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El cultivo de faba asturiana se dispara con más hectáreas que nunca: 218

El consejo regulador aspira a que la nueva cosecha produzca más de 300 toneladas susceptibles de lucir el sello de calidad: "Es un momento dulce"

"Las marcas Faba Asturiana y Verdina de Asturias están pasando ahora mismo por un momento dulce, tanto en certificación como en implicación del sector", constatan en el consejo regulador de la Identificación Geográfica Protegida (IGP).

No es para menos. Es este un año uno con récord histórico de certificación de faba (más de 140 toneladas se prevén etiquetar); en el que la cosecha anterior ha sido agotada –a principios de verano era tarea imposible para hosteleros y consumidores encontrar alubia IGP asturiana en el mercado–; y en el que hay más superficie sembrada que nunca, con 135 productores que siembran 218 hectáreas en las que 23 de ellos también plantan (51 hectáreas) las ricas y cada vez más demandadas por los exigentes chefs verdinas.

"El sector se profesionaliza a pasos agigantados y se ve el cultivo de la faba como una oportunidad de futuro", constata Paula Álvarez, directora del consejo regulador. Queda poco para empezar a certificar la nueva cosecha, que ya se recolecta por las tierras asturianas. "Con los datos de plantación estimamos que sean unas 300 toneladas de faba asturiana susceptible de amparar y 80 toneladas de verdina", añade Álvarez.

Basta comparar los datos actuales de la IGP con los de hace una década para demostrar que en el consejo regulador –que preside el productor Sergio Suárez– tienen motivos para alegrarse. Son ahora 135 agricultores con 218 hectáreas, mientras que en 2002 había 96 hectáreas sembradas por 129 agricultores. "Esta implicación es sinónimo de marca, la demanda de Faba Asturiana y Verdina de Asturias en el consumidor ha conseguido que los dos sectores implicados trabajen cada día más unidos buscando el mejor equilibrio posible para poder darle al consumidor no solo la mejor calidad de un producto único, sino la mejor cantidad", explica convencida Álvarez.

Más datos en positivo: en la última década se ha pasado de certificar 67 toneladas de faba a más de 140 que se prevén superar en la última campaña. Un dato a reseñar, aseguran en la IGP, es que se certifica –es decir, cumple los parámetros de calidad exigidos para el sello de calidad– más del 70% de lo que se produce. "En poco menos de dos meses arrancamos con la certificación de las dos campañas de faba y verdina 2022/2023 que cuenta con mas superficie sembrada que nunca, 218 hectáreas en faba y 51 hectáreas en verdina, lo que se estima una producción de 300 toneladas de faba asturiana susceptible de amparar y 80 toneladas de verdina de Asturias".

Paula Álvarez tiene claro que esto es solo el principio y queda mucho nicho de mercado. Echa unas cuentas sencillas: "Solo producimos 211.000 kilos. Si en Asturias hay censadas en torno a un millón de personas, no tocamos a más de dos fabadas por cada. Con lo cual, estamos ante un sector positivo, con un coste de producción elevado pero a día de hoy con unas ventas aseguradas".

Hay pros y contras en la faba, no obstante, como la competencia desleal o el fraude, con alubia importada del exterior que se hace pasar por asturiana. En la IGP siempre han dejado claro que no tienen problema en que en Asturias se comercialicen fabas de otros lugares, pero siempre informado de su origen "Ese nicho de mercado necesario para abastecer al resto de asturianos y al sector turístico está ocupado por las alubias de importación u otros orígenes que se hacen pasar por asturianas cuando no lo son, y que no solo afectan al deterioro de imagen comercial que un turista se pueda llevar de Asturias sino que también a una competencia desleal para nuestros agricultores que nunca van a poder competir con los precios de las alubias de importación", advierte la directora.

La receta del consejo regulador para avanzar y mejorar es clara: que se profesionalice el sector, que los jóvenes que hoy se incorporan al régimen agrario "lo hagan para quedarse" y para verlo tan económicamente viable que vean que sus hijos tienen una oportunidad de futuro. "La gente debe sentirse orgullosa de que se quedan en el campo porque les da la gana, no porque sea la alternativa de futuro que tengan por no querer estudiar, sino que tienen que sentir el orgullo de poder trabajar en lo que quieren con las mejoras que el siglo XXI les brinda y con una solvencia económica digna de su trabajo", concluye la directora de la IGP.

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