No deja de resultar curioso cómo empezó Cristina Rodríguez Garrido, de 25 años, con su oficio como apicultora, actividad por la que, en el día de hoy, siente una auténtica pasión. “Mi familia tiene ganado de leche y en mi casa siempre hubo colmenas. Mi bisabuelo José ya las tenía y de ahí pasó a mi tío Roberto, que empezó teniendo diez, luego veinte y así. Un día me ofreció la oportunidad de acompañarle para conocer el trabajo y aunque iba bien equipada me llevé 13 picotazos. Me dije ¡yo aquí no vuelvo más! Sin embargo poco tiempo después me dijo de volver, y volví. Y luego varias veces más hasta que me enganché por completo”, explica esta joven vecina de Andas, en Tineo.
Eso fue hace seis años. En el momento actual cuenta ya con 170 colmenas donde sus sabias trabajadoras realizan, entre otros productos, miel de brezo y de castaño con una producción anual que cercana a los 2.200 kilos. Comercializa con el nombre de L’Enxame de Oro. Las colmenas están repartidas entre la parroquia de Sangoñedo; también en Anzas, y las que tienen en El Coucechin.
Ahora bien, no está sola en esta pasión por la apicultura. Le acompaña en ello y desde los inicios su pareja, Raúl Rabatti Rosete, de 29 años, natural de Ribadesella y que, además de ser titulado en grado medio de electromecánica, antes de recabar definitivamente en tierras tinetenses estuvo trabajando en la rama de hostelería en Madrid, Barcelona, Valladolid y Salou.
La culpable de su cambio de vida y actividad fue Cristina con quien, además de amor, comparte trabajo familiar, abejas y nuevos proyectos, pues cree, como su pareja, que para mantenerse en el campo hay que diversificar. “Cuando empecé a trabajar con las abejas me empezó a gustar, como a Cristina, pero ahora además estoy pensando en pedir, dentro de dos años, la incorporación como joven agricultor para iniciar una plantación de faba asturiana”, explica este joven.
Entre las localizaciones donde tienen sus abejas sienten especial querencia por el viejo cortín del pueblo del Coucechín que, a punto de quedar en desuso, adquirieron ambos con la intención de rehabilitarlo y volver a darle el uso que siempre tuvo, el de proteger las colmenas del oso, que haberlo haylo, y cada vez más según afirman ellos. En medio del monte, para llegar a él hay que subir unos 500 metros pindios y duros.
“Hay que subir y bajarlo todo al hombro. Ahí tenemos 20 colmenas”, apunta Cristina. “Sentimos la necesidad de conservarlo porque ye parte de nuestra historia del pueblo, nos daba pena que se perdiera como tantos que se están viniendo abajo. Yo me podría marchar con mis colmenas al hombro a cualquier sitio, pero jamás lo haría con las del Coucechin”, dice ella con emoción mientras Raúl añade: “Hay que mantener vivos los cortines, son parte de nuestra historia, ojalá que las generaciones futuras nos continúen en este empeño”.
Cuando más trabajo tienen es agosto hasta finales de septiembre. “Tenemos una producción de unos 2.200 kilos de miel de brezo y castaño, pero también vendemos otros productos como son velas artesanas hechas con la cera, además de cremas faciales y bálsamo para los labios, que están teniendo mucho éxito", recuerdan. Y además los que quieran, Raúl, que es un experto bateador, incorpora una pepita de oro de los ríos Bárcena o Navelgas al conjunto de productos elaborados con miel, dándole un toque singular si se quiere hacer un regalo diferente, con un producto netamente asturiano y artesanal.
Creen que se puede emprender en el campo, pero no partiendo de cero. “Otra cosa es que tengas detrás un trabajo heredado, que te venga de la familia. Nosotros partimos de unas colmenas que ya había y fuimos incrementando. Para mi ir a trabajar a 30 grados de calor dentro del traje no es trabajo porque disfruto, siento auténtica pasión y amor por mis animales, por mis abejas”, zanja Cristina.