La complejidad de Campomanes, "el gran asturiano del siglo XVIII", en la Universidad de Oviedo: "Fue más avanzado que progresista"

La institución académica recuerda a una de las figuras más destacadas del despotismo ilustrado: "Pilotar la transición política entre dos mundos fue su mayor contribución política"

Pelayo Fernández y Juan Díaz, esta mañana en el Edificio Histórico durante las jornadas en recuerdo de Campomanes.

Pelayo Fernández y Juan Díaz, esta mañana en el Edificio Histórico durante las jornadas en recuerdo de Campomanes. / J.S.L.

Javier Sámano Lucas

Javier Sámano Lucas

Existen personajes históricos cuya trascendencia cuesta ponderar en su justa medida. Quizá por la complejidad de la época que le tocó vivir, a caballo entre el absolutismo borbónico y el aperturismo ilustrado, a Pedro Rodríguez de Campomanes "rara vez" se le recuerda en Asturias, apunta Juan Díaz, profesor de Historia Moderna de la Universidad de Oviedo y uno de los participantes en las jornadas promovidas por la institución académica en colaboración con RIDEA y el Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XXI para recordar al “gran asturiano del siglo XVIII” -en opinión de Guillermo Díaz, profesor de Paleografía y especialista en Campomanes- trescientos años después de su nacimiento, en Tineo.

El investigador Pelayo Fernández observa que en Asturias se tiene más presente al ilustrado gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, nacido apenas veinte años después de Campomanes, “puede que porque a la proyección política sumaba la literaria”. Fue precisamente con Jovellanos, cuenta Pelayo, con quien un anciano Campomanes compartió un enigmático pensamiento: “Usted puede ser un revolucionario, yo no”. En esa ambigüedad se movió siempre Campomanes, uno de los máximos exponentes nacionales del despotismo ilustrado, una fórmula a medio camino entre lo arcaico y lo moderno, en vísperas de la Revolución Francesa. “Pilotar esa transición entre dos mundos fue su gran contribución política”, apostilla Díaz.

Basta con repasar los cargos que desempeñó para constatar su relevancia: presidente del Consejo de Castilla, miembro del Consejo de Estado, ministro de Hacienda… “Como gran representante del despotismo ilustrado en la Península, manejó mucho poder y de forma acertada”, profundiza Díaz. Recoge el testigo Guillermo: “Es un personaje de época que manejó, de forma más o menos continuada, los resortes del poder durante tres o cuatro décadas, haciéndose fuerte, sobre todo, durante el reinado de Carlos III. Tanto es así que estuvo presente en muchas de las grandes decisiones: la expulsión de los jesuitas, la reforma de las cofradías, las universidades y los colegios mayores, en la creación de las sociedad económicas de amigos del país…”.

La indefinición propia de su momento político es extensible también al propio Campomanes. “No sé si se era alguien avanzado, pero lo cierto es se sirvió del poder para impulsar iniciativas reformistas”, expone Pelayo. “Fue más avanzado que progresista -interviene Pelayo -. Tenía ideas ilustradas y espíritu reformista. En lo económico, trató de sacar a España del anquilosamiento propio del Antiguo Régimen para apostar por el desarrollo de la industria y el comercio para tratar así de incentivar la economía nacional”.

¿Y qué medidas concretas proponía Campomanes para alcanzar este fin? Lo cierto es que buena parte de su credo económico suena bastante actual, sobre todo en lo referido a la cuestión fiscal: estaba en contra de algunos tipos impositivos y consideraba “dañinos” a los recaudadores de impuestos, recuerda Pelayo. “También -enumera- defendía la eliminación de aduanas para mejorar la fluidez del comercio, denunciaba que la llegada masiva de metales preciosos desde América generaba inflación y era partidario de renovar la flota noval con barcos más pequeños y por tanto de mayor movilidad para dinamizar el comercio”.

Del mar a la tierra: Campomanes fue un “firme partidario” -remata Pelayo- de favorecer la política agraria. Una cuestión tan en boga en el Principado del siglo XXI como la fiscal y como muchos de los planteamientos de Pedro Rodríguez de Campomanes, protagonista de un tiempo gris que modeló a un político tan rico en matices que recordarlo supone un ejercicio especialmente intenso por arduo. Quizá por eso Asturias lo tiene un poco olvidado.

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