Ingeniería Informática, la escuela de la Universidad de Oviedo que no conoce paro y que busca mayor reputación

Pese a que los alumnos del centro universitario del campus de Los Catalanes se colocan antes de acabar la carrera, "la profesión no tiene el reconocimiento social que se merece", lamentan profesores, egresados y estudiantes en el marco del 40.º aniversario de la titulación

Profesores y exalumnos de la escuela

Profesores y exalumnos de la escuela / Irma Collín

Mónica G. Salas

Mónica G. Salas

Estudiar Ingeniería Informática del Software es hoy sinónimo de empleo seguro. Hasta el punto de que es "raro", como dicen los profesores de la Escuela ovetense que imparte esta titulación, encontrar a un alumno que no empiece a trabajar antes de acabar la carrera. Fernando Álvarez, director de este centro universitario, ubicado en el campus de Los Catalanes, apunta más: "Hay el cuádruple de demanda de profesionales que de oferta". Y eso llenando curso tras curso las 150 plazas de nuevo ingreso de grado.

A pesar de todo ello, los ingenieros informáticos creen que "todavía la profesión no tiene el prestigio social que se merece". Que se merece, recalcan, porque el mundo es tecnológico y los informáticos juegan en él un papel clave. "Aunque nuestra imagen está cambiando para bien, todavía hay mucha gente que se sorprende cuando un joven dice que quiere estudiar Informática", lamentan. Son prejuicios que están ahí y que son difíciles de derribar. "Se sigue conociendo poco la profesión y lo qué hace un ingeniero informático", sentencian.

Con motivo de los 40 años de la Escuela de Ingeniería Informática de Oviedo, LA NUEVA ESPAÑA reúne en este reportaje a un grupo de personas vinculadas a la titulación. Algunas de ellas forman parte de las primeras promociones de graduados, como Benjamín López y Marián Díaz Fondón, en la actualidad profesores de la Universidad de Oviedo, mientras que otras están en las aulas, como los alumnos Omar Teixeira y Sofía Yiyu, en tercero y cuarto curso, respectivamente. La Escuela, que inaugurará en las próximas semanas una exposición recorriendo sus 40 años de historia, está formada por unos 800 estudiantes y 120 profesores.

En primera fila, por la izquierda, Benjamín López, Fernando Álvarez y Sofía Yiyu; en segunda fila, Omar Teixeira, Francisco Ortín, Ana Belén Martínez,  Guillermo Facundo y Miguel García; detrás, Jesús Daniel Salas, Celia Melendi, Sara María Ramírez, Charo González, Carmen Suárez, Luis Emilio Velasco, Marián Díaz y Luis Presa, ante la Escuela de Ingeniería Informática de Oviedo

En primera fila, por la izquierda, Benjamín López, Fernando Álvarez y Sofía Yiyu; en segunda fila, Omar Teixeira, Francisco Ortín, Ana Belén Martínez, Guillermo Facundo y Miguel García; detrás, Jesús Daniel Salas, Celia Melendi, Sara María Ramírez, Charo González, Carmen Suárez, Luis Emilio Velasco, Marián Díaz y Luis Presa, ante la Escuela de Ingeniería Informática de Oviedo / IRMA COLLIN

Los inicios de Informática en Asturias

Si la diplomatura arrancó en la región en el curso 1983/84, Benjamín López empezó en el 84/85. "Acabé en el 87 y, tras ello, me fui a Málaga a estudiar la superior, que por entonces no existía en Asturias. En el 88 ya empecé a trabajar de profesor", rememora. Eso suman 35 años de docencia. "Me enteré que existía la carrera por un amigo. Yo conocía lo clásico: Medicina, Biología, Derecho... Recuerdo que tuve que pasar un psicotécnico para entrar en la carrera". En su época de estudiante, "no había sala de ordenadores", únicamente disponían de dos computadoras ubicadas en González Besada y en Mieres, y las clases de teoría de primero "tenían 400 o 500 alumnos en aulas con capacidad para 250". "Había una ‘guerra’ por intentar sentarse en las primeras filas. Teníamos que seguir las clases hasta sentados en las escaleras", indica.

La profesora Marián Díaz, que empezó la carrera en el 85, dice que de aquella en la universidad "éramos solo números", al contrario de lo que sucede ahora. "En la actualidad, son unos catorce alumnos por clase, pasamos lista, los conocemos por el nombre y sabemos si hicieron la tarea bien o no". Benjamín López y Marián Díaz estudiaron una carrera que nada tiene que ver con la que se oferta hoy en día. Para empezar, "no teníamos profesores informáticos; eran matemáticos, químicos, ingenieros de minas... Y en la titulación había muchas matemáticas. Hay que darse cuenta que lo que estamos dando ahora en primero no existía en nuestra época", mencionan. Para Francisco Ortín, primer catedrático Ingeniero Informático de la Universidad de Oviedo, lo que aprendió en la carrera –la inició en el 92– representa tan solo "el 2%" de lo que sabe. "Inicialmente, casi no había recursos. Había pocos ordenadores. Los alumnos no valoran lo que tienen hoy y lo muchísimo que cuesta", señala.

De 2 a 400 ordenadores

Por eso, la evolución en Ingeniería Informática ha sido bestial. En contraste con el pasado, "ahora tenemos 17 laboratorios y 400 ordenadores", precisa Miguel García Rodríguez, profesor contratado doctor. Ordenadores que nada tienen que ver con el primero que tuvo la Escuela y que hoy se conserva –una parte– en uno de los pasillos del edificio Valdés Salas: el IBM 1130. Una máquina enorme. "Esto es como ir en bicicleta y ahora ir en una nave espacial", tira de ironía Benjamín López, que, de poder, admite, "volvería a hacer la carrera otra vez", vistos sus avances. Para Marián Díaz, el cambio "fundamental" se produjo con el plan Bolonia, que le dio "una vuelta completa" a la titulación. "Se le dio un enfoque más práctico y también se redujo el número de alumnos por aula. Eso es clave para la calidad de la docencia", explica. "Ahora el 50% de los estudios son prácticos", menciona López.

Benjamín López y Jesús Daniel Salas, con el primer ordenador de la Escuela, el IBM 1130. | Irma Collín

Benjamín López y Jesús Daniel Salas, con el primer ordenador de la Escuela, el IBM 1130. / Irma Collín

Un edificio propio tras muchas vueltas

Otro gran paso para la Escuela se dio en la década de los 2000 con la ocupación del edificio de Valdés Salas. "Tener nuestro propio espacio fue fundamental", sostiene Miguel García, que le tocó prácticamente estrenar la sede actual. Hasta entonces, Informática pasó, como recuerda Benjamín López, "por casi todos los edificios universitarios de Oviedo: el histórico, Minas, Económicas, Ciencias, Educación, Geología...". No obstante, en la actualidad, el gran volumen de estudiantes impide que los profesores tengan despacho en la Escuela. "Estamos desperdigados por Ciencias, Geología, Educación, Gijón...", puntualiza García. Por eso, los profesores miran con esperanza su mudanza al campus del Cristo, como contempla el plan del Rectorado de Ignacio Villaverde. Aun así, son conscientes de que eso aún tardará años en producirse –si es que se produce finalmente–. "Yo creo que no veré a la Escuela en el Cristo", asegura Francisco Ortín, después de décadas de falsas promesas.

Cada vez hay más empresas

"Cuando yo salí había solo dos y ni las conocía. Hoy en cambio son cientos y estamos en permanente contacto con ellas", admite Benjamín López, que fue director de la Escuela durante ocho años. En cuarto curso de grado hay una asignatura obligatoria de prácticas, que, además, en la mayoría de los casos son remuneradas y con posibilidades reales de quedarse a trabajar en las compañías. Jesús Daniel Salas, director de DXC Technology y egresado de la Escuela, aporta algunos datos: "Hoy somos unas 450 empresas en el sector tecnológico y entre 8.000 y 9.000 trabajadores. Ya representamos el 4% del PIB regional". Y aún así, apunta, "no somos capaces de generar todos los profesionales que se necesitan".

Plena inserción laboral y mucho teletrabajo

Las empresas se "pelean" por los egresados de Ingeniería Informática. Y "es raro –apunta Benjamín López– el estudiante que no empieza a trabajar antes de acabar la carrera". Luis Presa Collada es un ejemplo. "Acabé el año pasado el grado y en cuarto ya empecé a trabajar en una empresa de Gijón, en la que continúo". Presa desarrolla su actividad laboral en el campo de la ciencia de datos y la inteligencia artificial, sus grandes pasiones. Otro ejemplo más: Charo González Tuero, egresada de 2016. "Empecé a trabajar en cuarto curso e, incluso, hice el máster también trabajando", detalla. Desde hace cinco años es analista funcional en una empresa de Madrid. Hace poco más de una semana llegó de la capital para instalarse en Asturias y teletrabajar desde casa. "Me han permitido volver a Oviedo. Si algo bueno ha tenido la pandemia es que se ha demostrado que no hace falta estar calentando una silla", dice. Eso da pie al catedrático Francisco Ortín a afirmar que la profesión "encaja muy bien con el teletrabajo" y que hoy en día hay muchos titulados trabajando desde Asturias para compañías americanas "cobrando un dineral". "Cifras –garantiza– que probablemente no vería nunca otro ingeniero".

Luis Emilio Velasco trabaja para Spotify desde Asturias en remoto. Este informático acabó el grado en 2016 y desde entonces siempre ha estado trabajando. Primero, como autónomo en el campo de la consultoría y, en la actualidad, para la conocida compañía sueca de servicios multimedia. Además, es profesor asociado de la Universidad de Oviedo. Tanto Velasco como Charo González dicen que el tema del teletrabajo se ha convertido ahora en un asunto competitivo para las empresas. Hasta el punto de que la firma que no ofrece esa flexibilidad es vista como un "dinosaurio", apunta González. En la empresa de Jesús Daniel Salas, DXC, son más de 1.000 empleados y en la oficina hay en un día normal "unos 100 y, a veces, solo 50". El resto, teletrabaja. "En el sector tecnológico no tenemos un horario cerrado, no tenemos que estar de 9 de la mañana a 6 de la tarde sin movernos del sitio. Te dan libertad para organizar tu trabajo como quieras, y eso me permite dar clases, porque la empresa sabe que el día que te tienes que quedar hasta las 11 de la noche, te quedas", reflexiona.

Todo lo anterior abre, sin embargo, un agujero importante en la Escuela, que no encuentra profesores suficientes. Guillermo Facundo Colunga, que finalizó el grado en 2020 y el máster en 2022, es profesor en régimen de laboral interino. Pero ya está pensando en marcharse a la empresa privada. "Me gusta mucho la docencia, pero me apetece salir de España. Siempre he estado en Asturias y quiero ver lo que hay fuera", manifiesta.

Una carrera desconocida

Pese a su éxito, los ingenieros informáticos siguen creyendo que su profesión es una desconocida y no se "vende" bien en los colegios e institutos. En la imagen, cree Luis Presa, ha hecho mucho daño el cine. "A mí siempre me dijeron: ‘Pero si vas a estar tecleando todo el día’", asegura Luis Emilio Velasco. "Sí, y que no iba a ver la luz del sol", apostilla Charo González, que dice más. "Yo decidí entrar en Informática por descarte y me encantó. Cuando se lo dije a mis amigas, su reacción fue: ¿El qué? Y en casa lo mismo...". La profesora Marián Díaz cree que "socialmente no tenemos el prestigio que nos merecemos". Nada que ver con un médico o con un ingeniero de Telecomunicaciones, que tienen más "glamour". Y eso a pesar, como reflexiona Jesús Daniel Salas, de que la tecnología y la informática "se han convertido en un tema transversal": "No podemos concebir ninguna parte de nuestra vida sin ella". Y, por tanto, sin informáticos.

Estos ingenieros llevan años luchando por incorporar la asignatura de Programación en los colegios. Sin embargo, la realidad es que ni la materia de Tecnología es impartida por informáticos. "Básicamente lo que te dan son cursos de Excel y de Word", lamenta el alumno Omar Teixeira, que desde siempre tuvo claro que lo suyo eran los ordenadores. Aunque hay excepciones. Por ejemplo, la estudiante Sofía Yiyu entró en la carrera precisamente porque en su centro ofertaban como optativa Programación en 4º de ESO. Esto demuestra, subraya Marián Díaz, "que el profesorado de Secundaria tiene una enorme influencia" en el futuro de los estudiantes. Sin ir más lejos, en su caso concreto fue clave la compra de unos ordenadores por parte de su profesor de Física.

Faltan mujeres

Uno de los grandes retos de la Escuela es lograr atraer a más chicas. Hoy en día, las mujeres solo representan el 18%. Cuando Marián Díaz era estudiante, hace 38 años, el 40% del alumnado eran mujeres. ¿Qué ha pasado? Los profesores creen que la causa de este desplome fue el paso de diplomatura a ingeniería, cambio que tuvo lugar en 1992. "A partir de ahí, bajó radicalmente la matrícula de chicas y sigue bajando", advierte Díaz. ¿Por qué no se cambia entonces la denominación? Contesta Benjamín López: "Porque es una correlación histórica, pero no se ha demostrado que haya una causa-efecto. Entendemos que las chicas descartan la Informática porque la meten en el pack de las ingenierías". La mayoría de ellas tienen este mismo problema y además es una preocupación global. López y Jesús Daniel Salas insisten en que detrás de ello también está el componente cultural, que urge romper.

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