La joya literaria que retrata la Asturias rural y ha caído en el olvido más profundo: descubriendo "Villagrís"

El notario y literato cabranés Jesús García-Robés publicó en 1924 una novela elogiada en su época y hoy casi desconocida

De izquierda a derecha, un perfil del autor publicado en la época, la portada de "Villagrís" y una caricatura de Jesús García-Robés

De izquierda a derecha, un perfil del autor publicado en la época, la portada de "Villagrís" y una caricatura de Jesús García-Robés / LNE

Óscar R. Buznego

Óscar R. Buznego

En los inicios del siglo pasado, en el concejo de Cabranes imperaba un sentimiento de atraso, frustración y abandono. Su población de derecho era entonces de 4.500 habitantes, cuádruple de la actual, aunque una quinta parte había emigrado. El 80% de los varones se dedicaban a la agricultura y la ganadería. Del resto, unos ejercían de carpinteros, herreros o albañiles. Otros estaban empleados en primitivas minas de carbón y hierro. Las familias más prósperas, con diversas fuentes de ingresos, ofrecían servicios de tienda, bar y hospedería. El concejo registraba cada año un centenar de nacimientos y medio millar de niños y niñas acudía de forma irregular a las ocho escuelas abiertas. Los maestros, salvo pocas excepciones, no estaban titulados, percibían un sueldo raquítico del Ayuntamiento y las clases se impartían por separado en lugares públicos o domicilios particulares improvisados. En 1900, la mitad de los vecinos no sabía leer ni escribir. Fermín Canella, unido a Cabranes por su estrecha amistad con el cura de Santa Eulalia y una relación cordial con antiguos alumnos de la Universidad, solía quejarse del penoso estado de la carretera que da acceso al concejo y lo atraviesa de un extremo a otro por el medio, trazada sobre un camino medieval que iba de Villaviciosa a Infiesto.

Cabranes era, en resumen, un municipio de tamaño medio, con todas las características típicas de un concejo rural tradicional, apegado a la rutina, y que, no obstante, llegó a despuntar por su intensa actividad cultural y política. El hecho, un tanto paradójico, se explica por la coincidencia en aquella época de una larga nómina de notables locales que destacaron como abogados, escritores y artistas, y tuvieron proyección pública, dentro y fuera del concejo. Algunos desempeñaron cargos, sucediéndose en una rotación informal como alcaldes, jueces o miembros de las diferentes juntas municipales. Gracias a su aportación, fue aquella una etapa brillante y prometedora en la historia de Cabranes. Sin enumerar una lista completa, cabe mencionar a Jesús Arango, Lin de Lon, poeta en bable y republicano; a Juan Evangelista Canellada, padre de María Josefa, autora de "El bable de Cabranes", pintor y fotógrafo, como Alfredo Llavona, que se instaló en Oviedo, donde abrió La Favorita; a José María Rodríguez, máxima autoridad de la masonería española, que contaba en el concejo con un grupo compacto de miembros; a Joaquín Fernández Prida, catedrático de Derecho Internacional de prestigio, senador, conservador maurista, nacido en Madrid con casa materna en Torazo; a Julio Rodríguez Fontán, que después de ejercer de médico titular en Cabranes abrió consulta en Oviedo y, siendo diputado provincial, promovería importantes reformas sanitarias; a Dionisio Peón, muy implicado en las iniciativas del concejo desde Cuba, donde era vicepresidente del Centro Asturiano de La Habana.

En la vida local sobresalió Cesáreo del Valle, secretario del Ayuntamiento y abogado. Desplegó una incesante labor cívica, perteneció al círculo íntimo de Melquiades Álvarez y se convirtió en una de las figuras más reputadas del Partido Reformista en Asturias. Fundó y dirigió en su primera etapa "El Eco de Cabranes", publicación quincenal que entre 1906 y 1914 sirvió a los citados de punto de encuentro, desde el que dieron un impulso a su ambición modernizadora y preservaron el vínculo con los emigrados que tantos beneficios traería al concejo. No llegaron a constituir un grupo cohesionado por la rivalidad surgida de las diferencias personales e ideológicas. La oposición entre los herederos de la tradición católica, conservadora, y los partidarios de las ideas regeneracionistas y republicanas, se reprodujo en Cabranes en los mismos términos que tenía lugar en la política nacional. En elecciones generales, los cabraniegos votaban en la circunscripción de Villaviciosa y en la última década de la Restauración otorgaron holgadas mayorías al partido de Melquiades Álvarez, que en la campaña electoral de1916 celebró un mitin en Santa Eulalia al que asistió una multitud bajo un pertinaz orbayu.

Cesáreo del Valle se mostró muy crítico con el estilo caciquil del Partido Conservador. Le reprochaba sus incumplimientos con Cabranes en asuntos como la construcción de edificios escolares y de nuevas carreteras que facilitaran la comunicación de los principales núcleos de población entre sí y con los municipios limítrofes, a los que él concedió máxima prioridad. Su liderazgo en la comarca se hizo notar. En 1917 resultó elegido diputado provincial por la circunscripción de Gijón-Villaviciosa. En septiembre de 1920 fue designado por votación director del Hospital, pero tres meses después dimitió del cargo para continuar su carrera en la administración local en los municipios de Cangas de Onís y Piloña. No abandonó la política hasta la debacle del régimen republicano. Inhabilitado por masón, en la posguerra se retiró a su casa de Cabranes, y allí vivió retirado sus últimos días en 1948.

Otro de los fundadores de "El Eco" fue Jesús García-Robés. Nacido en 1873 en Avilés, estudió el bachiller con los jesuitas en Carrión de los Condes y Derecho en Oviedo. Ejerció de notario en Lucerna, en varias localidades asturianas del oriente, y en Cabranes. Contrajo matrimonio con una hija de Nemesio Merediz Pando, que era uno de los mayores contribuyentes del concejo, propietario de un gran comercio, fabricante de sidra, fiscal municipal y presidente de la Junta del Censo Electoral. Merediz Pando hacía de delegado en Cabranes de Alejandro Pidal y Mon, encarnación pura del caciquismo asturiano, a quien elevaba por carta las peticiones de los vecinos, a la vez que le informaba de los movimientos detectados en la política local y le advertía de posibles deserciones entre su clientela electoral.

García-Robés tuvo un hijo pintor y escultor, Luis, que participó en la Exposición de Artistas Asturianos celebrada en Avilés en 1934 con su pintura más admirada, una representación de "La huestia", antes de caer abatido a temprana edad en la guerra civil. García-Robés era aficionado a la música, tocaba varios instrumentos y alternaba la notaría con una definida vocación literaria. Publicó coplas y artículos de contenido jurídico en periódicos regionales y revistas nacionales. Firmó sus colaboraciones literarias en "El Eco" con el seudónimo de Pérez del Robledal y en las aparecidas en "El Comercio" y otras cabeceras utilizó el de Riverita, tomado del título de una novela de Palacio Valdés, del que era pariente. Mantuvo correspondencia con Jacinto Benavente. Escribió dos novelas: "Atila", una breve composición autobiográfica, publicada por capítulos en las Páginas escolares del colegio Inmaculada de Gijón, donde también había sido alumno, y Mentales y nervios, que permanece inédita. Y una obra dramática, "Caxigalet y compañía", que estrenó en Cangas de Onís, donde creó y dirigió un grupo de teatro aficionado. Falleció en Santa Eulalia en 1943.

En el verano de 1924, García-Robés puso a la venta, al precio de 5 pesetas, en edición propia, el único libro que publicó, titulado "Villagrís". El texto se presenta en la portada como un estudio de costumbres asturianas. Los ejemplares salieron de la imprenta madrileña de Mario Anguiano, dirigente del PSOE y la UGT que había sido condenado junto a Besteiro, Largo Caballero y Saborit a ocho años de cárcel, de los que cumplió nueve meses, por su complicidad en los preparativos de la huelga general de 1917. Toda la prensa regional, algunos diarios nacionales y de otras provincias, publicaciones de la emigración editadas en La Habana y Buenos Aires, dedicaron un espacio a "Villagrís" con anuncios y reseñas. Constantino Cabal se deshizo en elogios: "a los nombres de Torner, de Llano, de Laverde, de Pidal, de Jove… hay que añadir el de Jesús Robés…N o es folk-lore puro este libro. Y, sin embargo, todo folk-lorista ha de contar con él en adelante". Palacio Valdés envía una tarjeta a García-Robés desde Francia con su enhorabuena. Armando de las Alas Pumariño leyó el libro en Madrid y no tardó en felicitarlo. Ramón Pérez de Ayala, en un tono más distante, reconoce cierta curiosidad por la obra, pero no pudo resistirse a cuestionar su calidad literaria. Además de manifestarle sus reservas con el lenguaje utilizado, que era el hablado por los cabraniegos, luego recopilado por Josefa Canallada en su tesis doctoral y en cuentos recogidos de la tradición oral, le hizo correcciones gramaticales y le confesó que no podía augurarle un futuro de narrador, al contrario de los referidos remitentes, que le animaron a escribir una novela.

El libro describe en visión panorámica lo que se encuentra un viajero procedente de la ciudad al adentrarse en Llamargales, que podría ser el nombre ficticio dado a Santa Eulalia, la capital de Cabranes, donde residía García-Robés, que hace un siglo rondaba los 400 habitantes. El visitante tiene la oportunidad de ver en acción al perito, al curandero y al peatón, que lleva y trae el correo y los encargos del día; asiste a una espicha y a un velatorio; presencia memorables escenas de las prácticas electorales al uso y puede verse envuelto en la incipiente opinión pública local, a menudo formada todavía mediante procedimientos nada sofisticados. García-Robés contrasta la vitalidad polifacética de Llamargales, por la que confiesa una clara predilección, con el transcurrir anodino de las horas en Villagrís, de nombre bien expresivo, que sería el trasunto de Infiesto, localidad frecuentada por los de Cabranes, con la que el autor estableció lazos familiares.

Angel del Río, editor de los diarios de Jovellanos, escribió: "La novela regional se distingue por presentar los tipos, las costumbres, el carácter y el espíritu de una región determinada". Eso es, exactamente, lo que hace García-Robés en su libro. Cabe discutir si "Villagrís" es una novela rural, costumbrista, regional en grado variable, y recibe inspiración literaria e ideológica de Pereda o de Palacio Valdés. Pero no es esta la cuestión. Novela, estudio etnográfico, producto de un ingenuo empeño literario, o híbrido de todo ello, "Villagrís" es la obra que compendia toda la producción literaria de su autor. El libro fue una idea fija de García-Robés, alrededor de la cual giran todos sus escritos, que lo tuvo entretenido durante muchos años, en los que fue anticipando su contenido a través de colaboraciones dispersas por distintas publicaciones y en las conferencias organizadas por el Ateneo Obrero de Gijón, el Colegio Inmaculada y la sección femenina de Acción Católica. "Villagrís" es el mundo de nuestros ancestros, ya desaparecido casi por completo, visto por Jesús García-Robés. Su valor documental es indubitable.

"Villagrís" tuvo en su momento una difusión amplia. Fue un libro leído y de cierto éxito. Julio Somoza lo consignó en su "Registro Asturiano" y quiso incluirlo en una donación que hizo a la biblioteca de la Universidad de Oviedo. Pero Villagrís se perdió en el tumulto histórico que le sobrevino a España tras su publicación y cayó en el más absoluto de los olvidos. No volvió a editarse. Son contados los centros públicos de lectura que disponen de un ejemplar para su consulta. El destino ha sido cicatero con "Villagrís". Este libro merece ser recuperado en la memoria de los asturianos y tener su centenario, como hemos celebrado este año los de Kafka, Lenin, el primer manifiesto surrealista, Canella y Vital Aza. Aviva el recuerdo de aquel mundo del que provenimos los asturianos de las generaciones maduras, avisa de la velocidad con que se precipita el cambio histórico y su lectura debería ayudar a los asturianos de hoy, rurales y urbanos, a conocernos mejor. La Asturias de Jesús García-Robés y "Villagrís", tan lejos y tan cerca de la actual.

*Conste aquí mi agradecimiento a José Luis García-Robés, nieto del autor de "Villagrís" y notario como él, por su generosa colaboración.

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