Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo: "Yo no me callo, aunque a algunos les gustaría que desapareciera"
"Es extraño que Adrián y Adriana, católicos confesos, estén como estatuas en las celebraciones"

Jesús Sanz Montes, ayer, en Covadonga, con la basílica al fondo. / David Cabo
El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes (Madrid, 1955), verá mañana amanecer un nuevo 18 de enero con el que dará por cumplidos sus 70 años. El franciscano recibe su cumpleaños en Covadonga, donde está de ejercicios espirituales. Ayer, en un alto a esas horas de oración y silencio, concedió un encuentro a LA NUEVA ESPAÑA para echar la vista atrás y hablar también de su futuro, ligado, confía, a la región.
-Uno cumple setenta años, echa la vista atrás y se pregunta…
-Pero, ¿soy yo?
-Y en realidad no es el mismo, ¿verdad? Sus células son otras. Han cambiado.
-Y tantas veces… Uno piensa que llevas una andadura larga. Hay una autora alemana, Adrienne von Speyr, que dice que la vida es un viaje en tren. Te subes a un tren en marcha, hay gente que te recibe en tu trayectoria, gente que se baja, pasas por diferentes territorios, te asomas a la ventana, ves paisajes primaverales, veranos calurosos, otoños mágicos… Es una metáfora bonita sobre la vida. Has conocido personas, tenido experiencias, recibido encomiendas, tenido miedos y alegrías. Y todo eso te va modelando. Dios está entre los pucheros, decía Santa Teresa, y también está entre esas fechas y escenarios.
-¿Dios le acompaña desde el principio en ese tren?
-Como toda relación, tienes un primer flechazo, y según pasa el tiempo, cuando esa persona te corresponde, se te hace más adecuada, amas de forma más clarividente, más correcta y acabas encontrando una fidelidad a tu lado siempre. Nací en una familia cristiana y desde que aprendí a hablar me enseñaron a rezar. Crecí como un pequeño creyente, en catequesis, en la parroquia. Así que ese Dios por el que me pregunta ha ido creciendo como crece toda amistad cuando es madura y es hermosa.
-Aunque no llegó directamente al sacerdocio.
-No tengo una vocación tardía, sino retardada. Regresé de unas colonias de verano en Noja, Santander, cuando tenía ocho o nueve años y dije en casa que me iba al seminario porque quería ser cura. Mi madre se emocionó. Mi padre me dijo que ni hablar: "Haz una carrera, obtén un trabajo y luego hablamos". Fue el primer berrinche de mi vida por esa especie de contradicción. Pero aquello fue sabio, providencial. Hice el bachillerato, estudié Economía y Derecho Mercantil y cuando parecía que lo tenía todo, mi trabajo, mi novia… "¡Toc, toc, toc!". Siempre hay una esquina donde Dios te está aguardando.
-¿Qué le dijo su padre?
-Que era fiel a su palabra, que ahora cumpliera la mía pero que a él no le hacía ninguna gracia. Mi madre seguía emocionada. Yo era el primogénito de ocho hermanos…
-¿A qué se dedicaban sus padres?
-Mi madre era madre de familia, muy buena esposa, no tenía teletrabajo, trabajaba diariamente con ocho chavales. Mi padre era gerente en Repsol y había sido bancario. La reconciliación fue el día de mi ordenación sacerdotal. Guardo una foto preciosa en la que viene a mí a darme un abrazo, totalmente emocionado. A partir de entonces tuvimos una relación preciosa.
-Decía que ese retraso fue providencial.
-Porque te permite no ser el único protagonista de tu vida. Cuentas con otras personas que te matizan, que te abren horizontes, que te los recortan.
-¿Cómo vive estos días de retiro espiritual?
--Me vienen bien para hacer esta especie de revival. No me voy a contar mi vida, pero sí que la repaso: los momentos importantes, las personas que me han marcado. En estos días de mayor silencio, de escucha, es más fácil. Yo no estoy predicando estos ejercicios, además, es el obispo emérito de Pamplona quien lo hace. Así me voy preparando, porque soplar 70 velas supone tomar mucho aire.
-¿Cómo vive aquí, en Covadonga?
-Me levanto a las siete, higiene personal, desayuno, primeras oraciones con la liturgia de las horas y luego tenemos una propuesta de palabra, una meditación. Tenemos mucho tiempo libre en silencio, otra segunda charla, la comida y una tercera y última charla. Después un tiempo de oración y silencio y terminamos el día con la misa. Las comidas son en silencio, con música clásica de fondo, y entre nosotros guardamos silencio, aunque podemos requerir a algún compañero para pedirle luz, discernimiento, alguna duda. Son días de poner en paréntesis tantas cosas… Respiras, te asomas y ves las cosas desde otro horizonte. Quizás las cosas no cambian pero sí tu forma de mirarlas.

Sanz Montes, ayer, en Covadonga. / David Cabo
-¿Se desenchufa también de las redes?
-No del todo. A veces tengo que atender cosas urgentes. Pero me mido, porque si no estoy todo el día colgado.
-Pero le he visto publicar en su cuenta de X.
-El primer día, pero en ese sentido también me estoy cuidando para vivir estos días seriamente.
-¿Por qué le gusta tanto estar ahí, en ese mundo de debates tan polarizados?
-No es que me guste, pero no me disgusta. Es una responsabilidad. Los cristianos, y máxime los que tenemos cierta responsabilidad no podemos estar callados ni ausentes. Yo me rebelo siempre contra la tentación que hay de hacernos mudos e invisibles. Mediré si mi palabra es adecuada y mi presencia no crispante, pero tengo que tener palabra y presencia, porque detrás de ti tienes todo un pueblo que te está esperando y que necesita que tú digas algo. Las redes sociales te permiten evitar el mutismo. Por eso me gusta escribir, para emitir un juicio desde una clave moral y cristina. Pero no me callo, aunque a algunos les gustaría que desapareciera.
-Lo asume como una exigencia…
-Aunque trato de evitar ser el Pepito Grillo, un cantamañanas, porque no eres el mensaje, eres un humilde mensajero. Estoy en la ejecutiva de la Conferencia Episcopal y cuando mis compañeros obispos me dicen que estoy muy presente y soy muy activo yo me pregunto por qué los demás no. Algunos no tienen esa necesidad de levantar la voz y otros lo consideran menos complicado, porque te compromete mucho menos estar callado que hablar. Pero no te puedes callar por miedo o por cobardía, esa es la pregunta que todos deberían hacerse.
-Aunque usted asume incluso el tono beligerante propio del medio.
-Hay cosas que digo en X que no diría en una homilía, ni en una carta pastoral ni en la prensa. Esta semana, por ejemplo, en su periódico, publicaré un artículo: ¿Hermano Lobo? Hablo de San Antón y la bendición de los animalitos pero acabo en crítica. Porque San Francisco los llamaba hermanos, pero no era un perroflauta ni un animalista.
-¿Seguro que no era un poco perroflauta?
-No. No se me aparece, pero se lo digo porque lo conozco bien. Hay leyes animalistas que me parecen muy bien. No hacerles sufrir. Pero vengo de Austria, en Salzburgo, y he visto perros con jersey, con chándal, con gafas de sol, una paisano hablándole al suyo en un semáforo como si fuera su madre. Hemos perdido el sentido. Una cosa es querer y agradecer al animal su lealtad y otra que los hagamos humanos. Por no hablar de aquellas feminoides que decían que estaban con las gallinas violadas por los gallos machistas. Ya quisiera yo que algunas leyes animalistas pudieran beneficiar a los niños no nacidos o a los enfermos de ELA. Vamos a acabar haciendo colegios para perros y tendremos que aprender no sólo el bable, también su lenguaje, o el de los urogallos
-Otra polémica. Precisamente en su último mensaje en X se refería a una pareja homosexual a la que se le impidió comulgar. ¿Cuál es su opinión sobre la comunidad homosexual católica?
-Le cito del 23 57 a 23 59 del catecismo de la Iglesia Católica. La homosexualidad es un misterio, la postura de la Iglesia es de respeto pero apelamos a la ley natural y a la complementariedad. Esos son los tres puntos de la posición de la Iglesia, que no es homófoba.
-¿Pero qué le diría a una persona homosexual que quiera vivir su fé plenamente?
-Una persona, con sencillez, dependiendo de su postura, puede acercarse a comulgar o no. Conozco a gente que vive su homosexualidad en consonancia con la ley de Dios y la moral católica y comulga. Y gente heterosexual violenta, ladrona, que no puede hacerlo. Recibir a Jesucristo no es recibir una estampa, y si eres homosexual y estás casado, no puedes acercarte a comulgar. Igual que si eres heterosexual y tienes un apaño.
-El 30 de enero cumplirá 15 años ejerciendo como Obispo de Oviedo. ¿Qué balance hace de su tiempo con nosotros?
-Vine con prejuicio prestado. La gente de Aragón me decía "no sabe usted donde le mandan, allí incluso los curas son malhablados, dinamiteros y peleones". Me bastó una semana para darme cuenta de que estaban mal informados. Aquí me he encontrado con curas y paisanos de una nobleza que conmueve. A veces estás con una persona y por detrás te clavan un puñal malayo en la intercostal. Aquí no. Aquí sabes siempre delante de quién estás. Te lo pueden decir de maneras mejorables en algún caso pero saben lo que quieren y lo que esperan de ti. Cuando esa nobleza se acumula con una tierra de tanta belleza natural me hace estar feliz. Asturias no me cabe en la mirada. Después de quince años mi palabra es de gratitud por un regalo inmerecido.
-¿El trabajo?
-Muy bien. Con la gente que tengo más cerca y con las 934 parroquias, los 315 sacerdotes y ese millón de cristianos, practiquen más o menos. He trabajado muy bien y no he tenido disgustos. Firmaba otros quince años que no los voy a vivir como obispo, porque a lo 75 tenemos que decir hasta aquí hemos llegado. Don Gabino se jubiló con 77 años. En mi caso no hay temor o peligro de cambio en el tiempo que me quede. Me quedaré, tan ricamente, Dios mediante, aquí, en Asturias.
-Cinco años, o siete puede ser mucho tiempo.
-Estoy a lo que me diga la Iglesia, pero ojalá no me diga nada. Aquí estamos bien para culminar nuestros proyectos. En todos los niveles. En el Seminario nos va muy bien, con 40 seminaristas en la actualidad. Con las nuevas titulaciones que tenemos, como la de Fisioterapia en Medicina del Deporte. Con proyectos pastorales… Hay partido porque hay proyectos.
-Y está relanzando una misión asturiana.
-Siempre hemos tenido misioneros y una vez cerrada la misión de África quiere abrir alguna en tierra de habla española. He estado este verano en México y hay varias ofertas, también en Cuba.
-¿Qué experiencia tuvo en México?
-Es una de las zonas más violentas de los corredores del narcotráfico. Estábamos en Tlapa, en el estado de Guerrero, a 3.000 metros de altitud y con 30 personas, y tuve que parar una primera comunión por un tiroteo, una balacera, como dicen ellos. Tuve que pedir a uno de los presentes de la comunidad que tenía un walkie-talkie que hablara con quien fuera. Me dijo: "Puede usted seguir porque van a parar, tenemos media hora". Y así finalizamos una primera comunión preciosa. Allí, como entenderá, no puedo hablar de las florecillas ni del trino de los pájaros, cuando se están matando. Ellos saben a qué estamos allí cuando vamos con los Toyota, y a veces te escuchan de mala gana. Tienes que combinar prudencia y libertad, pero no podemos perder la larga tradición misionera de la iglesia asturiana.
-Estamos en Covadonga, donde en la última misa del día de la Santina la ausencia de las autoridades del gobierno regional avivó sus críticas. ¿Cómo están las relaciones?
-Fueron tres ausencias: el presidente, la delegada del gobierno y el presidente de la Junta. Con Adriana Lastra me he visto antes y después y tenemos una relación muy correcta, casi afable. Con Juan Cofiño tuvimos un encuentro extraordinario. Pudimos sincerarnos y se lo agradezco. Y con el Presidente Barbón nos hemos saludado en varias ocasiones pero no hemos tenido el momento para tener un espacio y hablar. Con los tres hay una relación correcta e institucionalmente no están los puentes rotos. Sentí que no vinieran porque no solamente es a título personal. A mí también me invitan a actos institucionales y vas con la camiseta de tu equipo, representando a los que están detrás. Y me pueden incomodar determinados discursos homiléticos, pero aguantas el tipo. La homilía del Día de Covadonga es, quizá, la más cuidada y pensada durante el año, y, por otro lado, tengo una clave moral que se deriva del evangelio. No estoy haciendo un mitin, sino un juicio de paz, justicia, familia y libertad.
-¿Confía en que regresen este año?
-La invitación se les va a cursar y el deseo de que vengan es claro. En la distancia corta, insisto, el trato no sólo es cordial, sino afable
-Hablamos, además, de dirigentes católicos y practicantes.
-Sí, pero la presencia laicista del PSOE puede determinar posiciones cuando presionan en demasía. Adrián (Barbón) y Adriana (Lastra) se confiesan católicos, pero el hecho de que vengan a una celebración y no hagan ningún gesto, que estén cual estatuas, es extraño. Si no tienes convicciones religiosas lo veo coherente, pero cuando las tienes me parece grave una censura de partido que les dice, "vosotros, quietos, y lo mínimo de lo mínimo".
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