Europa se rearma y Asturias puede abastecerla: España se ha comprometido a destinar el 2% de su PIB a defensa en 2029
La OTAN y la Unión Europea (UE) impulsarán de manera intensa la industria de defensa y la protección de sus países miembros
La Unión Europea (UE) y los países europeos de la OTAN intensificarán su potencial defensivo antes los crecientes desafíos de la geopolítica internacional. Europa se rearma y obligará a países como España, que hasta ahora no habían prestado atención preferencial a la industria de defensa, a incrementar sus inversiones.
Este nuevo reto afecta a Asturias por su tradición histórica en la industria del armamento y por la apuesta actual para atraer nuevas inversiones. Los sectores pacifistas que sobreviven están desbordados por la intensidad de esta campaña internacional para prepararse ante un hipotético conflicto mundial, pero la opinión pública española está muy lejos de la tensión creciente que se viven en el Báltico y en el este del continente.
Lejos quedan los tiempos de "OTAN de entrada no" con el que los socialistas se opusieron al ingreso de España en 1982 bajo la presidencia de Leopoldo Calvo-Sotelo. Solo cuatro años más tarde, el 31 de enero de 1986, el gobierno de Felipe González convocó un referéndum para ratificar nuestra pertenencia que aceptaron el 56,84% de los votantes. Un mal trago y una dosis de realismo para los socialistas en el poder que asumieron que para una integración plena de España en Europa era necesaria también la solidaridad militar. El país había culminado poco antes su adhesión a la UE, entonces todavía Comunidad Económica Europea, y puesto fin por completo a la neutralidad de la que había hecho gala en las dos guerras mundiales.
En la OTAN el esfuerzo inversor y de protección ha recaído siempre en Estados Unidos que, con diferencia, es el que más invierte en la industria militar. Europa no ha tenido que ocuparse de su defensa en la segunda mitad del siglo XX bajo el cómodo paraguas norteamericano y ha podido dar preferencia a otros sectores. La irrupción de Donald Trump en 2016 fue el primer aviso, aunque en 2014 los integrantes de la Alianza ya se habían comprometido en Dublín a una inversión en defensa de al menos el 2% del PIB. Esa decisión ha hecho cambiar la situación: "Hoy Europa invierte mucho más que entonces y en Ucrania la aportación entre nosotros y EE UU está al 50%", asegura un diplomático español.
Cuando en 2019 Josep Borrell defendió en Estrasburgo sus propuestas para el quinquenio en el que iba a ser Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la UE advirtió del empeoramiento significativo de las relaciones internacionales. En su opinión tras la caída del Muro de Berlín "el mundo ha cambiado radicalmente, y para peor, mucho peor". "Nos enfrentamos –añadió– a guerras comerciales, cambio climático, crisis de refugiados, barrios inestables y amenazas híbridas. El orden internacional basado en normas está siendo desafiado por una lógica de política de poder, que es mucho más injusta, impredecible y propensa al conflicto". Entonces no se había declarado la pandemia, ni Rusia había invadido Ucrania, ni Israel había sufrido el ataque de Hamas y aplicado su brutal respuesta en Gaza y Líbano.
Ni Trump había vuelto.
El reto de la OTAN y la UE
Borrell dejó su cargo el último día de noviembre pasado con la UE y la OTAN dispuestas a hacer frente a los desafíos que pronosticó en su día. Europa entiende que tiene que ocuparse de su defensa con independencia de lo que el impredecible presidente americano decida a partir de enero.
El nuevo secretario general de la organización, el anterior primer ministro holandés Mark Rutte, la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen y la sucesora de Borrell, la estonia Kaja Kallas, se han puesto manos a la obra y designaron por primera vez un comisario específico de Defensa y Espacio, el ex primer ministro lituano Andrius Kubilius, cuya misión será estimular la industria de defensa dentro del continente.
La conexión OTAN-UE nunca ha sido tan intensa y fluida como ahora según expertos comunitarios. Que Rutte haya sido 14 años integrante del Consejo allana el camino porque conoce la UE al dedillo.
Si bien una posible salida de EEUU de la OTAN parece remota (Rutte ya se ha visto con Trump en Florida) no lo es tanto la reducción paulatina de lo que aportan los americanos, más preocupados por el Pacífico que por el Atlántico. A Trump no le gusta pagar una factura que protege a los europeos: cuando en mayo de 2017 se inauguró el llamativo edificio de la sede central de la OTAN en Bruselas mientras el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, noruego, le explicaba con detalle la nueva sede, el presidente americano guardó un largo silencio hasta soltar a bocajarro: "¿Y todo esto quien lo ha financiado?" Por supuesto que Estados Unidos en gran parte.
Ante esa perspectiva de enfriamiento de la posición estadounidense, la idea básica es que el brazo militar siga siendo la OTAN, pero que la UE juegue un papel mucho más activo de producción industrial y mejora tecnológica. Kubilius ha dejado caer en "Político" -el medio digital que mejor cubre la UE- que en el próximo presupuesto -por siete años- de la UE se asignen unos 100.000 millones de euros a defensa. Ahora son 10.000 millones. Se tratará de gastar mejor y en conjunto de manera coordinada, circunstancia que no se da ahora.
En su primera intervención como comisario reconoció que, aunque es un tema "sensible", hay que buscar recursos de financiación para sufragar el aumento y ha dejado caer la posibilidad de emitir deuda común o eurobonos para facilitar esa transición a países como España, Italia o Bélgica, muy rezagados en la inversión pública. Algunos estados miembros han sugerido que el gasto en defensa no compute para el déficit público (máximo 3%) y la deuda (60% del PIB) que exige Bruselas. Palabras mayores todas ellas en la capital comunitaria que dan idea del radical giro en la UE.
Los conflictos
El cambio no es solo por la amenaza de Trump, sino por la tensión mundial y por el aumento de las agresiones que no necesariamente son directas y con armas. Europa se defiende como puede y sin la misma capacidad de respuesta de la guerra híbrida. En el punto de mira están las infraestructuras críticas y el sistema político. Contra la desinformación que propagan desde Moscú u otras partes, la UE está desarmada. Kubilius apunta directamente al "eje de países autoritarios" con la Rusia de Putin como el gran peligro, pero también a Irán, Corea del Norte y China. Las disputas se extienden por todos los continentes y el espacio a medida que, sobre todo, rusos y chinos intentan influir en nuevos territorios.
No parece haber mucha resistencia a esta apuesta por la industria militar -que es bastante más que fabricar armas- y la estrecha colaboración con la OTAN en los grupos ideológicos que han sostenido históricamente la UE (conservadores, liberales, socialdemócratas y, en ocasiones, verdes y diversos partidos de izquierdas). Pero tienen el enemigo en casa. De los tres grupos de extrema derecha en el Parlamento europeo al menos dos son poco atlantistas, nada pro-europeos y, en casos concretos, claramente defensores del régimen de Putin, quien financia algunas de sus campañas. Siguen ampliando su influencia desde Hungría a Francia, pasando por Austria, Eslovaquia, Países Bajos o Rumanía.
El pacifismo está arrinconado en pequeños grupos de izquierdas, en ecologistas y en colectivos menores dentro de las grandes corrientes ideológicas incapaces de frenar o de reconducir la apuesta por el rearme que impregna el nuevo período legislativo. Tal como explicitó Kubilius ante el Parlamento: "No para hacer la guerra sino para mantener la paz".
El famoso informe del que fuera presidente del Banco Central Europeo y primer ministro de Italia Mario Draghi, que será la hoja de ruta de Von der Leyen en los próximos años, apela a una reconstrucción de Europa que implica unas inversiones de 750 a 800 mil millones más al año (5% del PIB europeo) para mantener el pulso con Estados Unidos y China.
Europa es una potencia en comercio, regula muy bien, pero ha quedado rezagada en tecnología punta, lo que incluye la industria de defensa. En Bruselas creen que muchas de las empresas norteamericanas, y sobre todo chinas, están dopadas por sus gobiernos por lo que las europeas no compiten en igualdad de condiciones. Otra guerra en absoluto desconectada de la creciente tensión internacional.
La posición española
El compromiso de alcanzar el 2% de inversión en defensa en 2029 "va a cumplirse" según un diplomático español en la OTAN. Actualmente está en torno al 1,3% aunque es difícil establecer una cifra porque el presupuesto del ministerio de Defensa es tradicionalmente mucho menor del que acaba ejecutándose. España está muy lejos de los puntos calientes, como puedan ser los países vecinos de Rusia (Polonia invierte en defensa el 4% del PIB), por lo que la opinión pública no ve con buenos ojos ese tipo de gasto. Los gobiernos optan por presentar una cifra prudente en los presupuestos para después aprobar ampliaciones, aunque la fórmula les haya costado la reprimenda de los tribunales. Ese 2% es un punto de partida "porque en el futuro se nos exigirá más, aunque es evidente que no podremos llegar al 3% un año después", asegura la misma fuente.
La cifra del gasto español es esquiva. No se tienen en cuenta las 16 costosísimas misiones en el exterior. Según diversas fuentes parte de los gastos en defensa están diluidos en otros ministerios por lo que la cantidad final pudiera estar cerca del 2% que reclama la OTAN, que en términos absolutos espera que España destine 15.958 millones de euros a gasto militar este año. Otras entidades cuadran las cuentas de modo diferente. El Centro Delàs de Estudios por la Paz estima que en 2023 el gasto en Defensa superó los 27.000 millones de euros; según sus datos en 2022 rebasó los 22.000 millones frente a los 10.155 presupuestados oficialmente. El gasto real es muy superior al que figura en las cuentas del ministerio.
Para los españoles no suele haber más riesgo que el que proviene del norte de África, lo que en la OTAN llaman técnicamente Vecindad Sur, cuya coordinación está encargada al diplomático madrileño Javier Colomina. El reto en ese espacio es la inmigración irregular además de la inestabilidad política. No existen más temores que los que se desprenden de la enconada situación mundial. El artículo 4 de la Alianza, una organización defensiva, nos involucra: cualquier agresión a uno de los países integrantes obliga a una respuesta solidaria a los demás.
Del incremento del gasto en Defensa al menos el 28% debe ir destinado a mejorar la capacidad industrial. Un recurso del que Asturias está empezando a aprovecharse. Técnicos de Sekuens se han reunido recientemente en la sede de la embajada española ante la organización atlántica con militares y diplomáticos para perfilar la ofensiva asturiana en ese terreno. Como ha informado LA NUEVA ESPAÑA en las últimas semanas se han comprometido inversiones muy destacadas en Asturias: una fábrica de alta tecnología para el sector de la defensa y un centro de ingeniería avanzada promovidos por el consorcio Tess Defence, cuyo socio mayoritario es Indra. Hay que sumar el centro de ingeniería de Escribano Mechanical & Engineering y el mantenimiento de General Dynamics en Trubia. En total el sector suma unos 2.500 empleos y 46 empresas, cifras muy significativas tras un largo período de decadencia que parece haberse revertido. "Asturias está muy bien colocada teniendo en cuenta que España es, después de Francia y Alemania, uno de los estados con mayor capacidad en esta industria de la UE", subrayan fuentes diplomáticas.
LA OTAN Y LA UE
El Tratado del Atlántico Norte que da origen a la OTAN se firmó en Washington el 4 de abril de 1949 recién acabada la II Guerra Mundial para fortalecer la defensa mutua. Sellaron el acuerdo EEUU, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Francia (que estuvo un tiempo fuera en tiempo de De Gaulle), Holanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Reino Unido y Portugal. Todos se comprometieron a defenderse en caso de agresión armada contra cualquiera de ellos. En 1951 se unieron Grecia y Turquía; en 1955 Alemania (la parte occidental); en 1982, España; en 1999 Polonia, República Checa y Hungría (antiguos países comunistas desligados de Moscú tras la caída del Muro); en 2004 Estonia, Lituania, Eslovaquia, Eslovenia, Rumanía y Bulgaria; en 2009 Croacia y Albania; en 2017 Montenegro; en 2020 Macedonia del Norte; en 2024, Finlandia y Suecia. Rusia acusa a la OTAN de haber incumplido el compromiso de no incluir Ucrania y otras antiguas repúblicas soviéticas en la Alianza. Ahora que vuelven a sonar tambores de paz, parece que una fórmula podría ser, como ha planteado Volodimir Zelensky, ceder temporalmente la parte ocupada por Rusia a cambio de que el resto de Ucrania pudiera ingresar en la organización. Sería un caso similar al de Alemania en 1955, cuando entró la parte occidental y la oriental siguió bajo influencia soviética hasta la caída del Muro. En la OTAN no han movido ninguna ficha en esa dirección a día de hoy. La OTAN entró en combate por primera vez contra un país soberano sin previa aprobación de la ONU en marzo de 1999, con ataques aéreos contra posiciones serbias en Kosovo, que duraron once semanas. Era secretario general el español Javier Solana. Estados Unidos aporta el 70 % del gasto conjunto de la OTAN, seguido de Reino Unido (6 %) y Alemania (5 %). De los 27 países que forman la Unión Europea, tan solo Austria, Irlanda, Malta y Chipre no están en la OTAN. Suecia y Finlandia que tampoco pertenecían a la organización decidieron solicitar el ingreso tras la agresión de Rusia a Ucrania. Suiza, rodeada de todos ellos, se mantiene neutral, aunque en el conflicto ucraniano decidió participar en las sanciones impuestas a Moscú y ponerse del lado de la UE.
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