundo rural cosas que no habría que pedir. Le falta adquirir nuevas sensibilidades, pero al urbano le falta sensibilidad con el rural. El lobo es lo de menos, es el hombre contra la naturaleza o con la naturaleza. Si mañana los lobos empezaran a ir al parque del Retiro y atacasen a los perros, seguro que no se permitiría. Pero aquí damos por hecho que en el mundo rural debe haber consecuencias por un problema que ya no hay en el urbano. Un poco cínico. Deben convivir con la naturaleza, no sufrirla. En el fondo se culpa al lobo de males que no los provoca el lobo. Al sistema le interesa que sea el lobo porque así no se habla de que los cabritos se pagan como hace 25 años o a diez céntimos la cebolla.

–¿Un cuento con final feliz o...?

–El lobo va a más. Hay unos 3.500. Ya pasó la especie por el punto más oscuro en número. Para que tenga un final hace falta algo que no hacen las administraciones: estimar cuántos individuos soporta nuestro entorno. Se matan 40 este año: ¿son muchos o pocos respecto a los que hay? Y el pastoreo pasa por su peor momento. Tenemos miedo a la desaparición de los medios naturales, pero no a la del mundo rural. Hay gente preocupada por el número de lobos y no por las perdices que había en los Picos. El lobo es más icónico, como un tótem. Un símbolo.

–¿La convivencia es imposible?

–No creo que para que el pastor viva haya que quitar al lobo, ni que para que el lobo prospere haya que apartar a los pastores de su actividad. Pero convivir requiere un esfuerzo económico.

–¿Venenos fuera?

–Sí, lo mata todo. Pero los pastores deben ver que hay controles. Cuando se anulen, algún pastor podría tomar la decisión más equivocada. En Portugal se hizo y hoy el lobo está casi extinto: veneno por todas partes. No se puede imponer una ley urbana en un entorno rural. Hay que consensuarla. Blindar al lobo no protege al lobo, hará que se genere más odio.

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