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El amor que surgió en un stand de la Feria de Muestras

Diana Fernández y Amador Sánchez cumplen ocho años juntos tras conocerse trabajando en la FIDMA: "La Feria es como Gran Hermano"

Amador Sánchez y Diana Fernández, ayer, jugando a la rana frente al stand del Principado. | Fernando Rodríguez.

“Hemos pensado en que vamos a pedir compromiso con un calamar”. Lo decían ayer entre risas, pero bastante en serio, los gijoneses Amador Sánchez y Diana Fernández, pareja desde hace ahora ocho años que se conoció mientras se estrenaban en el mundo laboral trabajando en un stand cervecero de la Feria Internacional de Muestras (FIDMA). Él era cocinero. Ella, camarera. Tenían por entonces 21 y 22 años. Dicen que se cayeron bien desde el primer día y que el amor surgió en la fiesta de fin de Feria que por entonces todavía organizaba El Jardín, la discoteca de Somió, que cerró sus puertas en 2018. Ahora ya viven juntos desde hace un tiempo y, desde su noviazgo, tienen como costumbre acercarse al menos una vez a la Feria para revisitar aquel stand de cerveza y bocadillos donde empezó todo. Aseguran que su caso no es el único. "Para los jóvenes que empezamos a trabajar en la Feria, esos quince días parecen poco tiempo, pero son muy intensos. Ha habido más casos como el nuestro", bromea Fernández.

Los dos jóvenes son de esos gijoneses que viven la FIDMA desde muy pequeños, sobre todo Fernández, que reconoce pertenecer a una familia "muy de feria". Saben dónde quedan los expositores con más solera de cada edición, conocen en qué restaurantes se come mejor e intuyen cuáles son los mejores horarios para acercarse a pasear sin agobios. Reconocen, no obstante, que desde que se conocieron la FIDMA ha adquirido un significado especial para ellos. "Ya veníamos mucho antes, pero desde 2014 es verdad que nos acercamos muchos más y de otra manera. Tenemos la tradición de pasarnos por el stand en el que trabajamos y saludamos a nuestra anterior jefa, que aún sigue allí", concreta Fernández. De ahí que la idea de que Sánchez le pida matrimonio con un calamar tenga bastante sentido. "Suena un poco sucio, pero sabiendo la historia nos parece casi obligatorio", reconoce él entre risas. El banquete de boda, adelantan, tomará como sede un espacio lejos del "Luis Adaro": "Eso sabemos que ya sería pasarse".

Es habitual que los expositores y la Cámara de Comercio de Gijón sirvan como flotador económico a decenas de jóvenes veinteañeros que busquen una primera experiencia laboral con la que ganar tablas y engrosar sus ahorros. Fernández es la más veterana en esta vertiente laboral de la FIDMA: estuvo tres años vendiendo mantones de Manila antes de ser fichada como camarera en el puesto de cerveza, donde estuvo otros tres veranos. Sánchez se enganchó más tarde y se estrenó como empleado feriante en el mismo 2014 que conoció a su chica, así que se encoge de hombros y explica con gracia: "Empecé más tarde, pero me salió muy bien trabajar en la Feria. Salí ya el primer año con dinero y con novia".

Los gijoneses aclaran que su historia, en realidad, no es tan particular como puede sonar de primeras. Saben, o al menos intuyen, de varios casos parecidos al suyo, aunque prefieren no pecar de cotillas y no dar más detalles. "Al final son muchos chavales que empiezan a trabajar a la vez y son dos semanas muy intensas. Yo siempre digo que la Feria, para los jóvenes que trabajan en ella cada verano, la experiencia es como un Gran Hermano en pequeño", asegura Fernández.

Ahora Fernández tiene 30 años y es administrativo. Sánchez, de 29, es soldador. Viven juntos y, en parte, le agradecen al también gijonés Alejandro Gil la hazaña de haber podido ser pareja. Porque supieron después que en aquella fiesta en El Jardín el ambiente estaba un poco "turbio", con varias peleas y discusiones muy subidas de tonos que estaban amargando el ambiente en varias partes de la discoteca. Ellos no se dieron cuenta, pero según les contó Gil luego, él, que ya había visto la sintonía de sus amigos en el stand, se encargó de resguardarles aquella noche en un lugar tranquilo de la pista. "Vino a vernos mucho a la Feria y luego fue un poco como nuestro guardaespaldas", agradecen ellos. Gil ya les ha adelantado que exigirá turno de palabra el día de la boda para presumir ante los invitados de que él fue uno de los primeros en percatarse de que a Fernández parecía hacerle demasiada ilusión encargarle al cocinero de su stand un bocadillo de jamón.

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