Adiós a Juan Velarde, gran maestro de la economía y extraordinario divulgador que siempre pensaba en Asturias

El catedrático desarrolló una intensa actividad académica e intelectual que combinó con el ejercicio público

El fallecimiento ayer en Madrid del profesor y economista asturiano Juan Velarde Fuertes (Salas, 1927) pone fin a la dilatada y relevante ejecutoria pública, académica, funcionarial y divulgadora de quien durante más de sesenta años desplegó una enorme hiperactividad, en la que combinó la cátedra, el articulismo, el estudio de la economía y el ensayo, todo lo cual lo concilió con su implicación directa en algunos pasajes decisivos de la historia económica española de la segunda mitad del siglo XX como técnico, alto funcionario y cargo político de confianza.

Aunque sus facetas fueron múltiples y simultaneó todas las dedicaciones al mismo tiempo, su condición docente fue la que primó en su biografía, en la que descuella sobre todas las demás la faceta de profesor de sucesivas promociones de economistas españoles a lo largo de ochenta años de actividad académica.

La misma dispersión de la que hizo gala en sus actividades marcó a su vez el universo de sus inquietudes intelectuales, en las que todo le interesaba y nada le fue ajeno. En los cursos de verano de La Granda, que impulsó con el rector de la Universidad de Oviedo Teodoro López-Cuesta, debatió de economía, ciencia y otras disciplinas, incluido sobre la teología de la liberación con Leonardo Boff.

Pero su "quizá demasiada curiosidad" y la pasión por el saber –que le llevaba a que le interesara "prácticamente todo", según confesión propia–, acabó confluyendo y enriqueciendo sus posiciones y análisis económicos bajo la premisa –que esgrimió en más de una ocasión– de que "no se pueda opinar de economía estudiando sólo economía".

Esta vocación renacentista fue lo que lo mantuvo en un cierto desconcierto adolescente para elegir carrera tras culminar la reválida de bachillerato. Dubitativo entre la medicina, la ingeniería y el Derecho, entre otras opciones, se inclinó por cursar economía porque la carrera era nueva, la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas estaba aún sin organizar en el viejo caserón de la calle San Bernardo, de Madrid, y esto le concedía tres meses más de vacaciones.

Pocos más descansos se permitió a lo largo de su vida. Su actividad fue incesante. No conducía para aprovechar los desplazamientos para leer. Y en los veranos seguía estudiando, escribiendo artículos, rematando libros y organizando cursos de verano, fuese en la Universidad Hispanoamericana Santa María de la Rábida, de Huelva, de la que fue rector entre 1974 y 1977, o en la Escuela Asturiana de Estudios Hispánicos, de La Granda, que encabezó entre 1978 y el año pasado. Con 95 años y medio, siguió intelectualmente activo hasta la caída que sufrió en su casa de Madrid hace solo unos días, lo que motivó su hospitalización y fue la causa desencadenante de su fallecimiento.

En lo ideológico transitó desde sus posiciones falangistas de juventud hacia las corrientes tecnócratas y reformistas del franquismo que impulsaron las reformas fundamentales de 1957-1959, dieron carpetazo a los fundamentos doctrinales de la dictadura –de corte nacionalista, autárquico y fuertemente proteccionista e intervencionista– y pusieron las bases del desarrollismo de los años 60 con el aperturismo gradual del país. Como economista, se adscribió desde entonces a la corriente mayoritaria, de corte neoclásico, aunque nunca regateó elogios a las aportaciones y talla intelectual de Hayek y la escuela austriaca, por un lado, y de Keynes, que inspiró a la socialdemocracia de posguerra, por otro. Fue también un gran reivindicador de las aportaciones y alumbramientos pioneros de la Escuela de Salamanca, que juzgaba injustamente olvidada.

En su posición ideológica de derechas fue consecuente con la tradición familiar. Su abuelo militó en el Partido Conservador y su padre se movió en el maurismo, aunque luego se adscribió al Partido Reformista y, tras la guerra civil, fue alcalde de Salas durante el primer franquismo.

Pero, a diferencia de sus antecesores, jamás se interesó por el ejercicio de la actividad empresarial y mantuvo una impertérrita vocación pública de la que hacía ostentación. Tras 75 años involucrado en el acontecer económico del país, y pese a sus múltiples conexiones empresariales, políticas y académicas forjadas en ese largo periodo, eludió implicarse en consejos de administración, salvo en el del Banco de Crédito Industrial (BCI), una entidad de propiedad estatal, amén de su pertenencia al consejo asesor en materia de ciencias sociales de alguna fundación de titularidad y origen corporativos.

Nacido en Salas el 26 de junio de 1927, Velarde estudió en el colegio Valdés, que había promovido su padre durante su mandato municipal. Su familia era dueña de uno de los negocios considerados pioneros en Asturias de la elaboración de mantecas al estilo de Flandes. Esta actividad, que se remontaba a 1847, había sido promovida por su bisabuelo, Vicente Velarde, de origen cántabro, quien desarrolló la industria láctea artesanal de la familia en Salas y Somiedo. La mantequera siguió en manos de su abuelo y luego de su padre. La quiebra del negocio fue atribuida por Juan Velarde al difícil contexto marcado por la crisis de 1929 y la Gran depresión de los años 30, que en España enlazó con la tragedia de la Guerra Civil.

Cuando su padre se desplazó a Madrid en 1941 para trabajar en una empresa de material ferroviario en Villaverde, la familia se fue con él. Juan Velarde tenía 14 años. Pese a su prematuro abandono de la región, jamás se desvinculó de su tierra natal. Siguió veraneando en Salas durante los años juveniles y nunca perdió la conexión con Asturias. El acontecer económico, social y político asturiano estuvo siempre, y hasta el final, entre sus preocupaciones latentes. Su última visita a la región la hizo a Avilés el pasado agosto.

En Madrid, estudió la enseñanza secundaria en el instituto Ramiro de Maeztu y al terminar fue cuando se encontró con el dilema de qué camino seguir. Se decantó por la economía mientras estaba en el cine con un amigo que le informó de la nueva facultad que se estaba organizando. Habían acudido a la sala de proyecciones a ver a una de las dos actrices más admiradas por Velarde (Jean Arthur) en una película («Buffalo Bill») que coprotagonizaba con Gary Cooper. 

Integrante de la primera promoción de Ciencias Políticas y Económicas, concluyó la carrera con un expediente destacado e inició su vida docente en 1947 como profesor ayudante en la cátedra de Economía Política que dirigía en la Facultad de Derecho el profesor Luis Olariaga, uno de los economistas que más influyeron en su trayectoria, junto con Manuel de Torres, el asturiano Valentín Andrés Álvarez, Román Perpiñá Grau, José Castañeda, Juan Sardá Dexeus y otros muchos. También fue determinante en su pensamiento la obra de los clásicos, de los que fue un lector ávido, así como las aportaciones de su siempre admirado Antonio Flores de Lemus, amén de los trabajos de autores contemporáneos y las nuevas aportaciones que se iban produciendo, a todo lo cual siempre estuvo atento con una actividad lectora insaciable.

Olariaga fue también determinante en su trayectoria porque, amén de ejercer de profesor ayudante en su cátedra y dar clases al mismo tiempo en la Academia San Vicente Ferrer, dio a Velarde la oportunidad de incorporarse en 1951 a la sección de estadística del Consejo Superior Bancario, cuyo director era el propio Olariaga. Ese mismo año, Velarde inició su carrera funcionarial propiamente dicha tras ingresar por oposición, con el número uno, en el cuerpo nacional de Inspección de Trabajo, dependiente del Ministerio de Trabajo.

En estos años tenía una adscripción aún falangista y en 1953 comenzó a colaborar en el diario «Arriba» y participó en el congreso nacional del partido. A partir de 1957, con la caída del ministro de Trabajo José Girón, Velarde pasó a ser vicesecretario de economía y estadística del Ministerio, con Fermín Sanz-Orrio y luego con Licinio de la Fuente de ministros. En este tiempo participó en la justificación del salario mínimo interprofesional para su instauración y participó en reuniones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Antes, en 1956, se había doctorado en Economía con premio extraordinario.

Los aires reformistas a partir de 1957 y el plan de Estabilización de 1959 le permitieron incorporarse al Ministerio de Planificación y Desarrollo, con Cruz Martínez Esteruelas, y participar en la Comisaría del Plan de Desarrollo, con Laureano López Rodó, Fabián Estapé, Fuentes Quintana, Sardá Dexeus y otros economistas. Este hito supuso una importante evolución en su posición, que coincidió con la obtención de la cátedra de Estructura Económica (en el futuro, Economía Aplicada) por la Universidad de Barcelona y en 1963 por la Complutense, donde ejerció hasta su jubilación. Cuatro años después, en 1967, fracasó en su intento de ser elegido procurador en las Cortes franquistas por el tercio familiar en Asturias. 

A consecuencia de la independencia de Guinea Ecuatorial en 1968, participó en la redacción del Plan de Desarrollo del país, y en 1974 sugirió la compra por el Estado del retrato que Goya hizo a Jovellanos para prevenir el riesgo de que saliera del país. La actividad docente también la desarrolló durante un decenio en la Universidad Pontificia de Comillas (San Pablo CEU). 

Su carrera funcionarial concluyó en el Ministerio de Educación, donde perduró hasta 1982. Antes, en 1975, fue uno de los fundadores de la asociación política Unión del Pueblo Español, que en 1977 se integró en Alianza Popular, actual Partido Popular (PP).

A propuesta del PP, fue miembro del Tribunal de Cuentas entre 1991 y 2012, y también presidió el Observatorio Económico de FAES, la Fundación afín al PP, de cuyo patronato fue vocal.

Durante todo ese dilatado periodo de su vida activa y hasta hace unos meses siguió escribiendo con profusión de economía como uno de los grandes divulgadores de la especialidad en medios de información general para el gran público y crítico de novedades editoriales de la especialidad, a la vez que mantuvo a lo largo de su vida una prolífica actividad en publicaciones especializadas (algunas de las cuales dirigió, como «Anales de Economía», «Revista de Trabajo» y «Revista Española de Control Externo»), autor de numerosos libros y coordinador y prologuista de otros, así como miembro de tribunales de universidad y ponente en numerosos congresos de la disciplina.

Fue hijo de su tiempo. Y la época que vivió desde los entresijos del poder perfiló su mirada. Esto trascendía en algunos artículos, como las alusiones frecuentes a la autoría del ingreso de España en la Comunidad Económica Europea (actual UE), en los que pesaba más el recuerdo de los Castiella y Ullastres, previos a 1975, que la de quienes negociaron y firmaron la incorporación del país al club europeo en 1985.

Casado con la economista Alicia Valiente Pita de la Vega, tuvo tres hijos (Miguel, Alicia y Paloma), el primero de los cuales fue viceconsejero de Economía de la Comunidad de Madrid entre 1995 y 1999 con Alberto Ruiz-Gallardón (PP) en la presidencia. Velarde era afable y cercano, pero sabía también dar un golpe contundente sobre la mesa si se precisaba. Amante de Asturias, de su historia y de su gente, y siempre preocupado por su devenir económico, su tradición industrial y su proyección futura, era también un acreditado degustador de su repostería tradicional.

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