Opinión

Adiós a Rosa Cunqueira: más allá de su sonrisa, una historia de lucha por el mundo rural

Aunque cueste hablar en pasado de ella, su legado desde Degaña e Ibias es digno de ser recordado como una ejemplar y tenaz pelea por poner en el mapa el Suroccidente

Rosa Cunqueira, en una foto inédita tomada en septiembre del 2023 en "La Guarida del Cunqueiru", durante el "Cachu Fest" y semanas antes de que sufriese el fatal accidente de autobús en Italia.

Rosa Cunqueira, en una foto inédita tomada en septiembre del 2023 en "La Guarida del Cunqueiru", durante el "Cachu Fest" y semanas antes de que sufriese el fatal accidente de autobús en Italia. / Ana Paz Paredes

A poco que conocieras a Rosa Rodríguez, Rosa Cunqueira, lo más normal es que terminaras llamándola Rosina. Generosa, combativa, con un extraordinario sentido del humor; sin pelos en la lengua a la hora de cantar las verdades, y con un amor profundo por sus raíces y por su tierra. Lo más normal es que, sin darte cuenta, te llevase a su terreno para unirte a su lucha de denuncia contra la despoblación y, especialmente, en el suroccidente asturiano. Y no hacía falta ser brusco ni echar cuatro voces al aire en la peña de Mirapalomos. Ella lo hacía compartiendo. Compartiendo su cultura. Compartiendo la historia y la fala de los tixileiros o cunqueiros. 

Lo hacía escribiendo poesía cunqueira, lo hacía poniendo en valor su territorio, contagiándote de sus ganas de luchar contra la despoblación con fundamentos tan sencillos como invitarte a conocerlo, a valorarlo, a sentirlo, a saborearlo y a defenderlo; algo para lo que ha contado siempre, además, con su hijo Víctor García, el último cunqueiro, además de guía de naturaleza, que, junto a ella, ha compartido siempre los mismos valores, el mismo afán y la misma lucha. 

Hace años, cuando Degaña e Ibias eran territorios desconocidos incluso para los propios asturianos -es más, creo que, aunque igual en menor medida, aún siguen siéndolo-, su cuñado, Vitorino García, “El cunqueiru”, y ella iniciaron en el enclave degañés de Trabáu su lucha por la divulgación de la cultura y la vida cunqueira, poniendo en el mapa un suroccidente que reivindicaba su identidad a través de sus voces y su trabajo.

Sus propuestas novedosas, donde mezclaban actividades de ocio y divulgación cultural junto con música, gastronomía y mesas redondas sobre el presente y el futuro del mundo rural, terminaron atrayendo a gentes de medio país, no solo de Asturias, y, con los años, a su vez sumaban más personas interesadas en implicarse en lo que Vitorino, Rosa y Víctor tanto defendían: que hace más el que quiere que el que puede a la hora de reivindicar lo que es justo desde tierras tan aquejadas de falta de población, de buenas comunicaciones, de trabajo y de nuevas oportunidades. Como ella decía más de una vez: “Como no nos ayuden, los que vamos a desaparecer somos nosotros, la gente de los pueblos, los cunqueiros; nosotros sí que estamos en extinción”.

Cuando Vitorino falleció repentinamente, con 57 años, Rosa y Víctor se mantuvieron a pie firme en su “Guarida del Cunqueiru”, continuando adelante con una labor de concienciación social y de reivindicación de la cultura popular que, como decía Rosa, “sacamos adelante solos, sin ayuda de nadie, sin subvenciones de ningún tipo”. Ella se debía a tanta gente -¡y tanta!- que, cada vez que organizaban actividades, llegaba de Galicia, León, Madrid, País Vasco o incluso Valencia, sin olvidar los propios asturianos, para disfrutar del buen rollo y de esa alegría que Rosa siempre regalaba a manos llenas. 

Porque Rosina era muy especial. Cuesta hablar en pasado de ella, ya disculparán... Rosa Cunqueira era un torbellino; una fuerza desbordante, un ser humano que hacía muchas cosas a la vez jurando que ya no volvería a hacer más actividades... Hasta que convocaba una nueva. Era una mente en constante ebullición, una mujer orgullosa de ser mujer, que reivindicaba el valor, la historia y lo importantes que fueron y son las mujeres rurales y, en su caso, especialmente las del Suroccidente. Merecidísimo fue su reconocimiento, en 2022, como Mujer Rural de Asturias. 

Rosa Cunqueira era fortaleza y valor, una persona capaz de convencerte de que podrías llegar a tocar bien el pandero o la pandereta solo con decirte: “Venga, fía, qué ye esto pa ti... Pan, patam, pan pan... Esos son los golpes que tienes que dar para seguir el ritmo”, decía, y te hacía creer que serías capaz de controlar la percusión en cuatro días. Era una mujer con coraje y, a la vez, un ser humano entrañable y generoso. Y, es verdad, sonreía mucho. Su sonrisa generosa, amable y sincera es lo que nos ha quedado, creo, a todos cuantos tuvimos la suerte de compartir algunos días de esta vida con ella. 

Más allá de esa sonrisa, está lo que esta pertinaz defensora del mundo rural ha cosechado peleando, penando, luchando y enorgulleciéndose de sus raíces desde el suroccidente asturiano: el cariño, la admiración y el profundo respeto de mucha gente que hoy la recuerda, desde tantos lugares. Así, sonriendo. Sonriendo incluso ante la adversidad. 

Nos has dejado en silencio en medio de este paisaje al que le faltas, Rosa. No suena tu pandereta ni escuchamos cómo le das al pedal del torno mientras bromeas con los turistas. Sabemos que te has ido, pero seguimos esperándote con los brazos abiertos. Pero, al menos, eso sí, nos queda tu sonrisa, tu siempre generosa y entrañable sonrisa, para aliviarnos la pena de tu ausencia.

¡Hasta siempre, Cunqueira!

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