El pueblo más navideño del mundo está en Quirós

Los vecinos de Aciera decoran el exterior de sus casas para aumentar el calor humano de las fiestas: "Es un motivo más de cohesión"

Pablo Álvarez

Pablo Álvarez

Si el espíritu de la Navidad consiste en compartir ilusiones y proyectos, Aciera (concejo de Quirós) es el pueblo más navideño del mundo. Extendidas –o más bien abigarradas– sobre la falda del macizo de Ubiña, las casi cincuenta viviendas de esta localidad compiten entre sí por convertir las fiestas navideñas en un canto a la sana vecindad, la imaginación y el buen gusto. "No creo que haya ningún pueblo en Asturias en el que toda la gente decore el exterior de sus casas", comentaba un vecino a otro, ayer, sábado, minutos después del encendido de las luces y adornos.

Con seis grados de temperatura y las crestas de Ubiña manchadas por los primeros neveros del otoño, la calidez humana se palpaba en el ambiente. Jardines, antojanas, paredes, balcones, arcos de ventanas... Cualquier espacio externo es adecuado para instalar decoraciones, luces, figuras, escenas... No se libra la valiosa flota de hórreos de Aciera, entre ellos uno de los más antiguos de Asturias: en pie lleva más de 500 años.

José Antonio Carnero ha montado una singular escena de figuras en el interior de una urna, a su vez incrustada en el suelo de la entrada de su casa. Lo ha hecho pensando en sus nietos. Leonés afincado en Avilés, descubrió Aciera "por casualidad, hace 38 años". Le encantó el valle y pudo comprar una casa: "Pasamos aquí largas temporadas. Hace años, creamos una asociación de vecinos. Aquí sabemos que si queremos algo, tenemos que hacerlo nosotros. Dedicamos unos días al año a sestaferias", explica. Esta celebración coral de la Navidad se suma "a la bonitada que solemos hacer en agosto, al amagüestu del otoño y a otras cosas que se nos ocurren". ¿Qué pretenden con la decoración navideña? "Tener un motivo más de cohesión vecinal".

Aciera: un pueblo entero es Navidad

Los vecinos y allegados de Aciera, en el centro del pueblo, minutos después del encendido de la decoración navideña. | Mara Villamuza / Pablo Álvarez

Luis Venta vive en Oviedo. Su conexión con Aciera viene por su mujer, natural del lugar: "Este pueblo destaca por la unión de sus gentes. Queremos ser una referencia no solo del valle, sino de toda Asturias, y creo que vamos a conseguirlo". Avelino Menéndez también es "acierano" consorte: "Se están comprando todas las casas. Es lógico, es un pueblo acogedor, bien comunicado, con un tipo de vivienda bonito y con algunos atractivos importantes".

Aciera está emplazado a unos 35 kilómetros de Oviedo, lo que se traduce en otros tantos minutos de coche para llegar. A unos cientos de metros, el embalse de Valdemurio, escenario veraniego de actividades acuáticas; y, al lado, El Llano, sede de una escuela de escalada deportiva con mucho tirón. De manera fija residen en el lugar una docena de familias. En verano, la población se multiplica. La asociación vecinal reúne a unos 125 miembros.

María Arranz (decoradora de interiores) y Renato Mendes viven en Madrid, pero han trasladado su creatividad por unos días al domicilio de su abuela, ahora poblada de ovejas, renos y otros elementos ornamentales. Y eso hace que la de Matilde Barrio sea una de las casas de Aciera que los vecinos aconsejan visitar.

Porque resulta que la idiosincrasia de los habitantes de Aciera les lleva no tanto a invitar a ver su propia instalación como las de otros vecinos:

–Tenéis que ir al fondo del pueblo –recomienda una acierana.

Los vecinos y allegados de Aciera, en el centro del pueblo, minutos después del encendido de la decoración navideña. | Mara Villamuza

Adelaida (Lali) Menéndez y Miguel San José, en la antojana de su casa, profusamente decorada. | Mara Villamuza / Pablo Álvarez

Y nos conduce a la casa de Charo Viejo y Ramón Prieto. Viven en Gijón, pero en Aciera tienen la casa de la familia paterna de Charo. Son un binomio complementario. "Ella piensa y yo ejecuto", dice Ramón. Y agrega con ironía: "Pero esta vez pensó demasiado". En efecto, Charo ha ido este año más lejos que nunca: un buzón de los sueños, un bosque encantado... "Me encantan los duendes. Será que soy muy niña...", dice sonriendo. Y añade: "Se ha creado una motivación entre unos vecinos y otros. Es una ilusión tremenda. Según desmontamos al final de la Navidad, ya estamos pensando en qué haremos al año siguiente".

Y aún más al fondo del pueblo, en otra dirección, Charo Vigil y Coloma Bastida son dos de las artífices de una estrella que luce a unos 200 metros de altitud sobre Aciera. En la oscuridad de la noche, parece la luminaria de un imaginario retablo. Se halla en un risco llamado Pirueño: un grupo de casas junto a las ruinas de la capilla de Santa Olaya, que, con un tejo masculino, disfruta de la calificación de Bien de Interés Cultural (BIC).

Gracias a su privilegiado emplazamiento, Pirueño es el observatorio fetén de Aciera, iluminada cada noche de Navidad como un bien de cohesión vecinal.

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