Arquitectura personal | Pedro Morán Dueño del restaurante de Prendes Casa Gerardo
"Era vaguete y liderzuelo, hacía lo que me mandaban, pero quería disfrutar"
"Mi madre, mano derecha de mi abuelo y sustento mío y de mi hijo, era buena, pero difícil: cenando en casa me dio un par de hostias delante de mi mujer"

Pedro Morán, en el restaurante Casa Gerardo. / Marcos León
La inteligencia de ser listo y elegir el éxito antes que el dinero
Pedro Morán Quirós (Prendes, Carreño, 1953) nació y creció en un restaurante "Casa Gerardo" que cogió a los 24 años cuando ya llevaba 95 con la cocina encendida. Su abuelo, el que le puso el nombre de Casa Gerardo y le dio el espíritu, le preguntó entonces "¿qué quieres más, el dinero o los éxitos?". Pedro contestó "los éxitos porque después viene el dinero".
Es premio nacional de Gastronomía de 1982, Estrella Michelin desde 1991, tres soles en la Guía Repsol, llevó la embajada gastronómica de la Expo de Sevilla en 1992, Premio Principado de Asturias de Gastronomía, Medalla de Plata del Principado de Asturias en 2005, ha cocinado en Europa, Asia, África y América.
Ahora, su hijo Marcos lleva el restaurante. Está jubilado y el último año "viajé más que Iberia", pero viste la chaquetilla, va todos los días al mercado, da el paseíllo.
Se atechó en su juventud para que, en una casa que es un negocio, no le hicieran cocinar, pero se define como "vago listo" siguiendo las enseñanzas de Victor Bango, de Casa Víctor. Vitorón le preguntó qué prefería ser ¿inteligente o listo? Morán contestó "inteligente" y Vitorón replicó: "estás equivocáu porque el inteligente trabaja para listo".
Tiene 2 hijos y 2 nietos y una mujer, Ángeles Suárez Leonardo, que "no puede ver la cocina, está delgadísima, debe hacer 20 años que no come fabes y dice que nunca cocinaría para nosotros porque somos muy exigentes".
–Nací el 26 de abril 1953 en "Casa Gerardo". En Prendes éramos 180 vecinos; ahora 140 y han hecho cuatro casas nuevas. Casa Gerardo era una especie de hipercor del centro de Carreño: se daba de comer, había peluquería de caballeros, tienda, chigre, cine y baile y se elegía a Miss Carreño, todo gracias a Gerardo Quirós, mi abuelo.
–¿Cómo era?
–Un emprendedor de verdad que fue a la escuela cien veces en intervalos, contaba. Firmaba regular, pero tenía una capacidad intelectual fuera de lo normal. Fue mi ídolo toda la vida y me metió en la cabeza lo que he hecho. La casa la había fundado mi bisabuelo en 1882, pero mi abuelo, que se casó con la última hija de Gerardo al volver de la guerra de África, diseñó el negocio. Tenía carácter fuerte y capacidad de mando. Nació líder, organizó también el equipo de Prendes, las romerías... Servía poco, era capitán general, y le gustaba mucho el ganado: teníamos gochos, vaques y conejos. Murió en 1990, con 87 años.
–Hable de su padre, Gerardo.
–Era el segundo de ocho hermanos, todos varones, estuvo muy poco tiempo en el negocio, porque trabajó en un taller eléctrico en Gijón y después entró de los primeros en Ensidesa, como encargado de básculas generales. Con 50 años fue analista en el hospitalillo, se jubiló con 60 y murió con 91.
–¿Qué tal era?
–Muy buena gente. Se amoldó a la fuerza de mi abuelo y a la garra de mi madre. No molestaba, era poco hablador, anticomercial, bastante manitas, muy cariñoso y se realizó mejor con los nietos que con el hijo.
–Su madre, Ángeles
–Empezó a trabajar con 15 años, en la época de la fame y cocinaba como Dios. Fue la mano derecha de mi abuelo y el sustento mío y de mi hijo. Era muy poca muyer, pero muy aguerrida; buena gente, pero difícil: un día cenando en casa, con mi mujer al lado, no sé qué coño contesté y me pegó un par de hostias. A los dos minutos, nada. Murió a los 96.
–Usted fue el primogénito
–Mi hermano Marcos era cuatro años menor. Teníamos una relación muy buena. Era peor estudiante que yo, pero jugaba mejor al fútbol. Era un gran camarero con 18 años. Se mató a los 21 años, a la 1 de la tarde el día que empezó el Mundial de Argentina de 1978, a 3 kilómetros de aquí, chocando con su 127 contra un camión. Me avisó y llevó al accidente un cliente y lo vi en el coche, decúbito supino. Es inexplicable... supongo que tuvo algún problema porque era hipertenso, pero no lo indagamos.
–Queda su abuela.
–Benigna Fernández, muy pequeña, llevó la tienda y el bar. Cuando había partidos importantes del Sporting, la gente de Avilés paraba a merendar y no marchaba nadie sin atender. Fue un complemento muy bueno para la estructura familiar-empresarial,
–Su casa era una empresa. ¿Crecieron atendidos?
–Relativamente bien. Mis abuelos y mis padres nos esperaban para cenar juntos y contar el día y descansábamos en Benidorm todos los septiembres.
–¿Qué ideología tenían?
–De derechas. Mi abuelo era somatén. Yo, coses de mi güelu, fui concejal de UCD.
–Y católicos.
–Te la meten de guaje y sigo creyendo. Desde que murió mi padre, hace 8 años, voy a misa los días que puedo, a Prendes. Somos 10 personas, muchas veces yo el más joven.
–Su infancia.
–A los seis años empecé a la escuela de Prendes, a 2 kilómetros y pico. A los diez años fui al instituto Jovellanos de Gijón, saqué el ingreso e hice hasta segundo. Iba a las 8 y media de la mañana y volvía a las 8 y media de la tarde en un autobús que se llamaba "La Carioca", que conducía una muyer, "La Xavina". Llevaba la comida y almorzaba en casa del bedel del instituto, Silverio, y su mujer Carolina me la calentaba.
–¿Qué estudiante fue?
–Vaguete, no me entraban el álgebra y los idiomas, regular. No tengo memoria. En segundo, de bachiller suspendí cuatro asignaturas y mi madre habló con mi abuelo -era empleada suya- de meterme en el colegio del Corazón de María, que costaba algo.
–¿Mejoró en el colegio?
–Cuando entré empezaba a presumir y me jodía llevar la tartera. Me metieron mediopensionista y el padre Villanueva, ponía a mi hermano una mesa y a mí en otra y les decían a los demás: "mirad, estos niños tienen restaurante y comen de todo". Se comía bastante bien, aunque algún garbanzo rebotaba en suelo.
–¿Qué chaval fue usted?
–Me relacionaba bien y era un liderzuelo, como mi güelu. En el colegio no había equipo de fútbol pero hubo unos juegos claretianos y me autoproclamé capitán con 16 años. Jugué en la Braña, donde Luis Enrique y Abelardo, y destacaba en el colegio en sala. Era un extremo técnicamente bueno, pero con poca fuerza.
–¿Y en casa?
–Con 12 años hice alguna intromisión en la cocina. Madrugaba todos los días, porque había clase lo sábados y la misa del domingo era a las 8 y media de la mañana. A cambio comíamos la "tortilla de misa", poco más que un frixuelo con patatas, que era la de Dios.
Vestía bien, manejé perres y conduje a los 18 años usando todos los coches de casa cuando quedaba con moces en Gijón, un truco para fardar
–¿Sabía qué quería ser?
–Hacía lo que me mandaban, pero quería disfrutar, pasalo de puta madre. Vestía bien, manejé perres y conduje a los 18 años usando un truco para fardar. Mi abuelo tenía un 1.500; mi padre, un 4L y un empleado, un mini. Bajaba a Gijón con un coche distinto cada día que quedaba con moces. Mi mujer creyó que tenía un taller.
–Hizo la vida social en Gijón...
–Más que en Candás. Tenía pandilla con primos coetáneos y los veranos eran "El Parque del Piles", "El Oasis", "El Jardín", "El Dragón" y la calle Corrida donde no había manera de coger mesa. Dos amigos y yo, todos los domingos, íbamos a pescar cangrejos al río Nora y después a tomar una copa allí. Lo echo de menos.
–¿Los estudios?
–Fallé en la reválida de cuarto y tuve que repetir. Terminé el bachiller con 18 años. Para justificarme con mi güelo y mi madre aprendí informática para trabajar en un banco porque nos lo dijo Álvaro Cuervo, el economista, que nació a 100 metros de aquí. Había relaciones con dos o tres directores de banco, pero aprobé con una nota tan baja que me tocaba ir por la mañana. Empecé Empresariales. Me daba clase de Estadística Tini Areces, que era muy bueno explicando. La suya fue una de las dos asignaturas que aprobé.
–No sabía qué quería hacer, pero ¿sabía que siempre tenía esto para volver?
–En el subconsciente, puede que estuviera. Guardo facturas que hice en 1968, con 15 años. Siempre supe que aquí había filón. Yo salía hasta tarde, pero trabajaba como un cabrón todos los días. Luego me mandaron a la mili para centrarme.
–¿Por qué?
–Tenía una moza que no yos gustaba ni a mi madre, ni a mi abuelo. Corté con ella al inicio de la mili.
–¿Cuándo fue a la mili?
–El 18 de julio de 1971, a Colmenar Viejo (Madrid) donde hice un amigo, Fernando Gallardo, el más alto del pelotón siendo yo de los más bajos, que tenía una novia en Soto de Luiña y vinimos un par de veces. Mi abuelo tenía muy buena relación con un Sáenz de Miera que era coronel y me destinaron a intendencia en el gobierno militar. Pasaba 10 días en Madrid y 10 aquí, vestía de paisano y con horario de mañana. Cocinaba en casa. Tenía coche, el apartamento de un pariente en la calle Fundadores y perres que me mandaban mi abuelo y mi madre. Viví de puta madre.

Pedro Morán, en la cocina de Casa Gerardo / Marcos León
-¿Qué tal en Madrid?
-Ya lo conocía. Un hermano de mi madre tenía allí un restaurante, "El Regatu", siempre fui valiente, tenía más libertad… La noche de Madrid era la de Dios.
-1972. ¿Costa Fleming? Whisky, tabaco americano.
-Sí. Tenía bigote, fumé poco, por fardar. Se decía "¿cómo te sabe el pitu? Como mejor, con putas y buen whisky". Era así.
-Al volver de la mili...
-Claudiqué. Empecé con la facturación y las compras en casa.
-¿Cuándo empezó a cocinar?
-De chavalete ayudaba a mi madre, pero -al ser vago- no quería enseñar mucho el plumero. Miraba porque las cocineras entonces no contaban sus trucos. Mi madre siempre echó mantequilla a les fabes, pero no se supo hasta que lo dijimos el mi fíu y yo.
-¿Cómo aprendió?
-El Corte Inglés nos contrataba para los aniversarios o las inauguraciones de sus restaurantes, porque Ramón Areces era muy conocido de mi abuelo. De noche íbamos a los restaurantes de moda de Murcia, Granada, Bilbao, Málaga, Las Palmas, Barcelona... cenábamos, yo apuntaba lo que estábamos comiendo y durante los 15 días siguientes hacíamos aquellos platos en casa. Ella había nacido para cocinar: tenía memoria gustativa, paladar, saber hacer.
-¿Cuándo conoció a su mujer, Ángeles Suárez?
-En 1975, en la calle Corrida con mi pandilla y sus amigas. Luego la subí en coche al Oasis. Era hija de minero y trabajadora en la fábrica de camisas Ike.
-¿Cuánto duró su noviazgo?
-Dos años. Su mérito es impresionante. Llegó a una familia regida por una matriarca con carácter y sin tener ni idea de nuestro negocio. Dice que nunca cocinaría para nosotros porque somos unos exigentes, pero se integró rápido y a los 5 años llevaba la facturación y el restaurante. Se llevaba de cine con mi abuelo. Cuando yo marchaba con los amigos mi abuelo le decía: "No te preocupes, pero para marchar cátalu bien". Una frase muy guapa, de les de antes.
-¿Tardaron en tener hijos?
-Me casé en 1977 y mi hermano Marcos se mató en 1978. El golpazo para mi madre fue impresionante. Pasó todo para mí. El nacimiento del nieto, Marcos, en 1979 la sacó del embrollo. Recién llegados del sanatorio, empezó a llorar y mi madre dijo "Ese chiquillo no lo entendéis, dejádmelo a mí". Entre ella y mi padre, que se jubiló pronto, lo criaron porque nosotros nos volcamos aquí.
-Siempre tienen alguien de casa en la cocina y en la sala.
-El mi fíu casóse con una chavala que vino a cocinar y hay un cuñado en recepción.
-Su hija Marta.
-Nació 7 años más tarde que Marcos. Malterminó el bachiller. Estuvo de camarera 5 años y era acojonante porque tiene mucha dulzura. Vio al hermano como líder, echó un mozu que cocinaba aquí y marchó a Londres sin nada. Yo tenía relación con una persona del grupo Zara que la colocó 8 o 9 meses y le valió para centrar la cabeza. Volvió, al poco tiempo dijo "quiero ir a vivir con Sergio" y ahora trabaja en la Cruz Roja. Se casaron el año pasado y hacen su vida. Mi idea era Marcos con Marta y Sergio, pero…
-¿Fue un padre presente?
-No. Influí muchos Marcos. Él quería ser periodista y el segundo curso tuvo un problema gordo con un personaje de la política en una charla. Marcos es conservador pero no tiene la misma ideología que yo, que no soy de Vox. Aquello le causó un problema psicológico, se metió en sí, flaqueó en los estudios, vivió Madrid la de Dios con la grava que le mandábamos la abuela y yo. En segundo año fui a buscarlo y me contó que quería dejarlo. Le di dos posibilidades: estudiar lo que quisiera -porque es un alumno brillante- o trabajar en casa. Me pidió 4 días para pensar y al quinto me dijo que quedaba.
-¿De qué trabajó?
-El primer verano, de camarero. Después lo matriculé en la escuela de Gijón y, cuando no tenía clase, lo mandé a todos los grandes restaurantes: al Bulli, a Quique Dacosta, al Celler de CanRoca… Fui muy, muy, muy, muy exigente.
-Tiene dos nietos.
-De Marcos: Tomás tiene 10 años y Quintín, 2. Tampoco soy muy güelu porque no ye lo mismo tener nietos de fía que de fíu. Las hijas siempre tiran más a la familia.
-Hizo nacional Casa Gerardo y subió a la ola de los cocineros sin pasar mucho en cocina.
-Pelé patates y corté cebolla para mi madre y a partir de 1978 entré más en cocina, ideé y probé muchos platos y no salió ninguno que no tuviera controlado.
-Hace 30 años pasó a competir con Manzano, Campoviejo… ¿cómo vivió ese paso?
-Soy el más joven de los Arzac, los Arguiñano. Nacho y demás son 15 años menores que yo, más vanguardistas y con una formación diferente porque en su época ya se contaban las recetas. Tiene un mérito impresionante, pero tendrían que pasar por la base de los anteriores. Mi hijo es como es por haberse formado y porque delante tiene otros.
Tuve muchísima suerte con mi mujer -llevamos 47 años casados-, con mi madre y mi abuelo, y una felicidad total con mi hijo
-¿Supo más dar de comer que cocinar?
-Fui más restaurador que cocinero, pero la primera croqueta de compango de fabada de Asturias fue mía. Llegué a la cocina por las desgracias que pasaron; si no habría sido como Conrado Antón.
-Las desgracias.
-En 1987 se quemó el restaurante. Un lunes de abril, día que cerrábamos, llevé al crío al colegio, mis padres fueron a Avilés y Geli quedó con Marta bebé. Mi abuelo tenía un infiernillo junto a la cama, se meó, al levantarse al baño lo acopló a las sábanas y cuando volvió, estaba ardiendo. Encima del armario de la habitación tenía un fusil con balas de cuando era somatén y empezó papapapá, a dispararse. Geli corrió a la habitación, con la chiquilla en brazos, abrió la puerta, con trancas y salió fuera. En aquel momento pasaba un coche de los bomberos de Avilés de Ensidesa y hubo suerte.
-¿Cómo quedó la casa?
-Se desgració. Marcharon todos a casa de mi suegro y mi mujer y yo dormimos en un colchón en medio de la cocina, con agua por todos lados. Habilitamos para vivir este comedor y el salón grande. Hice la reforma del restaurante en 3 meses y pico, pero durante 3 años vivimos en un almacén de atrás -compartiendo los baños con el personal- hasta que compré la finca de atrás al amigo vecino que la cobró como si fuera la calle de Alcalá e hicimos la casa. En enero de 1990 entramos y dijo mi abuelo Gerardo: jaula nueva, pájaro muerto. Murió en agosto.
-¿Cómo llevó volver a la casilla de salida?
-Fue duro. Tuve proposiciones para marchar a Madrid pero quedé porque se lo había prometido a mi abuelo. Hay otra desgracia.
-¿Cuál?
-El 4 de junio de 1980 un coche atropelló a mi abuela. Venía de despelucar arvejos y una vecina quedó con Marcos en el cuello, mientras ella cruzaba con la cesta en el coche del guaje. Esta puñetera carretera también mató a una empleada.
-¿Qué tal le trató la vida?
-Con 71 años, 9 como mínimo. Desde el punto de vista profesional, muy bien. Desde el familiar, maravillosamente, salvo los accidentes de mi hermano, mi abuela y el incendio. Tuve muchísima suerte con mi mujer -llevamos 47 años casados-, con mi madre y mi abuelo, y una felicidad total con mi hijo. A Marta y a mi padre los quise pero gracias a los otros cuatro viví como dios… tendré algo de mérito.
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