Entrevista | Adolfo Rivas Fernández Director de la Fundación Vinjoy

"Quisiera que Asturias optase por un futuro mejor, por ser joven en vez de vieja"

"La pandemia demostró que somos capaces de renunciar a la libertad con mucha facilidad, y se olvidó a colectivos como los adolescentes"

Adolfo Rivas.

Adolfo Rivas. / Miki López

Luis Ángel Vega

Luis Ángel Vega

Compromiso Asturias XXI celebra este miércoles su encuentro anual en el Centro Niemeyer de Avilés, y nombrará Socio de Honor al director de la Fundación Vinjoy, Adolfo Rivas, por su larga trayectoria de "compromiso social" y su impacto en Asturias. Aunque vasco –nació en Baracaldo en 1963–, Rivas se siente agradecido a Asturias, sobre la que piensa que debe optar "por un mejor futuro, por ser joven, en vez de vieja". Partidario de la intervención socioeducativa frente al asistencialismo, ve signos preocupantes: "La pandemia demostró que somos capaces de renunciar a la libertad con mucha facilidad".

–¿Cómo se siente?

–Me hace ilusión porque es un reconocimiento de la sociedad civil –y yo he gastado mi vida en la construcción comunitaria– y me parece curioso que hayan optado por un perfil distinto. No es un asturiano que destaque por alguna disciplina, sino alguien que trabaja en Asturias y por Asturias y además, en una cosa sin especial brillo, como es lo social, muchas veces en el subsuelo de la sociedad. Yo soy vasco, pero vine a Asturias y me sentí querido; nunca voy a poder responder a toda la gente de Asturias como merece.

–En estos últimos tiempos nos hemos dado cuenta de la importancia de lo social.

–Es lo más importante, es lo que somos como sujeto colectivo. Lo social es fundamental, pero no estoy convencido de que le estemos dando la importancia que tiene. Todavía seguimos pensando que hay cosas que se pueden delegar. La libertad y la justicia son indelegables. Hay que afrontarlas directamente desde la ciudadanía, desde la sociedad, no podemos pedir que otros nos las solucionen.

–¿Cómo se inició su interés por lo social?

–De muy joven. Empecé a trabajar en temas socioeducativos con 17 años y tengo 59. Llevo más de 40 años, desde el año 80. Empecé de rebote, porque un sacerdote en nuestro barrio, en Basauri, vio que había problemas juveniles fuertes, como la droga, las bandas... Algunos líderes juveniles pensaron en nosotros para que pudiésemos dar la vuelta a la situación. Y me enamoró la intervención socioeducativa. Yo tengo una ventaja, que a veces es un inconveniente, y es que quiero mucho a la gente, me resulta difícil echarme a un lado, no meterme en los charcos cuando me parece que puedo ser de alguna utilidad acompañando a personas que quieran salir adelante ellas.

–Eso es importante, porque a veces hay personas a las que les falta ese impulso, ¿no?

–Muchas veces, a las personas que están en situación de vulnerabilidad les faltamos bastante al respeto. Decimos: queremos cuidarlas, atenderlas, acompañarlas, vemos que esa situación es injusta. Tenemos que proporcionarles los recursos para que salgan adelante. Esa es la forma de salir con dignidad de esas situaciones. El discurso que yo represento dentro de lo social no es el mayoritario, que es el del paternalismo y el asistencialismo. Ese último discurso significa que tenemos a una gente de pie y a otra de rodillas, siempre de rodillas. El planteamiento de la intervención socioeducativa significa dotar de recursos a las personas para que salgan adelante, acompañándolas, sin empujarlas ni tirar de ellas, pero haciendo que tengan oportunidad real de salir.

–¿Es lo que se intenta desde la Fundación Vinjoy?

–Sí, es lo que representa la Fundación Vinjoy, es lo que hace que sea una fundación singular, de lo más interesante e innovador que tenemos en este país. Puede atender a colectivos diversos, personas sordas, con discapacidad intelectual, con enfermedad mental grave, estudiantes; con expresiones totalmente distintas, en centros sanitarios, educativos y sociales. Y con un mismo modelo: tú eres el que vas a construir tus respuestas y nosotros vamos a ayudarte, a acompañarte.

–¿Cuántos chicos están en la Fundación?

–De forma puntual podemos estar con 8.000 o 10.000 personas, pero acompañamos en procesos socioeducativos a dos mil personas. Solo de Asturias. Me hace ilusión este reconocimiento, no por mí, sino por mi equipo, el mejor que se pueda tener, y eso es una suerte. Tienes la suerte de tener unas personas que quieren compartir una vida y un proyecto. La Fundación Vinjoy es mi proyecto de vida, una forma de abodar la intervención social de forma alternativa. Nació de Asturias y es Asturias. Ahora somos demandados por otras comunidades autónomas, que nos piden que repliquemos el proyecto. Sabemos que si lo hacemos en el País Vasco vamos a tener más recursos y facilidades. Podemos colaborar, la Fundación Vinjoy puede ser un modelo que se puede extender, pero la intervención directa la vamos a seguir haciendo solo en Asturias. Asturias se merece que se luche por ella. Por eso este reconocimiento de Compromiso Asturias XXI nos pega mucho.

–La fe no ha estado muy alejada de este trabajo social, ¿no?

–He estado en muchas cosas y en muchas a la vez, como cuando dirigí Cáritas. No me he guardado nada. Lo das todo, pero recibes mucho más. Yo soy católico, y eso ha sido una puerta que me sacó de las calles, me salvó la vida. Ha sido una constante y un elemento elemento motivador.

–Esa preocupación social, ¿no le ha hecho pensar en entrar en política?

–La política me interesa mucho. Los que somos demócratas creemos en la política y en la salud política. He tenido bastantes ofertas, pero cada uno tiene que saber dónde está. Yo no estoy en lo político, estoy en lo social, y creo que desde ahí puedo ser más útil. He tenido ofertas de todo el abanico político, que me parece bien, porque lo social es transversal. Y hay otra cosa: no estoy seguro de que lo pudiese hacer bien. Es agradable que piensen en ti, pero es una cosa sin recorrido.

–¿Cómo nos ha dejado la pandemia?

–Nos ha hecho daño, pero ya venimos desde hace mucho tiempo con problemas estructurales serios, como comunidad. Ya desde la crisis de 2008 y de 2010, empezamos a correr en lo social al revés. En vez de seguir avanzando en el desarrollo comunitario e intervención socioeducativa, volvimos mucho más a lo asistencial, con una agravante, que las estructuras que nos aguantaron entonces, las familiares, ahora son más débiles. La pandemia ha hecho un daño enorme. Ha demostrado que somos capaces de perder o de renunciar a la libertad con mucha facilidad, y eso es peligroso, no es bonito, es obsceno. Y hay colectivos que no se han tenido en cuenta, como los adolescentes. No lo hemos hecho bien con ellos. No sabemos aún las consecuencias que van a tener. En la adolescencia es cuando se produce la poda neuronal, es decir, te quedan los caminos por lo que vas a circular el resto de tu vida.

–Y ahora la guerra.

–Guerras tenemos constantemente, siempre hay crisis. Importa cómo las vivamos. Si el dolor económico tuviese un beneficio ideológico y social, pues no necesariamente sería malo. Pero no es así. En la crisis de 2010 decíamos que saldríamos mejores, pero luego nos olvidamos. Ahora hay un momento de solidaridad, y piensas que esto también nos puede hacer valorar la democracia, la libertad, la solidaridad...

–Parece que cada vez hay más partidarios de soluciones expeditivas.

–La democracia es suficientemente valiosa para que luchemos por ella y no la demos por hecha. A veces pedimos a las personas en situación de vulnerabilidad que acepten ayuda por dignidad, y es un mal cambio, la dignidad es más valiosa que la ayuda.

–Y vemos cada vez más personas pidiendo para comer, incluso de clase media.

–Ahí volvemos a tener el peligro del asistencialismo. Debemos tener una sociedad en la que eso no pueda pasar. Las familias deben poder salir adelante, no porque se les dé. La dignidad no se puede dar, pero sí reconocer, y hacer que las personas estén con la cabeza alta y siendo los responsables y protagonistas de su vida. A veces, con la apariencia de ayuda, lo que se hace es cronificar situaciones de injusticia. Me gustaría que Asturias tuviese un mejor futuro, que opte por ser joven en vez de ser vieja.

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