El coraje de los filólogos clásicos, una especie en extinción en Asturias: "Mi padre me dijo que de esto no se podía vivir"

La Universidad de Oviedo organiza esta semana el XI Congreso Ganímedes, principal punto de reunión de los estudiantes de Filología Clásica de España

Elsa González, Pedro Riesco y Dalia Alonso, en el campus de la Universidad de Oviedo

Elsa González, Pedro Riesco y Dalia Alonso, en el campus de la Universidad de Oviedo / IRMA COLLIN

Cuando Elsa González le pidió a su padre que le apuntase a Griego en el instituto, obtuvo una negativa revestida de condescendencia: “Hija, del griego no se puede vivir”. Unos años más tarde, cuando Elsa obtuvo una plaza en la Universidad de Oviedo como investigadora, descolgó el teléfono y se cobró la revancha con su padre: “¿Ves como del griego sí se come?”

Elsa, igual que sus colegas Pedro Riesco y Dalia Alonso, es una de las promotoras del XI Congreso Nacional Ganímedes, que se celebra desde el martes hasta mañana viernes en la Universidad de Oviedo. Se trata de la principal reunión de jóvenes estudiantes de filología clásica de España. Para Pedro es algo aún más relevante. “Es una forma de gritar: ¡existimos!”

Elsa, Pedro y Dalia cursaron Filología Clásica en Oviedo. Una vez graduados, accedieron a una plaza como investigadores en la Universidad en la que estudiaron. “Es un trabajo muy absorbente: curramos todo el rato, fines de semana incluidos”, explica Elsa, que se trasladó desde su Cantabria natal a Asturias para cursar estos estudios. Sorteó la oposición paterna a la vieja usanza: con un ultimátum: “Le dije que estudiaba filología o no hacía nada, y tuvo que ceder”. A Pedro, en cambio, lo apoyaron en casa cuando comunicó su determinación de ser filólogo clásico. Ahora, amén de trabajar en su tesis, da clase a los alumnos de primero en la Universidad de Oviedo. Apenas les da para formar un equipo de fútbol: son 11. “Es muy buen número”, esgrime Pedro: “En otras universidades más grandes igual llegan a ser 50, pero no está nada mal para la carrera que es”.

Y es que Filología Clásica es una de las licenciaturas universitarias menos solicitadas. Para Elsa, el origen del problema se halla en la educación secundaria. “Hay un absoluto desprecio por las humanidades en los institutos”, comenta con un deje de indignación. Pone el foco en la desatención al Griego: “En muchos institutos ni siquiera sale grupo para impartir la asignatura; es sangrante”. Pedro respalda a su colega. “Directamente hay comunidades que no sacan plazas para el profesorado de griego”, se queja.

Dalia cree que los filólogos clásicos están vistos como “bichos raros”, aunque no se arrepiente de haberlo cursado: “Tampoco es que los de filología hispánica o inglesa vayan en yate”. Como dice Pedro, “no hay carreras con salida, sino personas con salida".

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