El día en que una charla de ascensor y varias banderas de Asturias cambiaron a Diego Canga

El candidato del PP a la Presidencia de Asturias da el salto a la política regional porque cree que ya no hay tiempo que perder para cambiar el rumbo del Principado

Diego Canga

Diego Canga / Pablo García

Para entender el salto a la política asturiana de Diego Canga (Oviedo. 1964) hay que hacer otro salto, pero en el tiempo. Viajemos treinta años atrás. Es 25 de noviembre de 1992, una fría mañana en Bruselas. El joven funcionario de la Unión Europea Diego Canga (entonces tiene 29 años) acude a su trabajo en las tripas de la administración comunitaria. Son las ocho de la mañana. Ya se escuchaban desde más atrás, pero a cien metros del edificio Charlemagne (Carlomagno, sede de la Comisión Europea) Canga se da de bruces con una explosión de banderas de Asturias e ikurriñas vascas. Casi 300 trabajadores de la siderurgia se manifiestan, como eco de la histórica «Marcha de Hierro», ante las instituciones europeas. Es un día clave para el acero español. El español Claudio Aranzadi acude a una reunión de Ministros de Industria de la que saldrá definido para los años venideros el futuro de la siderurgia española. Y de la asturiana, sin duda. Diego Canga aprieta el paso, hunde las manos en los bolsillos del abrigo y siente cierto entusiasmo patrio por las banderas asturianas. Hasta que se mete en un ascensor.

Diego Canga con el entonces presidente del Principado, Javier Fernández, quien le concedió la Medalla de Plata de Asturias y lo integró en su «comité de sabios».

Diego Canga con el entonces presidente del Principado, Javier Fernández, quien le concedió la Medalla de Plata de Asturias y lo integró en su «comité de sabios». / Vicente Montes

Diego Canga tiene casi 30 años, no hace mucho que ha accedido a un puesto como funcionario de la UE para el que ha tenido que superar una dura oposición. Estamos en un ascensor en 1992 y se cierran las puertas, y alguien dice algo banal, una conversación de ascensor: «¿De qué es la manifestación de hoy?». Bruselas es un manifestódromo; raro es el día en el que alguien no protesta por algún efecto de la construcción de una economía coordinada para todo un continente. Uno de los hombres de corbata dice: «Creo que es de unos trabajadores de la siderurgia; a ver si dejan de molestar».

Diego Canga, en el reconocimiento de LA NUEVA ESPAÑA a Compromiso Asturias XXI.

Diego Canga, en el reconocimiento de LA NUEVA ESPAÑA a Compromiso Asturias XXI. / Vicente Montes

Esta anécdota ha sido referida en muchas ocasiones por el propio Canga a sus más cercanos: «A mí se me quebró algo dentro. ¿Cómo que molestar? Eran de los míos», ha expresado en círculos íntimos en los que ha referido el suceso. La cosa no quedó ahí. El relato prosigue con un Diego Canga que pasa incómodo toda la mañana y decide, por las buenas, asistir a la reunión de los ministros de Industria de la Unión Europea. Por asistir me refiero a estar presente, a sentarse a escuchar lo que opinan los ministros de los países europeos. Era una opción que, por su puesto, Canga tenía.

En aquel entonces, en Asturias se veía bajo sospecha a Aranzadi; era un ministro vasco que debía pelear por la siderurgia, y quizás podía tener la tentación de salvar antes a la suya que a la asturiana. El joven Diego Canga comprueba que no, que Aranzadi defendió un discurso de Estado, tratando por igual las exigencias del País Vasco y las asturianas. Impecable. Pero luego tomó la palabra la ministra de Industria danesa: «Ya está bien de dar subvenciones a los españoles; yo he puesto orden en mi país, que hagan lo propio en el suyo».

Este relato de anagnórisis «canguiana» continúa. Diego Canga llega a casa al final del día, mira a su esposa y le cuenta la experiencia: «No puedo dedicarme a mirarme mi ombligo, tengo que hacer algo», le dice. Y ahí nació el «pacto de la fabada».

Buen compango

El «pacto de la fabada» fue en realidad una reunión de amigos. Diego Canga decide juntar periódicamente a los asturianos en Bruselas para compartir el plato patrio. Al principio, los comensales eran asturianos de toda condición, pero con el tiempo empezaron a sumarse nombres relevantes. Por esa fabada pasaron los presidentes Juan Luis Rodríguez-Vigil, Antonio Trevín, Sergio Marqués, Vicente Álvarez-Areces, Javier Fernández… Y como toda buena fabada lo es si tiene mejor compangu, entre platos y charlas se forja el germen de Compromiso Asturias XXI.

Esa suerte de think-tank asturiano ha sido una rara avis en esta región, una patria en la que se vuelcan asturianos con carreras de éxito en medio planeta y que sienten que hay una deuda no escrita que deben saldar con su tierra natal. Diego Canga fue uno de los primeros impulsores de una entidad que ha sido referente ajeno a ideologías sobre cómo devolver a Asturias lo que Asturias ha dado al mundo. Aquella fabada inició un movimiento imparable. Aquellas banderas de Asturias en el corazón de Bruselas tuvieron la culpa.

Hagamos otro salto en el tiempo. Hace unos dos años. Asturianos vinculados al Partido Popular contactan con Diego Canga y le inoculan el gusanillo de la política. «Deberías dar el paso, Diego», le dijeron. Y aquel virus queda ahí, en su cerebro, haciendo su trabajo. Hasta que se encuentra con un titular de LA NUEVA ESPAÑA. Es el pasado 14 de octubre. Este periódico publica: «Asturias perderá en 15 años casi 67.000 habitantes, la población de Siero y Corvera», haciéndose eco de una proyección demográfica del INE. Según la explicación que Diego Canga ha trasladado a su entorno estos días, esas palabras martillean. «¿Qué podía hacer; quedarme en mi confort personal y mi puesto seguro o ser valiente e intentar aportar soluciones a todo eso?», ha dicho a los más allegados a los que consultó antes de tomar la determinación de dar un paso adelante y aceptar las peticiones que le llegaban desde distintos sectores del PP (principalmente de la sede de la dirección nacional en la madrileña calle Génova) y «poner su experiencia al servicio de Asturias». Y, sí, Diego Canga consulta a los suyos: el resultado ya es conocido.

Poco nuevo hay que aportar al perfil de Diego Canga, sobradamente aireado estos días. Quizás, al margen de su currículo oficial, la afición por el deporte. Le recuerdan practicando baloncesto cuatro horas diarias en su época juvenil, es futbolero, amante del ciclismo, corre medias maratones cuando se tercia y soñaba de crío con ser locutor deportivo. Si acaso, por aportar algo distinto, destacar su amor por los animales. Tiene una perra adoptada en el albergue de Oviedo con la que pasea acompañado de su esposa cada vez que tiene ocasión en Asturias. Eso será recurrente a partir de mediados de enero, fecha en la que se instalará definitivamente en el Principado.

A partir de aquí, vamos a lo conocido: Diego Canga es un alto funcionario de la UE al que han recurrido políticos de todo signo para tratar de resolver problemas o encrucijadas relativas a Asturias. Así se explica que en el año 2018 fuese Medalla de Plata del Principado (en un reconocimiento otorgado por el socialista Javier Fernández, quien lo incluyó en su «comité de sabios») o que LA NUEVA ESPAÑA reconoció como «Asturiano del Mes» en calidad de integrante del equipo fundacional de Compromiso Asturias XXI.

Detrás hay una carrera notable: Licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo, especializado en Asuntos Europeos por la Universidad Libre de Bruselas, Diego Canga accede (tras un periodo de docencia en la Universidad de Oviedo y de trabajo en la consultora Arthur Andersen) a una plaza en Bruselas en 1991, en la administración europea. En 1999 ejerce en el Gabinete de la entonces vicepresidenta Ignacia Loyola de Palacio, primera española en acceder a un puesto de ese rango. En ese periodo, Canga fue la vía para muchas reclamaciones de España, entre ellas la prolongación durante 10 años de las ayudas para la minería durante 10 años.

En 2003 pasó a ser Administrador Principal en el Servicio Jurídico del Consejo Europeo en cuestiones vinculadas con las relaciones exteriores; en 2007 asumió el área de Ampliación, Energía, Protección del Consumidor y Salud Pública. Pero buena parte de la carrera en la UE de Diego Canga ha estado vinculada a la de Antonio Tajani, ahora ministro de Asuntos Exteriores y Vicepresidente de italia. Jefe de gabinete de Tajani en 2008, le acompañó entre 2012 y 2014 en la Vicepresidencia en Industria y Emprendimiento, un puesto desde el que el italiano se convirtió en un importante aliado para el Gobierno de España, entonces bajo la Presidencia de Mariano Rajoy.

Fue en esa época en la que la mediación de Canga fue providencial, muy especialmente para que Tajani conociese los problemas que atravesaba la plantilla de la factoría gijonesa de Tenneco, en el Alto de Pumarín, después de que en 2013 la multinacional estadounidense anunciase el cierre. La intervención de Tajani fue decisiva para evitar la clausura. El agradecimiento de la plantilla y de la ciudad de Gijón llegó a plasmarse otorgándole una calle al italiano.

En aquella época se fraguó también la relación con Alberto Núñez Feijóo, quien ahora le ha reclamado para ser candidato del PP en Asturias. En pleno lío por las ayudas del «tax lease», que ponían en entredicho el futuro de los astilleros españoles (en especial los gallegos), Canga fue aliado en un problema que finalmente se resolvió gracias a Pymar (el colectivo de armadores), con el empuje del asturiano.

Canga Fano regresó en 2014 a un puesto como alto cargo en el área de Agricultura de la UE, al mando del servicio de Relaciones Multilaterales y Política de Calidad, donde desarrolló e impulsó proyectos vinculados a la agricultura orgánica, indicaciones geográficas o la promoción de productos agroalimentarios. Pero en 2017 Tajani le reclamó nuevamente cuando fue designado Presidente del Parlamento Europeo y quiso contar con Diego Canga como Jefe de Gabinete.

Tras el fin del periodo presidencial de Tajani, Canga Fano regresó a la administración europea y hace meses fue designado director responsable del ámbito agroalimentario, desde donde ha tenido a su cargo a 85 empleados públicos y un presupuesto de 700 millones de euros.

Y en esas estaba, ejerciendo como integrante del tribunal del World Cheese Award celebrado el pasado 2 de noviembre en Gales, cuando recibió el mensaje de este periódico que ya le trasladaba que su nombre sonaba en círculos muy restringidos del Partido Popular como la mejor opción para ser candidato en Asturias. Alguien que entonces le acompañaba en el certamen reconoce la sorpresa de Canga, porque las conversaciones con Génova se llevaban por ambas partes con una discreción exquisita. En Asturias, el Partido Popular se enredaba en nombres y vetos.

Y esta es la historia de cómo unas banderas asturianas agitadas en torno al futuro de la siderurgia hace 30 años, una charla de ascensor y unas fabadas, acabaron fraguando un candidato electoral. El resto de la historia, desde el momento en el que LA NUEVA ESPAÑA puso fin a las quinielas sobre el cartel electoral del PP asturiano, se escribe a partir de ahora.

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Diego Canga Fano, el funcionario europeo asturiano que más alto ha llegado en Bruselas, siempre ha tenido a Asturias en sus pensamientos y acciones. El que será cabeza de lista de la candidatura del PP regional a la Junta General del Principado acariciaba desde hace tiempo la idea de dar un paso más y entrar en la política activa, un campo del que ha sido observador privilegiado desde sus diferentes altos cargos en Bruselas, uno de ellos como jefe de gabinete del ex presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani. De aquellos deseos de Canga tomó buena nota el hombre fuerte del PP en la capital europea, Esteban González Pons, eurodiputado desde 2014 y actual vicesecretario institucional del PP. En abril, una vez que Teresa Mallada quedó fuera de la carrera a la candidatura y con varias opciones abiertas en Asturias, varias personas del PP asturiano sugirieron el nombre de Diego Canga, junto a otras posibilidades de parecido perfil, reconocen fuentes del PP. No obstante, el nombre de Canga llevaba tiempo trasladándose a la dirección nacional como alternativa. Entonces, González Pons avaló la idea, sabedor del interés de Diego Canga en saltar a la arena política, y también su estrecha vinculación con la tierra en la que nació. A Alberto Núñez Feijoo le sonó bien aquella música. Diego Canga está bien considerado entre todos los que le conocen y presenta un perfil ideal de candidato ganador, justo lo que buscaba el presidente del PP. La opción empezó a tomar cuerpo. Mientras se sucedían las especulaciones, en la cabeza de Feijóo ya estaba aquella idea. Esteban González Pons, que acaba de presentar su nueva novela, «El escaño de Satanás», hizo valer el perfil europeísta de Diego Canga, cuya candidatura fue anunciada en exclusiva por LA NUEVA ESPAÑA. González Pons fue clave para que la balanza se decantase hacia Diego Canga, frente a otras opciones que llegaban de Asturias.

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