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Los asturianos que viven solos, al alza, lo hacen por decisión propia: "Todo ventajas"

Tanto mayores como jóvenes anteponen libertad a comodidad para residir en soledad, si bien admiten problemas económicos y para conciliar

A la izquierda, arriba, Agustina Pandiello; debajo, Luis Rodríguez; en el centro, Floro Díaz; a la derecha, arriba, Alfredo Turrado; y debajo, Fredy García. |

Esta información ha sido elaborada por: Tania Cascudo (Tapia), David Orihuela (Langreo), Nel Oliveira (Gijón), Lorena Landázuri (Oviedo) y Marián Martínez (Avilés)

Floro Díaz, jubilado de Ensidesa y toda una institución en Tapia de Casariego, cumplirá 98 años el próximo 18 de enero y desde que falleció su mujer, hace veinticinco años, vive solo. "Si te acostumbras a estar solo no hay problema, porque no te encuentras igual que en tu casa en ningún sitio. Yo siempre me arreglé bien", confiesa. Algo más joven es Alfredo Turrado, quien también vive solo en Langreo, por decisión propia, tras divorciarse. "Siempre fui muy independiente, es mi forma de vida", dice.

Ambos son parte de ese 32% de hogares con un solo miembro en Asturias, la comunidad que encabeza el ranking en España con más personas que residen solas. Muchos son mayores, pero también hay muchos a partir de los 35 años que opta por esta fórmula. Algo que todos comparten los que han contado su experiencia para LA NUEVA ESPAÑA, independientemente de su edad, es que están solos por decisión persona y, además, encantados de la vida.

Alfredo Turrado, por ejemplo, se casó, pero aquello no funcionó: "Decidí no volver a juntarme". En realidad, siempre le tiró más vivir solo que en pareja. ""Me gusta estar en mi casa sin nadie, viendo una película, leyendo, investigando cosas, escuchando música...", explica. "Eso no quiere decir que sea asocial. Lo que ocurre es que mi casa es mi refugio". No todo son ventajas, hay también problemas. Vivir solo dificulta mucho la conciliación. Turrado tiene un hijo y cuando al pequeño le toca estar con él la cosa se complica: "No hay una red a la que acudir y poder dejar a tu hijo si estas trabajando". Cuando son dos personas las que tienen que hacerse cargo de los hijos todo se puede negociar y ajustar mejor, pero siendo uno solo es difícil. Otro de los inconvenientes, "tal vez el mayor", es la economía. Hacer frente a los gastos de una vivienda con un solo sueldo se pone cada vez más cuesta arriba. En lo que no encuentra problemas este langreano es a la hora de hacer la compra y comer: "Tuve en mi madre la mejor maestra para ir al súper. Está mal que yo lo diga, pero cocino bastante bien, así que un día a la semana me pongo a ello, hago distintas cosas para varios días y para varias personas y luego lo congelo", presume.

"A las personas que viven solas les digo que vivan la vida, que no se amarguen y que hagan lo que les venga bien". Quien suscribe esta frase tiene experiencia, y mucha. Es el tapiego Floro Díaz, quien se resiste a dejar su piso de toda la vida, aunque, por insistencia familiar, come y duerme con su hija Inés. "La cena la sigo haciendo yo", dice con orgullo. Ella no oculta su preocupación porque, con la edad, su padre ya no se defiende como en los primeros años, pero respeta su decisión de seguir siendo completamente autónomo.

"Desde que murió mi madre siempre fue completamente independiente y no necesitó de nadie, hizo lo que quiso y como quiso", añade, mientras el protagonista, bromista incansable, apostilla que por eso está "tan rejuvenecido". Y es que Floro se resiste a envejecer, y esa mentalidad joven es lo que, opina su hija, le mantiene "enérgico". Cuando su mujer enfermó, él tomó las riendas de la casa, ocupándose de todos los quehaceres del hogar, desde la comida a la limpieza, y ahora se resiste a dejar de hacerlo y lucha por conservar al máximo su autonomía. "No pienses que no tengo miedo a caer o que me pase algo, porque ya tuve algún susto, pero no vas a vivir muriéndote", señala, mientras cuenta que sigue subiendo dos veces al día las escaleras para acceder a su viejo piso, un tercero sin ascensor.

"Vivo solo porque me parece que son todo ventajas", afirma rotundo Fredy García, natural de Cangas del Narcea y profesor de Educación Física. Tras cuatro años en pareja, decidió asentarse en Asturias al volver de Jaca donde sacó la oposición de maestro. La suerte de disponer de una vivienda en Oviedo le permitió dar el salto a la capital asturiana sin mayor esfuerzo. "No tengo hijos, ni pareja, ni sigo ninguno de los convencionalismos que siempre nos han dicho que tenemos que asumir, como formar una familia o casarse", cuenta.

Entre las bondades de vivir con uno mismo, el espacio, la independencia y la posibilidad de no tener que imponer o padecer manías propias o ajenas, se presentan como irrenunciables para él. "Me encuentro muy a gusto viviendo así. De hecho, yo no estoy solo. Hay mucha gente que vive con alguien y sí se siente solo. Yo tengo a mis amigos y a mi familia y me siento bien así", recalca. La paz, la comodidad y la tranquilidad son otros de los puntos que pone en valor. No obstante, "Cachu" le rompe esa tranquilidad a veces. Es el caniche toy con el que comparte casa. A sus 43 años, lejos de contemplar la idea de abandonar la soltería, con los años se reafirma en la idea de que es la mejor decisión.

"Yo no le encuentro inconvenientes. Me levanto cuando quiero, duermo con la radio puesta si me apetece, no molesto ni me molestan", insiste a pesar de no desechar la idea de que "si aparece alguien con quien tengo complicidad y me llevo bien podría plantearme algo, aunque lo veo difícil porque ya tengo mi vida hecha".

Una de las principales dificultades que Fredy García ve para cambiar de estado es la convivencia. "Es muy complicado que todo fluya y cada vez me da más pereza. Estando solo se está a las mil maravillas". No obstante, advierte de la presión social y el apego a los convencionalismos como la única pega. "Siempre escuchas a la gente insistir en lo que te pierdes al vivir solo, aunque igualmente, los oyes quejarse de los problemas de la convivencia. En ese sentido yo tengo una paz interior que no cambio por nada del mundo".

Esos inconvenientes pautados por opiniones externas llevan a la sociedad "a recordarte que estas solo y nada más lejos de la realidad. Hay millones de cosas que hacer, mientras te respete la forma física". En su caso, debido a su profesión y a su estilo de vida, el deporte es un imprescindible en su rutina. "Hago snowboard, voy al gimnasio, en bici de montaña y carretera… no paro", cuenta el profesor, quien recalca que "la vida es mucho más que vivir en pareja. Me siento amo y dueño de todo lo que quiero hacer", remata García.

Los mayores luchan por mantener su autonomía; los más jóvenes buscan libertad

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Agustina Pandiello García, de 81 años, lleva viviendo sola toda la vida por decisión personal. Natural de Cangas de Onís, primero lo hizo en Madrid –de alquiler– y ahora reside en una céntrica calle de Gijón. Reconoce que aunque prefiere la vida en solitario –no se casó ni tuvo hijos– es "muy de familia".

"Soy la segunda de once hermanos y siempre están pendientes de mí", apunta. A pesar de que para ella vivir sola no es ninguna novedad, sí se muestra algo preocupada con que con el paso de los años lleguen las dificultades: "De momento me manejo perfectamente, pero está claro que en estas edades todos vamos a peor. Mientras pueda, tenga la cabeza en su sitio y me defienda bien, nunca daré que hacer a los que tenga a mi alrededor". En su vida diaria, de momento, no encuentra ningún impedimento que la prive de realizar sus actividades rutinarias: desde las tareas del hogar hasta hacer la compra en el supermercado o dar un tranquilo paseo por el barrio. "La verdad es que no me puedo quejar, tengo todo lo que necesito al lado de mi casa. Con poder ir a los sitios que necesito para tener una vida tranquila, me basta. No necesito más", reconoce la mujer.

Ahora, debido a la edad, explica que se mueve con bastón y que no puede, por ejemplo, agacharse para realizar algunas de las tareas hogareñas. Pero eso no le impide llevar la vida que siempre quiso tener: "Soy consciente de que con el tiempo van a llegar los límites, pero mientras tanto voy a seguir haciendo mi vida, estando a mi bola, como digo yo". Y es que es precisamente esa independencia la que, según define ella misma, le ha caracterizado toda su vida. Desde muy joven tuvo su primera experiencia en solitario en Madrid, donde fue a formarse como docente de preescolares, y ya a principio de los años 80 del siglo pasado hizo de Gijón el lugar en el que ya se quedaría a vivir por el resto de sus días.

Lo que más le preocupa de vivir sola a sus 81 años es tener algún problema de salud y que no se encuentre capacitada para pedir ayuda. "Siempre pienso que si me pongo mala de noche no hay nadie que se de cuenta", apena. No obstante, cuenta con una familia que siempre está preocupada por ella, sin dejar que la soledad se apodere de su vida a pesar de llevar toda una vida viviendo en solitario por voluntad propia.

Luis Rodríguez tiene 82 años y se quedó viudo hace 16. Vive con su perro "Doni", un cachorro de maltés blanco como la nieve que le mantiene "muy entretenido con sus travesuras" desde que llegó a su vida hace unos meses. Presidente del Patronato de la histórica Escuela de Artes y Oficios de Avilés, también es vicepresidente de la Asociación Lepanto Veteranos de la Armada y miembro de la Asociación de Maestros Industriales y Técnicos Profesionales.

Padre de tres hijas y un hijo, prefiere vivir solo es su amplio piso de Avilés. "Soy un poco raro", asegura. "Mis hijas viven aquí, en mi entorno, pero sé que solo les iba a dar la lata. Mientras me funcione la cabeza y me pueda manejar, prefiero arreglarme solo, a mi manera", afirma contundente. Admite que los inicios fueron duros. "Al principio me costó mucho estar solo. Fue una experiencia muy fuerte. Estaba acostumbrado a una vida muy familiar cuando mis hijos estaban en casa. Después se fueron casando y quedamos mi mujer y yo solos. Y también entonces nos costó mucho. Así que cuando faltó mi mujer pensé que, igual que me había adaptado a que se fueran los hijos, tendría que volver a adaptarme a estar solo. Pero es cierto que hubo momentos muy difíciles".

Los tres primeros meses tras el fallecimiento de su mujer, una de sus hijas vivió con él. "Fue estupendo, pero yo soy muy independiente y no me gusta dar guerra. Ella estaba pendiente continuamente, y así no podía ser", asegura Luis. Tampoco niega que no le gusta sentirse controlado. "Eso de que me digan lo que puedo o no puedo hacer, si entro o si salgo… eso lo llevo mal".

Este avilesino entró a trabajar en Asturiana de Zinc (Azsa) con 16 años y se jubiló con 69. "Toda mi vida en la compañía", resume él. Así que desde que "quedé en casa" buscó actividades para llenar su día a día. Fue así como se volcó en las asociaciones a las que pertenece, y más desde que enviudó. "Estoy ocupado todo el día. Suelo madrugar, procuro caminar a diario unos 10 kilómetros entre la mañana y la tarde, y gozo de buena salud. Así que estoy estupendamente", asegura optimista y alegre.

El avilesino no ve ninguna ventaja en vivir solo, aunque admite que le costaría "muchííííísimo" compartir su vida con otra persona que no sea su perrín. "El ser humano, por naturaleza, necesita una pareja, pero después de que ha faltado después de toda una vida, hay que seguir adelante", afirma. "Llegas a acostumbrarte y lo único que pides es poder seguir y ayudar a otras personas. Eso es lo que más te llena y te hace disfrutar". ¿Y lo peor? "¡Las tareas de la casa!", asegura riendo, pero contundente. "Ahora empieza el frío y hay que ir a lavar el nórdico y ponerlo. Es horrible. Como la lista de la compra…". Luis Rodríguez se sintió muy solo cuando se murió su anterior perro hace seis meses. Pero llegó Doni, "y volvió a motivarme, porque es muy trasto, muy vivo y también me tiene súper entretenido. Todo está bien".

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