La decisión de ser padres fue el motivo principal que llevó a Miriam Rodríguez Castro y su marido a regresar al pueblo natal de la primera, Ballota (Cudillero), para vivir en él de forma definitiva desde 2019, cuando su hijo contaba ya con dos años y medio, todo un cambio de vida para esta mujer que, desde muy joven, se sintió tentada por el mundo de la hostelería y hotelería, en el que se movió durante varios años como profesional. “Estudié Restauración y saqué el grado superior en Hostelería en la Escuela de Gijón. Trabajé durante 20 años en hoteles, restaurantes y sidrerías haciendo un poco de todo pero me centré principalmente en sala y en barra”, explica ella quien, a renglón seguido, señala que cuando decidieron tener un hijo es cuando pensaron en instalarse en Ballota, pues vivían en Pravia.
“Mis padres tenían en Ballota una casa rural que yo gestionaba. Cuando ellos se jubilaron decidimos cerrarla y convertirla en nuestro hogar. Al ser madre decidí dejar la hostelería por completo para dedicarme los primeros años a mi hijo porque los horarios son muy complejos”, explica esta emprendedora rural que encontró, durante la pandemia, la información necesaria para llevar adelante una idea que le rondaba hacia tiempo y muy novedosa en el Principado.
“Durante el confinamiento no quería estar parada y preparé un proyecto a través de la Escuela de Emprendedoras de Avilés con un curso on line con el que finalmente logré dar forma a un proyecto que es, hoy, una realidad”, señala Miriam Rodríguez al hablar de una de sus actividades desde el pueblo en el que vive y que sin duda resulta novedoso y atrayente. Y es que, bajo el nombre de Enclave Cotagge, organiza picnics personalizados en localizaciones seleccionadas por ella.
No cuenta con elaboración propia, explica que “depende de lo que le apetezca al cliente, elijo restaurantes y establecimientos que ofrezcan lo que quieren comer y beber, recojo in situ las elaboraciones y las incorporo al picnic. La decoración corre toda por mi cuenta, es creación propia y premia el estilo rural: flores, mimbres, cestas, y en enclaves especialmente bellos”.
Y añade: “Imagina sorprender a tu pareja o a tu hijo por ejemplo de paseo por una playa y llegar a un rinconín escondido y encontrarte con un picnic lleno de detalles, en medio de la naturaleza. Yo creo que es un regalo precioso”, explica. Recuerda la importancia de internet para darse a conocer. “Los picnics se están moviendo mucho a través de las redes sociales, que son el boca a boca del siglo XXI”.
Esta actividad depende mucho de la meteorología. La oferta en primavera y verano, así que comenzó a realizar trabajos artesanos en su casa en Ballota el resto del año. Así, con el nombre de Fabrizia Crafts, realiza entre otros trabajos lamparitas reciclando pavés, casitas del Ratón Pérez, para los pequeños de la casa y todo tipo de decoración para el hogar donde predomina la madera, materiales rústicos y flores, entre otros. “El aislamiento te hace ser creativa”, explica. Tiene sus productos en varias tiendas y también los vende en los mercados artesanos a los que acude.
Para ella vivir en un pueblo “es calidad de vida, sobre todo por mi niño. Está escolarizado en la escuela rural de Oviñana y estamos encantados”, señala esta mujer que, cuando marchó a Gijón para formarse, jamás pensó que un día regresaría a su pueblo natal a vivir. “Es cierto que el pueblo ha cambiado y que hay menos gente, pero hay mucha tranquilidad. Somos pocos todo el año, pero revive en verano, con el buen tiempo, cuando llega el turismo”, matiza esta emprendedora para quien asentarse en el medio rural y con trabajo en Asturias “se puede, pero no es fácil.Yo, por ejemplo, no solicité ninguna ayuda. Lo peor es internet, que va muy lento, pero creo que breve nos pondrán fibra”.