Estos son los tesoros únicos que Asturias aporta al Museo Arqueológico Nacional
Las comisiones científicas desplegadas a partir de 1868 llevaron a Madrid la pila de San Pedro de Villanueva y la cruz gótica de Vega de Poja, dos joyas de una colección de 79 piezas
Hay tesoros asturianos junto a la corona de Recesvinto (Toledo), los Toros de Costitx (Mallorca), el cinturón de Aliseda (Cáceres) o la Dama de Elche, algunas de las piezas imprescindibles que atesora en Madrid el Museo Arqueológico Nacional (MAN) procedentes de toda España.
La pila de San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís), la cruz gótica de Vega de Poja (Siero) o la diadema de Vegadeo son algunos ejemplos de los que lucen como elegidos en las vitrinas de este paraíso para los amantes de la historia y el arte. Están también otros más famosos, como los fragmentos de la diadema de Moñes (Piloña).
Hay sorpresas para quien se adentre en busca de la contribución de Asturias en las salas de este magnífico edificio de la calle Serrano cuya exposición permanente tiene 15.000 elementos que abarcan desde la Prehistoria hasta la Edad Moderna.
La muestra es enorme, pero muy selecta. Del Principado hay 79 piezas si se atiende a la cifra que arroja el buscador online que ofrece el centro. Dar con todas recorriendo las salas es tarea ardua, aunque hay muchas en lugares destacados y saltan a la vista durante la visita.
Así sucede con la pila de San Pedro de Villanueva, del siglo XII que el Arqueológico Nacional la considera una de sus joyas del románico.
Ángela Franco Mata, del museo, explica en un trabajo sobre la colección de arte románico cómo esta pieza llegó a ser parte de los fondos del equipamiento, creado en 1867 por Isabel II, siguiendo la tendencia europea de crear grandes museos nacionales para mostrar los testimonios del pasado propios de cada país.
Llegó a través de una de las denominadas comisiones científicas del museo, que se desplegaron entre 1868 y 1875 por toda España para promover donaciones, recuperar piezas valiosas y evitar que salieran del país vendidas a los mejores postores. Las comisiones también existían para estudiar distintos monumentos.
La idea del museo nacional era reunir en una única gran institución las colecciones de antigüedades dispersas en diferentes establecimientos para representar la historia de España, desde los orígenes a los tiempos más recientes, y ofrecer un panorama de las antiguas civilizaciones del mundo.
Los dos Juanes
Las dos figuras claves en lo que respecta a las piezas arqueológicas de Asturias fueron los comisionados Juan de Dios de la Rada y Juan de Malibrán.
De la Rada era un abogado, archivero y arqueólogo pionero, numismático, orientalista y escritor almeriense de 40 años cuando empezó a participar en la misión asturiana. Fue académico de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando y dirigió el Museo Arqueológico Nacional de 1894 a 1900
Juan de Malibrán, gerundense, alcanzaba la cincuentena al llegar a Asturias. Como oficial de primer grado del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios había sido destinado al Museo Arqueológico Nacional donde hizo una importante labor en los primeros años de la institución, sobre todo en la adquisición de fondos y para informar y recoger los objetos de carácter arqueológico que pudiera haber en los edificios que la Desamortización incautó al clero en Madrid.
En agosto de 1869 Malibrán fue comisionado para recorrer las provincias de Oviedo, Cantabria, León, Palencia, Toledo, Alicante y Murcia y conseguir el mayor número posible de objetos para el Museo madrileño por donaciones, compras, permutas. Esa misión aportó 328 piezas para las nuevas salas y a él le valió el nombramiento de comendador de la Orden de Isabel la Católica.
Inscripción locuaz
La pila bautismal de piedra arenisca de la parroquia de San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís) ingresó "el 9 de octubre de 1868, como una donación de Antonio Cortés y Llanos, miembro correspondiente de las Reales Academias de Historia y de San Fernando", escribe Ángela Franco Mata sobre la pieza que estos dos hombres captaron en sus viajes al Principado.
Garbiñe Bilbao López, de la Universidad del País Vasco, es la que destaca su importancia. Define la pila bautismal románica de San Pedro de Villanueva como una de las más hermosas y antiguas en España. Su antigüedad se muestra en su peculiar estructura y decoración, muy similar a la de las primeras pilas realizadas en madera. Además, está enriquecida con una inscripción que indica el año de ejecución y posiblemente el mecenas que la mandó realizar.
Sus peculiaridades la hacen única: su forma de un pequeño barril de panza abultada cuyo diámetro se estrecha progresivamente hacia los extremos y su tamaño -apenas 63 centímetros de altura y los 75 de diámetro, no responden a los tipos románicos clásicos. La pila no tiene pie que la sustente.
Es de piedra arenisca de mediana dureza y está bien conservada a pesar de las profundas muescas que surcan su embocadura y desdibujan parcialmente su primitiva apariencia porque los labradores afilaban sus aperos de labranza sobre ella, según el testimonio de su anterior propietario.
La decoración exclusivamente vegetal -dos bellas guirnaldas de hojas alternantes abrazan los extremos superior e inferior de la copa- es simple y elegante. La guirnalda fue un tema ornamental muy repetido en pinturas y esculturas medievales y, sobre todo, en pilas románicas. Los estudios simbólicos relacionan esos adornos vegetales con la visión del jardín del Edén y la salvación por el bautismo que limpia del pecado original y también con la mítica Fuente de la Vida, en medio del Paraíso, cuyas aguas conferían la inmortalidad.
La pila bautismal de Villanueva habla de cómo eran las pilas de madera -que no se han conservado- y es un ejemplo plausible de la pervivencia y transmisión de los ornamentos tradicionales, porque sus guirnaldas ondulantes son las mismas que dos siglos más tarde seguían siendo reproducidas sobre numerosas pilas de los reinos hispánicos.
Además de pequeñina y galana, la pila tiene una inscripción reveladora que dice: IOANES: ET MARIA FECERUNT HOC OPUS: IN ERA MLA: CLII. Es decir, "Juan y María hicieron este trabajo en la era de 1152". La fecha (según el cómputo de la Era Hispánica) corresponde al 1114 de la era cristiana (por la que hoy nos regimos) sitúa este ejemplar en los albores del siglo XII y lo confirma como uno de los más antiguos conservados en España.
Juan y María fueron un matrimonio noble que encargó y donó la pila, según sostiene Garbiñe Bilbao López en el artículo dedicado a la pila en el boletín del MAN. Las donaciones de objetos de santidad en la Edad Media eran una forma de salvar el alma de la tentación y el pecado y de obtener indulgencia
La Cruz Gótica
La colección asturiana se enriquece con la cruz gótica de Vega de Poja (Siero). Es una de las piezas más destacadas de las de su tipo y ocupa un espacio central en la sala en la que se exhibe. Fue rescatada por los dos Juanes comisionados, según la documentación y la historia que también Franco Mata recopiló en un informe sobre esta singular joya procesional. "Al llegar a San Martín de Vega de Poja supimos por el cura que había cambiado a un comerciante de objetos de culto, de Oviedo, por otros efectos más necesarios para su iglesia, una antigua cruz parroquial que comprendimos debía ser objeto de mérito y digno de figurar en nuestro Museo. Tomamos nota del comerciante a quien había dado la cruz, y aunque alterando el itinerario que nos habíamos fijado para el viaje, volvimos apresuradamente y sin perder instante a la capital de Asturias, temerosos de que los muchos comisionados extranjeros, que disponiendo de grandes cantidades recorrían casi al mismo tiempo que nosotros aquellas montañas, en busca también de objetos antiguos, hubieran podido adquirir ya la cruz que íbamos buscando".
Había una lucha contra reloj en la Arqueología, cuyo interés había despertado el Romanticismo y que se constituyó en una ciencia histórica autónoma en torno a la segunda mitad del siglo XIX.
Prosigue el relato de los comisionados: "Llegamos a Oviedo y encontramos en efecto la cruz, que era un hermoso ejemplar esculpido en bronce (...) Pero supimos con dolor que la cruz estaba ya comprada por uno de dichos comisionados extranjeros", escribieron J. de la Rada y J. de Malibrán sobre su peripecia en Asturias para recuperar la pieza, que finalmente lograron para sí a base de persuasión para que el comerciante deshiciera el trato con el extranjero y se la vendiera a ellos.
La cruz en cuestión se data estilísticamente dentro del primer tercio del siglo XV y es un ejemplar que tiene un semejante en el Museo Victoria and Albert, de Londres, "de ejecución más evolucionada y catalogado a fines del citado siglo". Al siglo XIV o XV se atribuye asimismo la cruz de la iglesia de San Pedro de Beloncio (Piloña) y al último cuarto del siglo XIII la talla de la Virgen y el NIño procedente de la iglesia de La Isla (Colunga) que fue otra de las obras depositadas en el Museo Arqueológico Nacional en el siglo XIX como consecuencia de la actuación de estas llamadas comisiones científicas del museo.
Mucho Oriente de Asturias
En el Arqueológico Nacional son abundantes las donaciones de hallazgos del oriente de Asturias. El Ídolo de Corao es una de ellas: procedente del dolmen de Abamia, esta pieza de la Edad del Cobre ingresó en el museo en junio de 1868.
De época prehistórica hay ocho piezas de la Cueva de Cuartamentero, cuatro del Cueto de La Mina y una de la Cueva de las Coberizas, todas en Llanes y donde aparecieron muestras de industria lítica o restos de cráneos y mandíbulas. Está en el museo asimismo un arpón encontrado en la cueva de Tito Bustillo.
De época castreña se encuentran expuestos varios elementos procedentes de Asturias, como el denominado "Tesoro de Cangas de Onís", que incluye varios torques y una diadema, pues hay diferentes interpretaciones acerca de si forman o no parte del mismo conjunto y tampoco es pacífica la determinación de su procedencia, aunque tradicionalmente se han considerado hallados en Cangas de Onís.
Pertenecieron a la Colección de Sebastián Soto Cortés, que tenía su residencia en Labra, pero fueron vendidas por Manuel Ruíz Balaguer al Museo en 1931.
Capiteles de san Miguel de Lillo
Hay dos capiteles de San Miguel de Lillo (Oviedo) en el museo que ingresaron mediante donación en 1869 y, entre las piezas más famosas, se encuentran tres de los fragmentos de la diadema de Moñes (Piloña), que regresaron a España en 1941 tras un acuerdo entre los gobiernos español y francés para el intercambio de obras de arte.
Junto a ella se expone otra menos conocida, la diadema de Vegadeo, acompañada de un broche.
Sobre la procedencia de estas dos últimas piezas castreñas prevaleció la tesis de su hallazgo en Vega de Ribadeo. El museo guarda referencias de 1912 acerca del intento de compra.
"El 16 de julio de 1912, el señor Vega escribe al señor Álvarez Ossorio que, debido a la demora en la compra de las joyas por parte del Estado, él ha vendido las mismas a un señor en San Sebastián, del que desconoce el nombre", figura en la documentación sobre las piezas. Pudieron adquirirse para el museo muchísimos años después: "Finalmente se compraron a Julian Chaves en febrero de 2014".
La visita con mirada asturiana al Museo Arqueológico Nacional da para mucho más. Con curiosidad arqueológica general pone los límites en la capacidad intelectual de digerir tantas piezas y física de recorrer tantas salas. Con vocación académica da para una vida.
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