En Valdés apagan un fuego y se enciende otro: "Mucha impotencia" y un Pueblo Ejemplar asediado

La zona vive una jornada negra en la que las llamas rodearon muchos pueblos: "Se acabó el paraíso", lamentan

Mónica G. Salas

Mónica G. Salas

A la puerta del bar El Cambio, en Setienes (Luarca), un grupo de vecinos clavan sus ojos en las llamas. Justo delante tienen cinco montes. Todos arden o humean. Huele a tierra muerta, los pinos crujen al ser devorados. La sensación es de estar rodeados por el mismísimo infierno. A este lado hay sol, pero al otro, donde Asturias se hace ceniza, es de noche. Una enorme nube negra impide ver el azul del cielo. "Se acabó el paraíso", dice impotente Manuel Pérez, que como todo Valdés "jamás" vivió una catástrofe igual.

Después de una noche sin pegar ojo, cuando lo peor parecía que ya había pasado, cuando la autovía del Cantábrico reabría después de catorce horas cortada al tráfico, el viento volvió ayer a soplar con intensidad y el fuego amenazó con devastar casas. La mayoría se libraron de las garras de las llamas gracias al trabajo sin descanso de bomberos y voluntarios. En Valdés hubo un regimiento contra incendios: efectivos del Servicio de Emergencias del Principado (SEPA), de la Unidad Militar de Emergencias (BRIF) de Tineo, Tabuyo (León) y Laza (Orense), dos brigadas de Labores Preventivas del Ministerio, cuatro empresas forestales, 23 efectivos de extinción de incendios forestales procedentes de Galicia y Bomberos de Oviedo. A ellos se sumaron la Guardia Civil, la Policía Nacional, agentes del Medio Natural, voluntarios de Protección Civil y la Cruz Roja... Y, por supuesto, ganaderos.

Miguel Bueno, con explotación de leche en La Granda, en la parroquia de Santiago, fue uno de ellos. Desde lo alto de su tractor vio el fuego muy cerca. "Siento una impotencia total. No somos capaces a frenar los incendios. Da igual que seamos 40 que 50 que 60... No podemos controlarlo", dice tras acabar de vaciar una cuba en los alrededores de Setienes, donde precisamente estaba actuando la BRIF y la nacional AS-36 permanecía cortada. Eran las seis de la tarde y Bueno llevaba sin parar desde las once de la noche del día anterior. "Llevaré diez cubas de 14.000 litros. Solo paré para ordeñar las vacas a las cinco y media de la mañana. Esto es una locura. Tengo 52 años y nunca vi algo así. Es increíble lo rápido que avanza el fuego. Lo único que podemos hacer es salvar casas y vidas. El monte es imposible". Bueno asegura que "si no es por los ganaderos, Asturias arde entera": "Hay gente muy profesional trabajando aquí, pero no hay medios suficientes".

Los bomberos usan contrafuegos para evitar que las llamas lleguen a las viviendas en Tineo

SEPA

A lo largo de la autovía del Cantábrico, ayer había focos por todas partes. Desde el coche se podía ver cómo una serpiente de fuego y humo avanzaba sin prisa pero sin pausa, convirtiendo todo lo verde en negro. En Fontoria, donde la carretera AS-351 también tuvo que ser cortada, la expectación era máxima. "Está quemando todo. Aquí a las ocho de la mañana no había nada, pero empezó el aire otra vez y hay fuego por todas partes", comentaban Isaac Díaz y Miguel Fernández, concentrados, como muchos otros vecinos, justo donde acaba el pueblo y una patrulla de la Guardia Civil impide el paso. Allí había más silencio que parloteo. Solo importaba el monte y que esas llamas que se acercaban no entrasen en Fontoria.

La A-8 abrió sobre las once y media de la mañana, aunque hubo temor a que se cortase de nuevo debido al incendio de Canero. En ese punto las llamas tocaron el asfalto y obligaron a la Guardia Civil a inmovilizar durante unos kilómetros un carril en sentido Avilés. Por suerte, no fue a más como la noche anterior. Quizá lo peor del jueves se vivió en Quintana y más concretamente en la gasolinera. El fuego saltó al otro lado de la calzada y rodeó la estación. Lo que pudo ser una desgracia se quedó en un gran susto, aunque las llamas arrasaron por completo una furgoneta de comida (foodtruck) que justamente iba inaugurar temporada ayer. Los restos parecían los de un carro de combate en medio de una guerra. Los propietarios, que no quisieron hacer declaraciones, no pudieron salvarla porque el vehículo estaba estacionado sobre una plataforma. Y el fuego les cercó en cuestión de minutos.

Huir en medio de las llamas: así pasaron la noche vecinos y conductores cercados por el fuego en Asturias

Agencia ATLAS

Avelino García vive a escasos metros de allí y no pegó ojo en toda la noche, defendiendo con mangueras su vivienda. A la izquierda el foco de la gasolinera, enfrente el pinar ardiendo y a la derecha una lengua de fuego avanzando. "Estiré las dos mangueras que tengo y andaba a carrerinas de aquí para allá. Mojaba ventanas, el portón... Hasta mi pelo, porque llegaban chispas constantemente", explica. García, que es albañil, insiste que a sus 64 años vio muchas veces arder el monte, "pero ninguna como esta". Y está convencido de que todo fue "intencionado". "Dígolo ante el Rey de España; lo único que no puedo es demostrarlo. Pero no puede ser que esté prendiendo aquí al lado y que de repente aparezca otro foco a 300 metros abajo. ¿Cómo saltaron las llamas?".

Ignacio Fernández, de Villademoros, también las pasó canutas. Vive pegado a la autovía y tuvo que ser desalojado. "Llegaron tres o cuatro coches de la Guardia Civil y a voces me dijeron que tenía que marchar. Saltaban unas chispas... Pensé que no salía de aquí", cuenta aún con el miedo metido en el cuerpo. Pasó la noche en Casa Fernando, en Ballota, entre cafés y algún pigacín en el coche. En la cabeza solo tenía su casa. ¿Cómo estará ahora? ¿Se la habrán comido las llamas? A primera hora de la mañana pudo volver y comprobar que seguía en pie, sana y salva. "Es un milagro. Tengo unas cabañas de madera llenas de leña. Era el gran miedo que tenía", apostilla. En su caso, el incendio estuvo demasiado cerca. Tan cerca que las llamas chamuscaron algunos de los setos del cierre. Pero no más.

Miedo también pasaron en casa de Begoña Suárez, que fue igualmente desalojada la tarde del jueves. "Pasamos de ver los incendios en la tele a tenerlos aquí al lado. Lo que ves en las películas y piensas que no te va a pasar a tí, ahí estaba. Caían troncos, eran unas lenguas gigantes de fuego... Y todo fue muy rápido", relata. Por suerte, en Villademoros libraron todos. Joaquín Gil, que reside en Luarca, acudió por la mañana a comprobar que todo estaba en orden en su casa: "Tenía alarma y no sonó, así que suponía que no le había pasado nada. Pero esto fue impresionante".

A pocos kilómetros de allí, Cadavedo pasó, por unas horas, de pueblo ejemplar a pueblo sitiado. La autopista cortada, la nacional cortada. No había manera de salir de allí. "Estamos rodeados de carretera, era difícil que el fuego entrase aquí. Y estuvimos bien protegidos por la Guardia Civil", comenta José Corral. Algunos vecinos, no obstante, tuvieron que ser evacuados. Este fue el caso de Antonio Coronas, "Ton", y su familia. "Sobre las once o doce la noche llegó la Guardia Civil para decirnos que teníamos que marchar, que temían que prendiese un aserradero que tenemos cerca", rememora. Acababan de llegar de viaje de Málaga, así que la maleta ya la tenían hecha. "Nos llevamos hasta el gato". Y con el gato condujeron hasta Soto de Luiña, en donde durmieron en la furgoneta. "Daba miedo cómo estaba el cielo y el humo que había. Y hasta aquí llegaba esto ardiendo", cuenta mientras muestra una hoja de pino, la acícula, chamuscada. Su hija Ana Coronas y su nieto Adrián Amaro, también vecinos de Cadavedo, tuvieron que pasar igualmente la noche fuera de casa. Y con el miedo metido en el cuerpo.

Así se circula hoy por la A-8 en dirección a Galicia: las llamas dejan paso a una intensa humareda

Amaya P. Gión / Mónica Salas

Pelayo Fernández quedó toda la noche en el aserradero en el que trabaja. "Por si acaso. Porque cualquier chispa que entre aquí, con todo el serrín y la madera que tenemos...". Se arma una buena. No pasó nada y ayer junto a Leopoldo Álvarez, de Luarca, intentaban retomar la actividad en medio de la gran humarada que envolvía Valdés. "En la vida vimos algo así", remarcaron. Ni ellos ni nadie. Es el infierno en Asturias.

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