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Me quedo en el pueblo

Madera que se lleva en la sangre

La artesana Vanesa de la Campa sigue la estela de su abuelo ebanista y trabaja la talla y el torno

Vanesa de la Campa Paz, con una de sus obras más queridas, el Rey Pelayo. | Ana Paz Paredes

Nunca es tarde para dedicarse a aquello que uno siempre deseó. Así lo supo siempre Vanesa de la Campa Paz quien este año por fin ha decidido sacar al mundo toda su obra artesana en madera y acudir a los primeros mercados para palpar, de primera mano, cómo es recibido su trabajo entre el público. "Estudié Derecho y me quedaron cinco asignaturas para acabar la carrera, aunque yo quería estudiar Bellas Artes. Durante aquel tiempo compaginaba mis estudios con mi trabajo como dependiente en una tienda de congelados en Avilés", recuerda esta artesana quien, ya desde niña, dibujaba y pintaba al óleo.

"Cuando mis padres compraron la finca en la que vivimos, cogí un trozo de madera y, a partir de ese momento, mi vida cambió", recuerda ella, y enseguida hace referencia a su abuelo, Rubén, que era ebanista.

Lo cierto es que la madera, la talla, su trabajo, le viene de cuna, pues su padre, aún no ejerciendo la misma profesión que el abuelo, hizo toda la carpintería de la casa, algo que ella destaca con orgullo. Ella, por su parte, empezó a trabajar la madera a los 18 años.

"Era muy autodidacta y ya había realizado determinados trabajos en casa, como los cabeceros de las camas, cuando decidí asistir al taller que Tere Lorences, "El Arte de Forgar", tiene en Oviedo, para realizar una pieza concreta que tenía especial relevancia para mi familia y para mí. Ahí llevo acudiendo cuatro años. Además de ofrecer mi trabajo artesano a quien le guste, espero también llegar algún día a dar clases", afirma.

Visitar su taller es descubrir numerosas piezas a cual más interesantes, tanto por su perfecta ejecución como por la belleza de unos artículos que, además, sabe combinar con su propio estilo, más moderno y singular.

Son cajas, bolígrafos, plumas, cuadros, jarrones, navajas, platos, relojes y cuelga llaves que firma con el nombre de "Druidesa, artesana de la madera". Trabaja, principalmente, castaño, nogal y algo de haya.

Es posiblemente la única artesana que, además de tallar, es también tornera. "Me apunté a un curso que salió en el Inem, cuando estaba al paro, sobre tornería que impartía en Siero Nacio Quirós y allí aprendí. Coincidí con un tornero de la asociación ‘Les Forgaxes’ y un día trajo el torno y me quedé enganchada. El torno sigue siendo un gran desconocido para la gente, que lo asocia a un cuenco, pero tiene muchísimas posibilidades", explica. Con el citado aparato realiza unas piezas únicas inspiradas en las piezas japonesas, kokeshi. "Cuando empecé en el mundo del torno conocí estas piezas y me quedé enganchadísima a la forma de hacerlas. Ahora hago mis versiones y también las pinto y la decoro", explica.

Uno de sus trabajos por los que tiene especial cariño es el cuadro en madera que hizo del rey Pelayo. "Era la primera vez que trabajaba madera de tilo, que es más blanda que el castaño y que el nogal, y por eso fue para mi un reto. Es un cuadro que me gusta mucho y en que también lo combiné con el trabajo del torno pues los clavos del escudo los hice con esa técnica". Esta obra fue merecedora, este año, del primer premio en los IX Encuentros con la Madera que tuvieron lugar en Pravia.

Ella, que vive y trabaja en su casa de La Cangueta, en Pillarno, y que cree en el emprendimiento rural, dice que con este trabajo lo que quiere, entre otras cosas, "es seguir disfrutando con lo que hago y, a partir de esto año, compartiéndolo con el público. Me gusta ir a los mercados y ver la reacción de la gente, conocer sus opiniones, es lo que me apetece hacer en este momento, lo que no quita que, en un futuro, no se si cercano o lejano, opte por dar clases", afirma esta mujer para quien el trabajo en madera no tiene límites.

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