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El tornillo que ha dejado en silla de ruedas a Gerardo Iglesias por un "atormentante" dolor

El exsecretario del PCE denuncia "sectarismo político" en el retraso de su operación lumbar: "Estoy abandonado por la sanidad pública"

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Gerardo Iglesias, exsecretario del PCE, sale del HUCA y denuncia el "abandonado por la sanidad pública" Miki López

Las noches son un tormento para Gerardo Iglesias, según sus propias palabras. El que fuera secretario general del PCE y fundador de IU –actividad política que dejó para volver a la mina a principios de los 90 hasta que un accidente laboral le obligó a retirarse– tiene grandes complicaciones para abrocharse los botones de la camisa o ponerse la chaqueta. No digamos ya para calzarse o aguantar largo rato de pie, algo a lo que renunció hace meses, al igual que a los paseos, cortos pero paseos al fin y al cabo, por el Parque de Invierno de Oviedo. "Ahora solo camino y poco, por mi casa", explica.

Lo único que quiere Gerardo Iglesias es que le quiten un tornillo. Es un resumen, sin entrar a detalles pero muy gráfico, para explicar de forma sencilla el calvario que sufre el mierense desde un ya lejano accidente minero que le ocasionó graves secuelas y un estado de salud muy precario cuyo progresivo deterioro le ha dejado en silla de ruedas. 

Así compareció este viernes delante del Hospital Universitario de Asturias (HUCA), en su silla de ruedas, para denunciar públicamente su situación y clamar por esa intervención quirúrgica que le prometieron en enero –retirar un tornillo mal colocado en una operación anterior hace años que es fuente de su dolor «abrasador e incapacitante» diario– y que a día de hoy no se ha producido.

«No quiero dar pena», dijo el político al término de su comparecencia, rodeado de varios amigos y conocidos, entre ellos, el diputado de Podemos Daniel Ripa. Iglesias ha querido denunciar el «abandono» que sufre por parte de la sanidad pública, motivado, a su juicio, por las listas de espera y la falta de cobertura de plazas sanitarias que den salida a toda la demanda asistencial. Pero también ve «sectarismo político» y algo «personal» en los retrasos de su intervención por ser quien es. 

Porque no se explica si no el exdirigente comunista una demora de diez meses, pese a que en verano le hicieron ya –no sin más retrasos y un «baile» de citas– el preoperatorio. «He decidido hacer público el intolerable trato que me viene dispensando la sanidad pública a lo largo de muchos años», señaló. Denuncia una «desatención» de los servicios sanitarios «absolutamente inaceptable», vinculada a su «deshumanización», a la falta de cobertura de plazas y a un «intento de ir privatizando poco a poco». Lo hace a titulo personal, no sin ocultar cierta desesperación por un estado de salud que califica de «lamentable», pero también para ayudar a otros ciudadanos que puedan verse en su misma situación.

«No voy a ocultar otro sentimiento que tengo. Junto a esas razones objetivas y que viven muchos ciudadanos, en mi caso hay algo personal, y estoy convencido de ello. Hay un entorno social determinado que me tiene odio y no lo digo a humo de paja», resalta convencido. Admite que ha llamado a varias puertas, habida cuenta de su conocida y notable trayectoria, para tratar de conocer el estado de sus expedientes médicos, sus citas, los diagnósticos que no llegaban... Ha tirado de familia, amigos, profesionales sanitarios y dirigentes sindicales. 

Defensor del Pueblo

Llegó a pedir entrevistarse –sin mucho éxito, recalcó– con el Consejero de Salud y el Presidente del Principado. Ha llevado su caso ante el Defensor del Pueblo, al que ha remitido un informe en el que detalla pormenorizadamente, con fechas y documentos, su calvario particular tanto para curar o mantener a raya su dolencia lumbar, así como para acceder a las prestaciones sanitarias correspondientes. Por tener, explica, ha tenido problemas incluso para disponer de toda la medicación necesaria, analgésicos y también fármacos para tratar estados depresivos, que en ocasiones han querido recortarle.

Cuando en enero firmó la autorización para operarse y retirar el citado tornillo, origen de sus dolores, vio el cielo abierto. Pero este se ha vuelto a cerrar diez meses después, sin tener noticia de cuándo se le intervendrá. «El lunes 26 de septiembre una persona de confianza fue a informarse. La respuesta fue de lo más alarmante: hay 60 pacientes delante y solo operan una vez por semana. Así, tardarían un año y medio en operarme», resume. Y añade: «Me pregunto quién obstaculizó la operación que me iban a hacer en junio. ¿Cuál es la causa? El problema es muy grave».

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