Entrevista | Leticia Baselgas Publica el libro "Diarios de una panderetera"

"La tradición no es algo muerto en los museos, está viva en cada uno de nosotros"

"La pandereta fue una herramienta ultrapoderosa que me disciplinó, me condicionó y a través de la cual conseguí cierto proceso de liberación"

Leticia Baselgas.

Leticia Baselgas. / Laura Rodríguez / Llueve estudio

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Oviedo

Leticia Baselgas figura clave de la pandereta y la mitad del dúo de post-foll "L-R", abre la colección de ensayos "Manifiestu" (La Fabriquina), con "Diarios de una panderetera". Baselgas (Gijón, 1984) presentará su obra mañana en Gijón ("El Arca") y el viernes en Oviedo ("Matadero Uno) a partir de las 19.00 horas.

–Leticia Baselgas, escritora. ¿Cómo se siente?

–Me suena raro que me llamen escritora porque normalmente suelen definirme como panderetera (risas). Es verdad que el oficio de escribir no es del todo nuevo para mí, pero nunca lo había hecho desde fuera del ámbito académico y, la verdad, estoy contenta y con ganas de darle caña.

–Primer título de una nueva colección, vaya responsabilidad, ¿no?

–Pues sí y me da algo de vértigo. Me parece una apuesta imprescindible. Asturias está llena de personas que, desde ámbitos muy diversos, pueden aportar puntos de vista desde la contemporaneidad, la reflexión y la crítica; cuestiones extremadamente necesarias en los tiempos que corren. Aparte, los diarios tendrán una versión también en asturiano; cosa también extremadamente necesaria.

–¿A qué suenan los "Diarios"?

–Pues, curiosidades de la vida, cuando me senté a poner en orden todas las anotaciones de mis cuadernos de cartoné solo pinchaba una y otra vez "Wild God", de Nick Cave. Es cierto que la banda sonora de este ensayo pasa por lugares muy variopintos: desde Roger Hodgson cantando "The moon says hello", transitando por Felpeyu, Concha i Clara y terminando con una extraña mezcla entre una canción de Gwerz, una muñeira de Degaña y un blues de Ma Rainey.

–Tradición, identidad y autenticidad, ¿cómo se expresan en el libro?

–De manera crítica y heterogénea. Estos términos tan densos se van desmenuzando y deconstruyendo a través de mis propias experiencias que, a su vez, van chocando una y otra vez con reflexiones de carácter teórico. Por lo tanto, se expresan como un juego de preguntas retóricas que intentan dar respuesta (la mayoría de las veces sin éxito) a lo que observo en contextos tan particulares como los ámbitos folclóricos. Vaya, que no tengo reparos en mezclar a Michel Foucault con pololos, faldas de fieltro rojas, pañuelos de encaje o medias de perlé.

–¿Le costó exponerse con estos diarios en principio pensados y creados para una misma?

–Sí. Primero porque sentarse y reinterpretar pensamientos escritos tiempo atrás no es nada fácil y a veces, reconozco, tuve sentimientos encontrados leyendo mis anotaciones más antiguas. Segundo, fue genial el juego reflexivo, pero también fue un ejercicio de honestidad para conmigo misma bastante brutal que finalmente sí que expone cuestiones complejas que abordan mi propio proceso de subjetivación… Pese a todo, también me río mucho de mí misma y de algunas situaciones bastante absurdas que viví; así que el sentido del humor y lo ironía no faltan.

–¿De qué forma la pandereta explica y traduce lo que piensa y siente la autora?

–Es el elemento crucial. La pandereta fue una herramienta ultrapoderosa para mí que, antes de convertirse en una extensión de mi cuerpo, fue un elemento que me disciplinó, me condicionó y a través del cual, finalmente, conseguí cierto proceso de liberación. Al final la pandereta se convierte en una especie de fantasma atemporal al que voy atribuyendo diferentes significaciones pero al que termino reduciendo a lo que es: un mero y simple instrumento de percusión.

–Veinte años de experiencias con la pandereta, ¿fue difícil la selección para el libro?

–Extremadamente difícil. Desde 1989 hasta 2016 me pasaron muchas cosas folclóricas dignas de mención, algunas extremadamente cómicas. Irremediablemente tuve que seleccionar. Muchas experiencias, anécdotas, personas y canciones se quedaron fuera pero no había espacio para más.

–¿Qué aprendíó en sus primeras vivencias con un grupo de baile marcadas por la disciplina y el imaginario folclórico posfranquista?

–El compromiso profundo por la cultura asturiana. Sin duda. En aquel contexto tan singular aprendí, paradójicamente, a cuestionarme las cosas, a querer descubrir qué hay más allá de lo aparente, a interesarme por lo que somos y a mirar al pasado sin miedo. La crítica y la autocrítica vendrían más adelante.

–¿Cómo superó su desencanto con la música tradicional y el rigorismo etnográfico?

–Entendiendo de otro modo posible al concepto "tradición". Por suerte, siempre me rodeé de personas de las que aprendí muchísimo y que siempre me dieron el contrapunto necesario que necesita mi cabezonería. Con ellas aprendí que la tradición no es algo muerto que meter única y exclusivamente en el museo, que también, es algo que está vivo y en cada uno de nosotros.

–¿Se siente cómoda ahora con el post-folk-asturianu como un espacio de libertad creativa?

–Por supuesto pero esa es otra historia. De hecho, este ensayo termina a finales de 2015 o principios de 2016 cuando Rubén Bada y yo iniciamos "L-R". Mi vida post-folclórica dejó de ser una búsqueda solitaria para ser un diálogo. Sin duda, los "Diarios" del post-folk-asturianu sería un ensayo increíble

–¿Le tienta probar más cosas en el terreno literario?

–Sí, de hecho ya estoy escribiendo…

–¿Recuerda la primera vez que tuvo una pandereta en las manos?

–Sí, fue uno de los regalos en las navidades de 1994. Todavía la conservo. Me la compraron como si se tratara de un complemento para "Nancy". No aprendí a tocarla y a relacionarme directamente con ella como "panderetera" hasta unos años más tarde.

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