Punto final a una semana negra en la región

El apocalipsis en Valdés: cuando medio concejo queda herido de gravedad

El municipio occidental, con más de 12.000 hectáreas arrasadas, muestra un paisaje apocalíptico tras la ola de fuegos, que mantuvo en vilo a vecinos hasta la pasada madrugada: "Esto metía miedo"

Mónica G. Salas

Mónica G. Salas

En Valdés ayer ya no había llamas, pero sí muchas heridas abiertas. Montes y más montes completamente quemados, negros como el carbón, aún humeando. Casi la mitad del concejo, el más castigado por esta ola de incendios, quedó tocado. El fuego entró en las parroquias de Aristébano, Paredes, Trevías, Cadavedo, Canero y Barcia, rodeando pueblos y calcinando algunas casas –las menos–. Según cálculos del Ayuntamiento, hay entre 12.000 y 14.000 hectáreas arrasadas. Una "barbaridad".

La gran batalla de la noche se libró en La Montaña, a donde llegó la lluvia de madrugada para salvación de los vecinos. Antes de que cayesen las primeras gotas, aseguran sus habitantes, aquello "metía miedo": "Había un cordón de fuego exagerado". El trabajo sin descanso de la BRIF (Brigada de Refuerzo de Incendios Forestales) y los chubascos intermitentes de la mañana remataron el incendio.

Óscar Pérez, alcalde de Valdés, no pudo evitar llorar al contemplar el horror. "La mitad del concejo está calcinado. Es el peor incendio que hemos vivido. Ahora tenemos que ver de qué fuerzas disponemos para salir adelante. El número de hectáreas quemadas es una barbaridad. El potencial forestal ha quedado destrozado; el ganadero, en parte; y el turístico también se ve afectado", declaró. Los incendios causaron, además, daños importantes en infraestructuras. La red de fibra óptica, desplegada hace un año, quedó "totalmente destruida", en palabras del regidor, y la traída de agua de Fontoria "está dañada". En definitiva, "una destrucción económica y natural".

Lo peor en las últimas horas se vivió la noche del viernes en La Montaña, a 17 kilómetros de Luarca. La carretera de curvas infinitas que conduce a esta parroquia, la AS-36, que estuvo cortada anteayer, da idea del infierno que se vivió allí. Da igual hacia dónde se mirase, todo quedó calcinado. Y así un buen trecho.

En lo alto, donde se ubica el pueblo de La Montaña, pasan doce furgones blancos de la BRIF. Son algo más de las once y media de la mañana. Tras un café en el bar de Belén, vuelven otra vez al tajo, al monte, para terminar de asegurar el perímetro. Son unos cuarenta efectivos, procedentes de la base de León, armados con palas, fesorias, desbrozadoras y demás herramienta. Descienden por una ladera totalmente quemada, a un kilómetro de la aldea de Belén, para "rematar" el incendio. Sus rostros transmiten extenuación. Llevan muchas horas sin dormir y peleando contra el fuego.

Unos dan palazos a la tierra muerta, otros abren una zanja. Parece que no hay peligro, pero el suelo es un horno y humea. A la mínima puede volver a prender. El tiempo está un poco loco: tan pronto chispea y refresca como sale el sol y calienta. Echar una vista al alrededor deprime. El prao es una moqueta negra, los troncos parecen teñidos de carbón, hay ramas rotas por todos lados, no se escucha ni un pájaro. La vida ha muerto.

Tras una madrugada de "mucho miedo", a unos metros de ese infierno, en la parroquia de La Montaña se respira ya tranquilidad. "Menos mal que llovió de noche. Yo estuve hasta las tres de la madrugada vigilando en casa de una vecina, la más próxima a los incendios. Estábamos allí unos cuantos y preparados con cubas de agua por si llegaba el fuego a las casas. Después nos dieron el relevo otros vecinos, que estuvieron hasta las seis de la mañana", cuenta María Dolores González, de Ordovaga, en La Montaña, que siente mucha rabia por lo sucedido. "A los que prendieron Asturias había que quemalos. Tan mal de la cabeza. Con la seca que había hacer esto...", se queja.

Nadie pegó ojo en el pueblo. "A las nueve y media de la noche esto metía miedo. Había un cordón de fuego que no sé la distancia que tendría, pero exagerado. Lo pasamos muy mal. Pero entre la lluvia, los bomberos y los ganaderos salimos adelante", señalan David González y Balbina García, en Belén de La Montaña, ya "más tranquilos". "Cada media hora estaba mirando por la ventana. Aquí todo es silencio, por la noche eran todo coches y tractores pa’trás y pa’lante", describe González. Parecía que se estaba librando una guerra. Y así era: una guerra contra las llamas, que afortunadamente no dejó ninguna víctima mortal, aquí ni en el resto de Asturias.

Miguel Iglesias, dueño de una empresa de desatascos, vivió muy de cerca la batalla, como un soldado más. Él y sus tres trabajadores recorrieron casi todo el concejo: Paredes, La Montaña, Canero, San Feliz... "Esta noche por lo menos dormimos, pero llevábamos 40 horas sin parar y a toda hostia. Casi ni comimos, solo algún bocadillo que nos daban. Tengo las piernas que ya no sé de quién son", dice mientras riega en Fontoria, más al este. Le ayuda a desplegar una manguera de 300 metros José Luis Fernández, uno de sus empleados. "Esto piensas que está apagado y vuelve a activarse otra vez. Porque aunque llueva algo la tierra está todavía muy caliente", explica Iglesias. Este vecino de Paredes vivió algunas escenas de peligro con el empeño de salvar casas. "Fue terrible. Nos enfrentamos a llamas de 20 metros de altura. Ahí nos arriesgamos hasta casi demasiado. Yo hubo una vez que ni respiraba, tuve que tirarme al suelo", admite.

En La Venta, a tan solo 4 kilómetros del centro de Luarca, las llamas rozaron las casas. Una de ellas, la de Andrés González. Allí trabajó duro la BRIF hasta que se tuvo que ir pitando a La Montaña. La mancha negra roza la finca de González: "Teníamos el fuego todo alrededor. Sobre la una de la madrugada lo apagaron y yo me quedé vigilando hasta las seis de la madrugada". Su mujer y su hija de 7 años durmieron lejos del peligro, en casa de una vecina. "La Guardia Civil nos desalojó a las nueve de la noche, pero yo decidí quedarme. Es mi casa; si la pierdo, lo pierdo todo", afirma. Por suerte, el viento jugó a su favor. "Estaba soplando del suroeste y roló al oeste; eso hizo que las llamas no viniesen hacia la casa", señala. Eso y el cortafuegos que hicieron los efectivos de la BRIF, unos héroes para todo Valdés.

González tenía todavía ayer el coche lleno "con los básico" para "salir adelante" por si pasaba lo peor. Vio muy cerca la tragedia. "Llevo trece años en esta casa con mi mujer y vivimos otro incendio terrible en la zona, pero uno de esta magnitud, que afectase a todo el concejo, no", lamenta.

En el pueblo siguiente, en La Figal, Miguel Ángel Rodríguez mira al horizonte, donde un gran monte se levanta. Está arrasado. El paisaje que contempla es desolador. "El fuego estuvo cerca", asevera. Tan cerca que lo tenían por todas partes. Enfrente, a la izquierda, por detrás... Faltó muy poco para que la iglesia del pueblo no fuese devorada por las llamas. "Estuvo difícil. Vino una brigada y bajó por ahí para hacer un cortafuegos y salvar las casas", dice señalando un camino pendiente abajo. "Para morirse aquí", apostilla su mujer, Lorena Menéndez.

Más o menos, las llamas resistieron hasta las dos menos veinte de la madrugada. "Los bomberos estaban los pobres agotados, muertos de hambre. Y de aquí marcharon para La Montaña", indica. Vuelve a llover sobre Valdés, ahora con mayor intensidad. "Menos mal", apunta Lorena Menéndez, "a ver si refresca todo". Y se apaga este infierno.

A Valdés se desplazó ayer el puesto de mando avanzado de lucha contra incendios. En concreto, se instaló en Almuña. Lo visitó por la tarde el presidente del Principado, Adrián Barbón, junto a la consejera de Presidencia, Rita Camblor, el presidente de la Junta General del Principado, Marcelino Marcos Líndez, y el gerente del Servicio de Emergencias del Principado (SEPA), Óscar Rodríguez. Este último expresó que el incendio de Valdés es el de "mayor magnitud" de todos los que se registraron en la región, aunque no supo dar el número concreto de hectáreas calcinadas. Sí lo dio aproximada el alcalde, Óscar Pérez: "Entre 12.000 y 14.000. Es una barbaridad".

Los ganaderos, "héroes"

El regidor de Valdés, que también estuvo en el puesto de Almuña, subrayó que "lo importante es que no hay que lamentar pérdidas humanas". "Es cierto –añadió– que hay inmuebles afectados y el daño económico y ambiental es enorme. Aunque el ambiental se corregirá con el tiempo, lo que tenemos ahora parece más un paisaje apocalíptico que una zona asturiana como era hace tres días", manifestó. Pérez sostiene como Barbón que la ola de incendios fue provocada: "Parece evidente. Por lo que nos cuentan los bomberos y el propio Principado, los fuegos no respondieron a movimientos lógicos". El alcalde, no obstante, descartó por completo que los culpables fuesen ganaderos. "Esa insinuación no puedo permitirla. Los ganaderos son los héroes, los que casi nos han salvado y han impedido que el concejo entero ardiese", remató.

Pérez lanzó un duro mensaje a los "pirómanos": "Aquí no van a sacar rédito de ningún tipo, porque no vamos a cambiar la legalidad urbanística ni vamos a adaptar el suelo incendiado para otros usos que los que se venían haciendo". En este sentido, el regidor valdesano pidió al Principado y al Gobierno de España "agilidad" en la concesión de ayudas. "Nosotros como administración podemos esperar, pero los vecinos no", clamó.

A las cuatro y media de la tarde, todos los fuegos de Valdés ya estaban "estabilizados" y los efectivos de la BRIF se retiraban. Ya a última hora, el puesto de mando dejó Almuña y volvió a La Morgal. Lo peor pasó, pero las heridas tardarán en cicatrizar.

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