Sergio Martín Castro tiene 28 años, es licenciado en Ingeniería Forestal y del Medio Natural y es vecino del pueblo de San Adriano, en la parroquia de Naveces (Castrillón). Su vida transcurre la mayor parte del tiempo en la casa familiar del pueblo, donde ha decidido dedicarse a una actividad que, desde hace apenas tres meses, le ha descubierto una vena artística que ha canalizado a través de la cerámica.
“Cuando acabé la carrera me puse a opositar, pero, como a tanta gente, me pilló por medio la pandemia y cuando más o menos digamos que volvimos a la normalidad, la verdad es que me encontraba desanimado para retomarlas. Me puse a echar currículums y entré a trabajar en una empresa con una beca de un año. Acabé hace dos semanas y ahora estoy en paro”, explica este joven castrillonense que no deja de sorprenderse de la rapidez que están tomando los acontecimientos desde que realizó sus primeros trabajos en cerámica y los dio a conocer a través de las redes sociales, así como en una conocida tienda de Avilés.
“Todo empezó con una clase de cerámica a la que acudimos mi pareja y yo en febrero en Oviedo. Se me dio bien, de hecho me gustó mucho y fue la profesora la que me indicó cómo iniciarme y qué materiales y dónde comprarlos. Me inicié con la técnica de secado al aire, y ahora, en un par de semanas, empezaré con el horno. De momento yo no lo tengo, pero la próxima remesa la llevaré a cocer a la Factoría Cultural de Avilés, donde este se alquila por horas”, explica este joven emprendedor que firma sus trabajo con el nombre de Bardial Cerámica.
Sus primeros trabajos llamaron pronto la atención por su estilo tan personal, innovador y vanguardista, más que por la perfección en su creación, algo que, además, le otorga también su propia firma. Como señaló en su día el artista multidisciplinar asturiano Rodrigo Cuevas sobre su disco “Manual del cortejo” diciendo que el mismo era un nexo entre el mundo rural y la modernidad bien entendida, lo mismo podría pensarse de las piezas de este joven que hace pequeños hórreos, para utilizarlos como joyeros, decorados con tendencias de moda como animal print, o con atrevidos colores pastel, además de diferentes versiones de la escultura de la foca de Avilés, decorada con lunares, margaritas o corales.
No faltan las casetas de la playa de San Lorenzo, los gasómetros de Ensidesa; vasos y jarrones sobre cuyo borde hay una pita pinta o un gochu asturcelta; vacas asturianas con coronas de flores en la cabeza; lavaderos donde no falta la tabla y el jabón, e incluso sus propios perros, “Invierno” y “Polo”, hechos en cerámica a pequeña escala. “Los mostré en las redes sociales y gustaron tanto que ahora tengo encargos para modelar varios las próximas semanas”, dice.
Sergio Martín afirma que ha elegido “modelar” el campo asturiano y cuanto tiene que ver con los pueblos, la gente, los oficios o la cultura tradicional “porque es algo que viví siempre de pequeñín. Yo hago una apuesta por lo tradicional, novedosa, muy mía, tal vez atrevida. Sé que hay gente a la que le resulta chocante, pero ¿por qué no atreverse a hacer algo diferente dándole protagonismo a lo antiguo con un toque distinto? A mí me gusta lo moderno, pero sin olvidarme de mis raíces. En Asturias tenemos unas tradiciones muy guapas y se están olvidando”, explica este emprendedor mostrando una vara de hierba llena de colorido o unas entrañables abuelinas con su madreñas, berza en mano y mandil, decoradas con flores malva para conmemorar el 8 de marzo.
No le falta ilusión y pasión a este ingeniero forestal que, además de estar formándose de forma autodidacta, tiene pensado matricularse este año en la Factoría Cultural de Avilés. “Sin duda creo que se puede emprender en el pueblo. Yo animo a la gente a hacerlo”, afirma.