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La historia de Díaz Merchán con el movimiento obrero: honores del sindicalista que se encerró en la Catedral para el arzobispo que “nos entendió”

Manuel Sánchez Terán, portavoz de los trabajadores de Duro que se encerraron durante 318 días en la torre de la Catedral, evoca su insólita relación con Merchán, “un cristiano consecuente” que “nunca nos reprochó nada”

A la izquierda, protesta en la plaza de la Catedral, en 1997, durante el encierro de los trabajadores de Duro Felguera. A la derecha, Manuel Sánchez Terán, ante la Catedral de Oviedo, en una imagen de 2019

El primer encuentro “tuvo que ser muy desagradable” para el Arzobispo. Venía de aguantar “estoicamente” los gritos y proclamas durante la procesión de la Santina y se encontró a dos trabajadores despedidos de Duro Felguera encadenados con pitones de moto a la verja de la Cueva de Covadonga, increpando a los políticos en plena celebración del Día de Asturias de 1993. Manuel Sánchez Terán no lo sabía, pero estaba empezando una relación insólita y fortuita, sorprendente e inesperadamente fructífera. Tanto que el prelado acabaría siendo “pieza clave y determinante” en la resolución del conflicto de los despedidos de Duro. Aquel día, al pasar junto a ellos, Gabino Díaz Merchán se giró y les dijo “hay que negociar”. “¿Cómo, si nos están traicionando?”, se revolvió Terán, quejoso contra las “élites sindicales”. “¿Quiere documentación?” “Prepárala y se la envías a Javier, el vicario…”.

El portavoz de los trabajadores que algo más de tres años después iban a pasar 318 días encerrados en la torre de la Catedral de Oviedo recuerda con vívida precisión aquel primer diálogo apresurado con “Merchán”, un encuentro fundacional al que siguieron muchos, el último “una charla muy agradable” hace sólo dos años en una visita de Terán a la Casa Sacerdotal de Oviedo. Mantenía, recuerda, “la cabeza muy bien”, intacta la “agudeza” que el prelado siempre utilizó para “leer perfectamente el panorama sociopolítico de Asturias, de España y del mundo”, la clarividencia que le sirvió para saber que debía echar una mano a unos trabajadores con problemas en la Asturias de la crisis de los noventa y los 50.000 parados. “Nos entendió”, resume el sindicalista. “Fue un cristiano consecuente, con una visión muy atinada de la realidad social y política”, alguien que “adquirió un compromiso con nosotros y nos fue de gran ayuda”.

Antes de aquel Día de Asturias del 93, los despedidos de Duro ya habían subido una vez, en mayo de 1992, a protestar a la torre de la Catedral, pero Sánchez Terán aún no había cruzado una palabra con Merchán. Recuerda su sorpresa al comprobar que después de reventarle la solemnidad de la fiesta en lugar sagrado el Arzobispo “no sólo no se cabrea, sino que un tiempo después comprobamos que había leído la documentación, conocía el contenido y la proyección que podía tener” aquel conflicto que siguió su curso y volvió a encontrarse con él varias veces hasta 1997, forjando una relación “no buscada”, pero sí “un poco forzada por nuestra parte” y al final útil para un colectivo que tenía “a todas las instituciones enfrente”. “Estábamos solos, y nos cruzamos a propósito en el camino de Díaz Merchán”.

No tardaron en crearle otro “serio problema” unos meses después del encuentro en Covadonga, cuando en enero de 1994, en otro de los “puntos álgidos” de su enfrentamiento con la empresa y con “las élites sindicales” que les ignoraban, un grupo de trabajadores se encerró en huelga de hambre en el Ayuntamiento de Langreo y cincuenta sacerdotes “firmaron un manifiesto” a su favor.

“Le habíamos echado encima a cincuenta curas, debía de estar de nosotros hasta el gorro”, rememora Terán, pero lejos de esconderse le llamó, “¿qué queréis?”, e hizo una gestión providencial. “Queremos negociar nosotros”, le resumió el sindicalista, y dicho y hecho, con la intercesión de Díaz Merchán se abrió una mesa de negociación con ellos, al margen de las direcciones sindicales. De allí salió un acuerdo para la recolocación de los despedidos.

El Arzobispo de Oviedo ya era un elemento esencial en el conflicto por los despidos de Duro cuando el incumplimiento de aquel compromiso a raíz del relevo en el Gobierno, en 1996, volvió a hacer que los despedidos mirasen de nuevo a la torre de la Catedral, a aquel lugar que desde hacía tiempo Terán barajaba como el espacio “inexpugnable” ideal para forzar la movilización. Volvieron, pero esta vez antes de entrar fueron a ver a Merchán.

–¿De nuevo por aquí?

–Pues sí.

–¿Mucho tiempo?

–No se sabe, pero puede ir para largo.

–¿Y podréis soportarlo?

–Resistiremos.

Resistieron durante 318 días y sin una mala palabra del Arzobispo “conseguimos resolver el problema. Sé que al final del proceso él también quedó satisfecho”. En señal de “respeto hacia él, pero también sabiendo que él había tenido un respeto hacia nuestra causa”, Terán dejó para la historia la imagen icónica de la entrega al Arzobispo del gomeru que utilizaba en las protestas. También le dio la gran sábana roja con la que había envuelto la bola de la torre, pero aquí se quedó un poco desconcertado al ver que a su interlocutor aquello le recordaba la tragedia de su familia y el asesinato de sus padres... “Tienes que saber”, le dijo, “la situación que viví con mis padres durante la Guerra Civil, en zona republicana”. Al “no era mi intención” del sindicalista replicó el prelado quitando hierro. “La vida es como es, el odio nunca resuelve nada, pero esto te lo cuento sin ninguna acritud…” “Eso habla de su talante”, recuerda ahora Terán, y explica lo que hizo, por qué “nunca nos reprochó nada. Nunca tuvo un mal comentario”. Esta historia terminó ayer, con el veterano sindicalista honrando la memoria del cura que les entendió.

“Hasta siempre, Arzobispo”.

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