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¿Por qué no se independizan los jóvenes asturianos? Así lo explican ellos mismos: "Un alquiler ya te lleva medio sueldo"

No independizarse de casa es la única forma que ven los menores de 30 años para obtener «unos ahorros» para garantizar su futuro

De izquierda a derecha: Isabel González, joven ovetense; Javier Incio, sierense con un grado superior; Lorena Ferreiro, estudiante de Ingeniería en Gijón, y Benjamín Plazuelo, joven langreano con trabajo.

Jessica Menéndez Gutiérrez tiene 24 años, los mismos que su compañera de trabajo Sara Pino Morales. Ambas viven con sus padres, y las dos tienen entre sus planes el de independizarse. Pero, por el momento, es un objetivo a largo plazo. Menéndez argumenta los motivos: “Tengo pareja desde hace ocho años y sí, entra en nuestros planes independizarnos, pero para ello consideramos que necesitamos tener unos ahorros, ya que ambos estamos pagando los coches, seguros, gasoil… Y un alquiler, hoy en día, ya es la mitad de un sueldo. Si a ello le sumas la luz, internet, el agua o la comida no te queda dinero libre, casi ni para ir un día a cenar fuera”.

Su situación no es nada anómala en la Asturias de hoy en día. La misma en la que apenas el 14% de los menores de 30 años ha logrado emanciparse o en la que solo una de cada tres personas jóvenes tiene empleo. Esa Asturias que dibuja el Observatorio de Emancipación en un estudio presentado por el Conseyu de la Mocedá del Principáu d’Asturies.

Sara Pino, la compañera de Jessica Menéndez, agrega: “Ahora la situación no es muy favorable para los jóvenes. En mi caso es inviable independizarme: si cobro 1.000 euros al mes, 500 euros ya se irían solo en alquiler, sin contar facturas y el carrito de la compra”. Las dos viven con sus padres, aunque económicamente no dependen de ellos. Es la «única forma» que encuentran de «ahorrar de cara al futuro».

Menéndez tiene un grado medio de Gestión administrativa y un grado superior de Asistencia a la dirección; Pino Morales estudió Pedagogía y posee un máster en Recursos Humanos. Las dos trabajan en un comercio en el centro de Avilés. A ninguna de las dos se les puso cuesta arriba encontrar trabajo. Eso sí, su puesto no tiene relación con su formación académica. Pese a que tienen un sueldo fijo cada mes, no ven viable salir a día de hoy de casa de sus padres e iniciar una aventura en solitario o con sus parejas. Al elevado precio de los alquileres, Jessica Menéndez pone otro “pero”: “Cada vez hay menos pisos decentes en cuanto a muebles o estado de conservación y que admitan animales, que en mi caso es una condición necesaria”.

Sara Pino y Jessica Menéndez, dos jóvenes que no consiguen emanciparse en Avilés. MARÍA FUENTES

La ovetense Isabel González vive en el barrio de Vallobín con su padre, cocinero de profesión y que es el que aporta los recursos económicos a casa. Ella estudió una FP en Promoción de la Igualdad de Género y ahora está en segundo de Pedagogía. Tiene una beca gracias a la que puede costear sus estudios. “El de mi padre es el único ingreso que tenemos en casa. Muchos de mis compañeros compaginan los estudios con el trabajo, yo tengo una beca del ministerio, que es con lo que me pago la matrícula y algún gasto extra”, señala. Pero para mantener ese auxilio económico no puede fallar. “Un mal trimestre y adiós, me la quitan”, asegura. “Con 23 años como tengo ya el cuerpo te va pidiendo independencia”, asegura. El problema es el acceso al mercado laboral. “Te piden mínimo tres años de experiencia”, explica, “o lo único a lo que puedes optar es a trabajos precarios en los que haces horas de más que luego no te pagan”. El ejemplo lo tiene en sus compañeros. “Muchos se quieren independizar, pero solo encuentran empleos esporádicos”, resalta. La FP le pilló en plena pandemia por lo que no pudo ni siquiera hacer las prácticas laborales. Un palo.

Su ventaja es que los gastos del día a día no son muy elevados: la facultad de Llamaquique donde estudia le pilla cerca de casa. Aunque quiere irse a estudiar el siguiente curso a Granada, donde, asegura, el problema de la vivienda es bastante similar al de Asturias, con precios de los alquileres al alza y los propietarios de los pisos pidiendo garantías desorbitadas para evitar sustos.

El caso de Saúl Castro Pérez es algo más especial. Tiene 29 años y lleva ya unos cuantos emancipado. Pero con un matiz: está viviendo en una casa que pertenece a su familia, con lo que los gastos de la vivienda que tiene que asumir son mínimos. “No tengo el problema que tienen mis amigos, que pagan unos alquileres exagerados”, señala el ovetense. Y se considera un “afortunado”. “Probablemente me habría podido independizar, pero con una situación más precaria”, agrega.

Está haciendo unas prácticas de integración social y estudia diseño gráfico en Avilés. “Para lo del empleo también soy un caso particular”, asegura. Las prácticas las compagina con un trabajo en el sector de los videojuegos. “Tengo una suerte impresionante, pero por lo que veo en mis colegas, o tienes un golpe de suerte o encontrar un buen trabajo es una tarea muy complicada”, asegura. De hecho, apunta que la mayoría de sus amigos han tenido que irse a Madrid o Barcelona, donde pagan alquileres altísimos por vivir “en zulos”. “Aquí no hay empleo, así que no te queda otra. La cosa está bastante complicada”, concluye.

Benjamín Plazuelo Rodríguez, de 29 años y natural de Langreo, trabaja como camionero para una empresa de alimentación, empleo que compagina con los estudios. Estuvo a punto de emanciparse, pero no acabó de lograrlo. “Encontré un piso y todo para irme a vivir, pero empecé a estudiar y por los horarios se me hacía muy complicado. Así que lo he dejado unos meses hasta que consiga la titulación”, explica. Cuenta que, en su caso, siempre ha estado trabajando «en una cosa u otra, pero decidí también buscar formación para mejorar, porque nunca sabes si te va a sustituir una máquina en tu actual puesto de trabajo y habrá que aprender cómo controlar esa máquina”.

Él no ha tenido demasiados problemas a la hora de encontrar empleo, pero cuenta que su pareja, con una carrera, “lo tiene mucho más complicado, sobre todo para tener esa primera oportunidad, porque una vez que la consigues ya es todo mucho más fácil”. Y a la hora de emanciparse, Plazuelo asegura que tuvo “suerte” encontrando el piso. “Pero ese no es el problema. Tengo amigos que han vivido en pisos de barriada por 150 euros al mes, pero les han subido después al doble y con un sueldo de 1.000 euros se hace complicado, casi que te sale mejor comprar”, aclara. Y habiendo podido resolver por ahora su situación laboral, este langreano no hace planes para irse fuera. “No pienso en marchar de Asturias, no me gustaría. Prefiero quedarme aquí porque si nos vamos todos, esto acabará muriendo. Pero sé que hay familias que han tenido que irse a vivir fuera para ganarse la vida, así que no se puede decir nunca que no pasará”, asume Plazuelo.

A la avilesina Lorena Ferreiro tan solo le queda entregar el Trabajo Fin de Grado (TFG) para dar por terminados sus estudios de Ingeniería Mecánica en la Escuela Politécnica de Gijón. Por el momento, tiene una beca para realizar prácticas extracurriculares en Medialab, el laboratorio universitario de tecnología de la Universidad de Oviedo. Está, por tanto, a un paso de zambullirse en el mercado laboral, aunque las opciones no son nada halagüeñas.

“Es verdad que hay bastantes puestos, pero para entrar te dicen siempre que es con beca porque así les sale más rentable a las empresas y no tienen que pagarte tanto como un contrato oficial. El problema es que te pagan 600 euros por ocho horas y a jornada partida”, reflexiona Ferreiro. Y cita un ejemplo: “Me ofrecieron 600 euros para un puesto en Mieres, pero yo soy de Avilés así que, si sumas gastos y tal y cómo está el combustible ahora, tienes que pagar por trabajar”. Intenta combatir esa precariedad –a la que añade que “puedes ir de empresa en empresa enlazando contratos de prácticas”– trabajando los fines de semana como azafata, y dando clases de surf durante los veranos para tener un colchón. Pero, ahora mismo, “es imposible que me pueda alquilar o comprar un piso”, relata Ferreiro. “Todo se hace muy difícil cuando, además, para aspirar a un puesto te piden cinco años de experiencia”, remata.

Con algo de optimismo afronta el futuro laboral Javier Incio, sierense de 25 años que actualmente cursa segundo del grado superior de técnico de Producción de Audiovisuales y Espectáculos. Al menos en su sector, explica este estudiante de formación profesional, “está subiendo el trabajo, no sé si es un repunte puntual o que ya se empieza a recuperar del todo, pero se nota que hay más puestos y más trabajos». «Creo que hay más opciones ahora para quedarme en Asturias porque la situación está remontando, al menos en lo que yo hago”, estima el joven. Ahora, Javier Incio está haciendo prácticas en una empresa de La Felguera y ya le han prometido un contrato en cuanto termine que se puede ir prorrogando. Está enfocado en temas de turismo creativo y confía en que su futuro laboral esté ligado a la región. No obstante, el joven se muestra más prudente en lo que a emanciparse se refiere porque «al principio y empezando siempre es más difícil y por el momento no me lo planteo». «Prefiero ir teniendo ahorros hasta que encuentre un trabajo fijo. Una vez que lo logre ya me plantearía lo de emanciparme, pero ahora es difícil”, afirma.

Cifras preocupantes


Un triste porcentaje 

Apenas el 13,9% de la población asturiana de entre 16 y 29 años ha logrado emanciparse; un 3,6% menos que el año anterior.

Sin empleo

Solo uno de cada tres jóvenes en Asturias tiene empleo. Para estas edades, la tasa de empleo se sitúa en el 32,2% y la de actividad en el 45,2%, entre las más bajas de España.

Contratos precarios

El 57% de los contratos firmados por jóvenes en la región fueron temporales y, además, esa tasa de temporalidad se eleva al 69,4% en el caso de las mujeres jóvenes.

Riesgo de pobreza

La población joven en riesgo de pobreza llegó al 37,2%, subiendo al 44,7% en la franja de 30-34 años.

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