"La rebaja de jornada y el aumento del SMI siembran cizaña para nuestro futuro"

"2025 es el año de la incertidumbre, sobre todo por Donald Trump", afirma el directivo de origen asturiano, que también es vicepresidente del "banco del Vaticano"

Javier Marín, ayer, en la Cámara de Comercio de Oviedo.

Javier Marín, ayer, en la Cámara de Comercio de Oviedo. / David Cabo

Yago González

Yago González

Javier Marín Romano, consejero delegado de Singular Bank, nació en Madrid en 1966, pero está muy orgulloso de sus orígenes asturianos. Tiene casa en Llanes, donde es célebre uno de sus antepasados por parte materna, Román Romano Mijares, indiano del siglo XIX que, tras hacer fortuna con negocios de madera en México, se convirtió en alcalde de la localidad. Marín Romano fue consejero delegado de Banco Santander en 2013 y 2014 y, desde el pasado octubre, es vicepresidente del IOR (Instituto para las Obras de la Religión), popularmente conocido como "el banco del Vaticano". El directivo, visitante asiduo a Asturias, ofreció ayer en la Cámara de Comercio de Oviedo una conferencia sobre las previsiones económicas para 2025.

-¿Qué estimaciones tiene para la economía durante este año?

-Si hubiera que ponerle un título, diría que 2025 es el año de la incertidumbre. El 2024 recién concluido constató que las principales economías del mundo se han separado. El crecimiento al alza de Estados Unidos nos ha sorprendido a todos, y la economía europea ha sido prácticamente plana, con algunos países mejores que otros –como el caso de Alemania, que lleva dos años en recesión– y una España que también ha sorprendido positivamente.

-¿A qué se ha debido esa buena noticia española?

-Por varias razones. Evidentemente, el buen comportamiento del turismo está ahí: 94 millones de turistas y un 16% más de ingresos. Pero también otros factores como el sector exportador, que ha mejorado no sólo en bienes, sino en otros ámbitos que pasan más desapercibidos como los servicios: de ingeniería, de arquitectura, de finanzas... A todo eso se unen factores el incremento de la capacidad adquisitiva como consecuencia de las subidas salariales y de que la tasa de ahorro que había conseguido por la pandemia ha bajado prácticamente a cero. En cuestiones de gasto, los españoles nos comportamientos de manera bastante contraintuitiva: con los tipos de interés altos, que en teoría generan más rendimiento por los ahorros y retraen el consumo por el encarecimiento de la financiación, el consumo se ha disparado en España. Por todo ello, la economía nacional ha funcionado razonablemente bien en términos de crecimiento, si bien ha habido algunas lagunas.

-¿Cuáles?

-Por ejemplo, la formación bruta de capital ha sido negativa, en parte por la inseguridad jurídica, la inestabilidad política, el incremento de los costes salariales, los costes fiscales, los gastos de la Seguridad Social... Todos estos elementos no conforman una buena siembra para los próximos años.

-Algunas voces escépticas con las buenas cifras macroeconómicas de España sostienen que el aumento del PIB se debe en buena parte al gasto público.

-En efecto, está creciendo a tasas anuales del 5%. Por supuesto que la economía tiene su cara B. Hemos perdido puestos en competitividad y en renta per cápita seguimos cayendo en la clasificación mundial. El turismo, que es importantísimo, genera una parte de empleo de bajo valor añadido y, por tanto, de bajos salarios.

-¿Qué opina de medidas en camino como la rebaja de la jornada laboral o un nuevo aumento del salario mínimo?

-Van en la dirección contraria de lo que necesitamos. En lugar de buscar una mayor sostenibilidad de las finanzas públicas vía reducción y una reconducción del gasto para que sea más productivo –por ejemplo, aprovechando los grandes avances de la tecnología–, seguimos aumentando el gasto no productivo, financiándolo con un incremento de las cargas sociales y, sobre todo, fiscales. Eso, como digo, es sembrar cizaña para el futuro y restar capacidad a las empresas a la hora de invertir y crecer.

-Ha dicho que 2025 es "el año de la incertidumbre". ¿Qué supone la presidencia de Donald Trump dentro de esa perspectiva?

-Ese es claramente el origen de la incertidumbre. Él ya había anunciado medidas, y en su toma de poder, anteayer, empezó a firmar los primeros decretos: la emergencia nacional en la frontera con México, la producción energética con petróleo y gas, la eliminación de subsidios para energías renovables, aranceles para Canadá y México...

-Ayer situó a España dentro del grupo de los BRICS...

-Bueno, en esas declaraciones ha mezclado dos cosas. Por un lado, ha situado a España con los BRICS, pero también ha dicho claramente que es el país que menos gasta en su aportación de defensa a la OTAN. Porque se está perdiendo la perspectiva de ciertos temas, como por ejemplo lo que está pasando con el deshielo del Ártico, que es la razón por la que Trump está poniendo el foco en Groenlandia. Con el deshielo, a Estados Unidos se le abre ahí un corredor que es susceptible de ser atacado , y la única manera que tiene de protegerlo es desde Europa. Trump es el primer interesado del refuerzo de la defensa no sólo para Europa, sino sobre todo para Estados Unidos, y ahí es donde está presionando. Y en ese contexto es donde él emplea ese modo empresarial de gestionar la política, es decir: "Si tú me ayudas en ciertas cosas, yo te bajo los aranceles".

-¿El aumento del proteccionismo en Estados Unidos podría tener un beneficio indirecto para Europa, resultando esta más atractiva o comercialmente más abierta para terceros países o regiones?

-Los europeos debemos escoger qué aliados son confiables. Se está produciendo una transición de un mundo más bipolar a uno más multipolar, donde están China, Rusia, Brasil, Indonesia, India... En este contexto, ¿puede Europa confiar en Rusia? Ya hemos visto lo que ha pasado con Ucrania. ¿Podemos confiar en China, que es una economía salvajemente capitalista bajo la dirección de una dictadura? No parecen buenos socios a largo plazo, sin perjuicio de que se alcancen con ellos acuerdos tácticos en determinados temas. Yo creo que, por afinidades culturales e históricas, estamos más cómodos siendo socios con Estados Unidos.

-Una cuestión candente en Europa, y con implicaciones para Asturias, es la incertidumbre sobre la descarbonización industrial.

-En su reciente informe, Mario Draghi dijo que las políticas energéticas de Europa han cavado su propia tumba industrial, y tiene toda la razón. No se puede acometer todo un proceso de descarbonización –en el que yo creo firmemente– en el plazo en el que se dijo y dándole la espalda a la energía nuclear. Es imposible. En Estados Unidos, por mucho que Trump anime a perforar para extraer petróleo y gas, se está produciendo ya una explosión de las energías renovables y de la nuclear. Sólo las necesidades del mundo tecnológico, con la construcción de grandes centros de almacenamiento y procesamiento de datos, requieren un consumo de energía absolutamente descomunal. No estamos preparados para el consumo de energía que viene una vez que la inteligencia artificial se use de forma masiva.

-En 2016 fue nombrado consejero del IOR, y el pasado octubre, vicepresidente. ¿Cómo llegó ahí?

-El IOR tiene un consejo de administración, en el que todos somos laicos con experiencia financiera, y además una comisión cardenalicia, formada por cardenales que no entran en temas técnicos pero sí dan un sentido al propósito de la entidad. Hasta el año pasado, el presidente de esta comisión era el español Santos Abril, una extraordinaria persona con la que yo venía colaborando desde hacía muchos años, y él me pidió que entrara en el IOR. Yo siempre he estudiado con los jesuitas y tengo afinidad con la Iglesia católica, por lo que acepté. Es cierto que vivió una etapa oscura en los 70 y 80, pero hay que ponerse al día: hoy es una entidad auditada por Moneyval, el organismo europea de prevención de blanqueo.

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