Mirada desde el presente, la historia de éxito del Consorcio para la Gestión de los Residuos Sólidos de Asturias (Cogersa) es un hito “asombroso” de entendimiento al margen del interés político y particular. “Una lección aprendida de cooperación entre instituciones”, un modelo de “incorporación del conocimiento a la gestión pública” y un ejemplo de “destierro del adanismo político”, de la trifulca partidista y del “terrorífico” localismo… Así suenan las voces de tres primeros presidentes de la entidad –Arturo Gutiérrez de Terán, Bernardo Fernández y María Luisa Carcedo– y la experiencia de Santiago Fernández, el gerente que lo fue durante 38 de los 40 años de vida de un consorcio cuyos cuatro decenios “de colaboración para la eficiencia y la innovación” titulaban la jornada que este miércoles pasó revista a la trayectoria institucional de Cogersa en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA.

A un paso del cuadragésimo aniversario, los gestores del pasado y los responsables actuales de la entidad –el vicepresidente del Principado, Juan Cofiño, y la gerente de Cogersa, Paz Orviz– recorrieron hacia atrás y hacia delante el camino revirado que va de los centenares de vertederos clandestinos de la Asturias de los primeros ochenta hasta la gestión de 870.000 toneladas de residuos en 2021. Levantaron además la vista para echar un vistazo al futuro, gobernado por la planta de clasificación de basura bruta que se construye en Serín desde julio del año pasado y a la que se espera en 2023 para alentar la economía circular y revalorizar los residuos no reciclados.

Por la izquierda, los alcaldes de Salas, Sergio Hidalgo; Siero, Ángel García, “Cepi”; Morcín, Maximino García, e Illas, Alberto Tirador. | Miki López

El viaje al pasado miró varias veces de reojo al presente, y en algún caso a las dificultades para replicar en otros ámbitos la experiencia convincente de colaboración entre el Principado y los ayuntamientos que ha terminado siendo Cogersa. Todo empezó el 22 de junio de 1982 y Santiago Fernández, que entró en enero de 1983 y se jubiló como gerente en 2020, lo vio todo nacer y crecer. Casi de la nada. Cuenta que cuando llegó “no teníamos ni los terrenos para el vertedero ni un proyecto” pero que los primeros camiones ya estaban empezando a descargar en Serín en octubre de 1985… Todo estaba funcionando, repite, en dos años y medio. “Hoy, entre los dimes y diretes, la legislación, el recurso de unos y el de otros, igual habrían pasado siete años”.

A la pregunta por los motivos del éxito de Cogersa, Fernández había respondido que entonces había “la decisión política de hacer algo y no se vacilaba”, que “nunca se transmitió al gerente ninguna instrucción política” y que “se trataba por igual a todos los ayuntamientos, fuesen del partido que fuesen, tuviesen o no discrepancias con el Gobierno regional”. Acertaron también, sigue el exgerente, con el convenio colectivo –“nunca hubo un problema laboral, ni un día de paro”– y con el trato que había que dar a los vecinos de las fincas en las que se asentó el vertedero. También con la constitución de una sociedad anónima “que nos permitió ser más ágiles y no tener los inconvenientes de una administración”.

Así, con el Principado como árbitro de las soluciones que inexcusablemente había que dar a una ineludible “necesidad” colectiva, Cogersa nació y creció y fue varias veces pionera en España. La constancia de que la fórmula resolvía problemas consiguió ir afianzando un abundante capital de “confianza” y así Santiago Fernández empezó a escuchar muy a menudo “que lo haga Cogersa” y a ver llegar a las instalaciones primero los residuos industriales, luego los hospitalarios, y así hasta las 870.000 toneladas de muy diversa procedencia del recuento final de 2021. Al principio, Arturo Gutiérrez de Terán, que fue el primer presidente (1982-1987), “no podía imaginar que cuarenta años después esto iba a tener el éxito que tuvo, ni tenía la menor conciencia de que estábamos haciendo historia”. Le costó “mucho trabajo que el Gobierno que presidía Rafael Fernández lo aceptara” y su interpretación de lo que sucedió después asienta las razones de la satisfacción sobre la conciencia de que Cogersa emergió de la necesidad “de resolver un problema municipal” mediante “un consorcio estrictamente municipal en que el Principado colabora con el 20 por ciento”. Añade “la gestión espléndida”, que atribuye a Santiago Fernández, y resume que “el Principado no hizo más que ser consciente de la responsabilidad que tenía y de la que subsidiariamente debía asumir, sabiendo que aisladamente los ayuntamientos no podían funcionar. La solución del consorcio era una necesidad y es una razón del éxito: se trataba de resolver problemas ante necesidades urgentes”.

Sin obviar las dificultades y las reticencias, ni la pancarta de “Terán, dimite, la basura no te admite” que cruzaba la autopista “Y” colgada por un grupo ecologista, el proyecto echó a andar y avanzó. Lo hizo satisfactoriamente, al decir de Bernardo Fernández, exvicepresidente del Principado y sucesor de Terán como presidente del consorcio de 1987 a 1991, en primer lugar gracias a “la adhesión de la voluntad libre a la necesidad. La eliminación de las basuras es una necesidad”, explica, “y ante ella entidades muy variadas, las locales, decidieron libremente el método de eliminarla”. Además, se entendió “la cooperación como algo decisivo” en un momento en el que ese concepto, dado el fracaso de otras experiencias recientes, era para la administración regional algo así como “un acto de fe” y también colaboró la capacidad de los gestores para “anticiparse” a los problemas, o sobre todo de hacer ver que el proyecto funcionaba. “Demostraron que el residuo sólido urbano podía eliminarse sin hacerlo en el patio trasero” y que la fórmula “era eficaz y producía actividad económica”.

Entre el público escuchaban autoridades regionales y algunos de los alcaldes actuales de los municipios consorciados –en el principio fueron once, en los noventa ya estaban los 78–. En el éxito de Cogersa, explicó María Luisa Carcedo, presidenta de 1991 a 1995, “se aunaron varias cuestiones elementales que parten una situación de necesidad” bien visible en la proliferación de los vertederos clandestinos. “Vivíamos entre la mierda y no nos dábamos cuenta”, había sentenciado Gutiérrez de Terán. A esa certeza se añadió la circunstancia de que el Principado “tuviera adscrita la función de diputación provincial, que también era una corporación local, lo que facilitó mucho que administrativamente se pudiera armar todo”, y “la voluntad política de dar participación a todos, y de que en todos los órganos de Cogersa hubiera responsabilidades compartidas”. Si se añade la eliminación de algunos obstáculos, como el destierro del “adanismo político” y del “terrorífico localismo”, y la demostración de la eficacia mediante la gestión del conjunto se cocina su definición del consorcio de los residuos sólidos de Asturias como “una lección aprendida de cooperación institucional e incorporación del conocimiento a la gestión pública”, sostuvo Carcedo.

De izquierda a derecha, los presidentes de las Cámaras de Comercio de Avilés y Oviedo, Luis Noguera y Carlos Paniceres, y la alcaldesa de Carreño, Amelia Fernández. Miki López

El desafío de la planta de basura bruta y de buscarle una salida al combustible

Con la autoridad que da la experiencia, los expresidentes y el exgerente de Cogersa dirigen la enumeración de los desafíos del consorcio del futuro diciendo, cuando se arranca Arturo Gutiérrez de Terán, que “lo que más temo es la tentación de la privatización. Sé que está en el ánimo de algunas mentes que algún día pueden gobernar esta región”, explica, y se previene sabiendo que “en el mundo entero” estas tareas “casi siempre se otorgan a particulares”. El que fue su sucesor al frente de la entidad, Bernardo Fernández, incide en la “necesidad de la constancia en la continuidad histórica de los esfuerzos” y urge a no perturbar la agilidad y el rigor con “constricciones administrativas que hay que corregir”.

María Luisa Carcedo apunta en el debe el tratamiento de los residuos ganaderos y el exgerente, Santiago Fernández, apunta hacia la adecuada gestión del material y el combustible que generará la futura planta de clasificación de basura bruta. “De allí van a salir cosas que hay que mandar a algún sitio”, resume muy gráficamente. “Sale un combustible que hay que colocar” y que plantea dos preguntas. “¿Dónde y a quién?”. He ahí “un desafío muy importante que hay que resolver” con cuidado, “porque a Cogersa no se le permite quemar nada, y si sale para que lo trate un tercero sería la primera vez que el consorcio se apoya en instalaciones externas”.

La entidad vive una “pequeña revolución” en el momento álgido de la economía circular

“Seguramente no es casualidad”, empieza el vicepresidente del Principado, que la historia de Cogersa haya caminado en paralelo a la de “los primeros pasos de la autonomía”, o que el consorcio y el Estatuto de Autonomía cumplan años con solo unos meses de diferencia. Juan Cofiño abrió la jornada conmemorativa de los 40 años de Cogersa en LA NUEVA ESPAÑA celebrando el cumpleaños de un “símbolo de la cooperación y la innovación para prestar servicios públicos de forma eficaz y eficiente” y valorando que la institución haya mantenido “siempre vivo el espíritu de crecer y transformarse”. Retrocedió hasta septiembre de 1976 y recorrió la historia del organismo desde aquel momento en el que “la entonces denominada Comisión Provincial de Servicios Técnicos” instó a la Diputación a constituir un consorcio de gestión de residuos que andando el tiempo ha consolidado “un proyecto considerado como un auténtico caso de éxito fuera de Asturias”.

De regreso en el presente, la gerente de Cogersa, Paz Orviz, situó al consorcio en este momento en el que “la economía circular está absolutamente de moda” y la entidad vive “su pequeña y particular revolución” en un sector, el de los residuos, que ha pasado de ser “la parte de atrás, lo que dejábamos en las calles y nos desentendíamos, a una actividad con enormes oportunidades e importantes retos”. De las 870.000 toneladas de residuos que Cogersa recibió el año pasado, reseñó, “la mitad procedía de los contenedores”. El resto es “la gestión de lodos de depuradoras, residuos sanitarios, industriales o de construcción” mediante “una serie de procesos cada vez más complejos e industrializados para dar soluciones ambientalmente sostenibles a los residuos inherentes a la actividad humana”.

Por ese camino, Orviz no tarda en desembocar en la nueva planta de tratamiento de basura bruta que se construye en Cogersa y que custodiará el paso desde aquel pasado en el que todo se enterraba hasta el futuro de la “recuperación material y energética” de los residuos no reciclados. “El reto y el problema es dar salida a todos esos materiales y hacerlo en unas buenas condiciones económicas”, pero todo esto no se detiene ahí. También está “todo lo relacionado con la energía renovable contenida en los residuos” y sobre todo el biometano que tal vez, imagina, en un futuro próximo pueda servir para “mover nuestra flota de camiones”. O la “digitalización de nuestros procesos industriales, “el compostaje comunitario” como alternativa para los biorresiduos en el medio rural o una relación innovadora con las empresas que potencie la colaboración público-privada.

El director de LA NUEVA ESPAÑA, Gonzalo Martínez Peón, había inaugurado la jornada con un deseo de que la “colaboración para la eficiencia y la innovación” que está en la génesis de Cogersa “se extienda a más asuntos en esta región”. Lo hizo contando la pequeña historia de los siete portavoces parlamentarios reunidos la semana pasada por este periódico y de la abundante coincidencia que denotaba su análisis de los problemas de la región “no sólo en el diagnóstico, sino también en las soluciones. En unas soluciones realmente sencillas que probablemente no veremos nunca” por la entrada en juego de “las dinámicas partidistas”.