El abad es guía espiritual y también turístico en Covadonga
David Cueto recorre sus lugares favoritos del santuario, con 2 millones de visitas al año: "Es lógica la atracción; pero esto no es un parque temático, es el hogar de la Santina, y sin tenerlo en cuenta es difícil de entender"

El abad de Covadonga, David Cueto, hace de guía espiritual y turístico por el santuario / David Cabo
David Cueto fue de pequeño uno de los muchos chiquillos que con sus padres visitaban Covadonga, una excursión habitual al menos una vez al año en prácticamente todas las familias de Asturias, creyentes o no; mucho, poco o nada practicantes. Ir a ver a la Santina es un clásico, bien sea por fe, por cultura o por simple ocio.
"Mi recuerdo es de no saber muy bien dónde estás, pero de que todo te impresiona. Una imagen grabada que tengo es la de los sacerdotes de Covadonga, impresionaban…". David Cueto es ahora uno de ellos. Con 46 años es el abad del Santuario, cargo que ocupa desde el pasado septiembre. "Sobrecoge, soy consciente de que es una encomienda muy importante, muy delicada. Esto es el corazón de Asturias, hay que cuidarlo mucho y tratarlo con mimo", explica.
Es el de Covadonga uno de los santuarios cristianos marianos más importantes de Europa y recibe cada año cerca de unos 2 millones de personas que, para alegría del abad -y también cierta sorpresa, no lo niega- han declarado en una encuesta que mayoritariamente (más del 60%) son los motivos religiosos o no meramente turísticos los que les movieron a visitar este lugar del concejo de Cangas de Onís, enclavado en un paraje natural como pocos, en el parque nacional de los Picos de Europa.
Covadonga es ante todo un lugar sagrado, pero también uno de los principales recursos turísticos del Principado. David Cueto cree que una cosa no está reñida con la otra, que se complementan. Pero considera que la dimensión religiosa debe estar presente siempre cuando se pasea por sus calles o se visitan los principales lugares, como la Basílica de Santa María la Real o la Santa Cueva. "Esto no es un parque temático y el que viene no debe olvidar que ante todo es un santuario", reseña. "Es el hogar de la Santina, de la madre, sin eso es difícil entender Covadonga. Los que vienen sin fe es fácil que en este lugar se abran a la trascendencia. De alguna forma todo el mundo cuando se para y contempla el lugar se hace preguntas sobre la vida, sobre la existencia, el bien, el mal… Busca respuestas. Encuentra el descanso del corazón".
En resumen, dice el abad, el que más y el que menos acaba "echando una mirada al interior". Cosa por otro lado comprensible cuando se mira a la vez el conjunto, todo el santuario y la impresionante naturaleza que lo rodea. "Es un sitió que lógicamente atrae al turista. Tiene un entorno privilegiado mires a donde mires, el silencio, el agua, las montañas…", describe el abad desde la parte trasera de la basílica, un rincón que suele visitar por las mañanas o por las noches, sin gente y desde el que es posible obtener esa visión conjunta de todo el santuario y los montes que lo rodean.
Conoce bien David Cueto, que fue anteriormente durante tres años canónigo, cada rincón del santuario de Covadonga y acepta gustoso hacer de guía turístico para LA NUEVA ESPAÑA, y descubrir a todos los que planean acercarse hasta allí algunos de sus secretos y los lugares que hay que visitar obligatoriamente. "Creo que tenemos un reto por delante en el sentido de saber tratar, gestionar bien esos casi dos millones de personas que nos visitan, por el motivo que sea, cada año. Creo que Covadonga necesita explicarse bien". Y el abad se pone a ello con este recorrido personal por el real sitio.
Santa Cueva. Aquí empieza el paseo. Porque, aconseja David Cueto, la primera parada en Covadonga tiene que ser aquí. "Debe visitarse con una actitud de reverencia, no con la cámara en mano y sin fijarse. Caer en la de dónde se está y tomarse cierto tiempo ante la imagen de la Virgen. El lugar, en un entorno privilegiado en el monte Auseva, ayuda. Los mantos de la Santina cambian en función del tiempo litúrgico en el que estamos, hay que fijarse en el color. Si uno se da la vuelta tiene una de las mejores imágenes de la basílica sobre el monte Cueto y también de la cruz en el pico Priena", explica. El abad recomienda, si se ha subido por la denominada Escalera de las Promesas -que empiezan a la derecha del estanque, el Pozón, que hay bajo la cueva y que es alimentado por el Chorrón-abandonar el lugar a través del túnel, donde se encuentran los estantes de las velas y que desemboca cerca de la explanada de la basílica. Antes de llegar al templo está a la izquierda la pequeña oficina turística que este mismo año abrió el santuario, con Alfonso Remis al frente y donde llevan un control de las visitas.
Basílica. "Se ha incorporado hace poco una recreación de un proyecto de Ventura Rodríguez de lo que iba a ser la Basílica del santuario. Creo que hubiera sido un referente arquitectónico en el mundo, pero sería otra Covadonga distinta a la que conocemos. Por ejemplo, la cueva estaría oculta. El arquitecto tenía un sentido para esto, pero no sé si la gente lo hubiera entendido. No sé si hubiera sido mejor o peor, pero está claro que hubiera sido un Santuario de Covadonga totalmente distinto", opina David Cueto. El edificio actual, inaugurado en 1901 y con varias obras de arte, expresa "la belleza de la sencillez. Es un templo diáfano, alto, con luz e impresiona la elocuencia de su silencio. Habitualmente hay una música sonando muy bajo que acompaña la experiencia, no es sólo una visita, es una experiencia de quietud e interioridad". Tiene el abad un rincón para rezar temprano, en la capilla del Santísimo, en una esquina recogida a la derecha. Lo hace a primera hora, cuando puede lograr el silencio deseado, algo que en los meses de más afluencia de visitas le resulta imposible. "Disponemos también de una capilla privada en caso de no poder hacerlo en la basílica".
Museo de Covadonga. Javier Remis, coordinador de este, recibe a la entrada a David Cueto, quien entre los varios y valiosos objetos que se exhiben destaca los 17 cuadros de la Serie Cronológica de los Reyes de España, ideada por José de Madrazo y realizada por alumnos de su taller, su hijo y otros pintores; y la corona de la Virgen y del Niño, joyas de orfebrería sacra de Félix Granda-Buylla, realizados con metales nobles y piedras preciosas donados por fieles de la Santina. "La corona tiene una peculiaridad: es de las pocas que tiene arriba la paloma que simboliza el Espíritu Santo. Es algo poco común", puntualiza el abad. En la segunda planta se exponen las donaciones, un sinfín de objetos "con más valor sentimental que económico", pero que "demuestran el gran cariño y devoción por la Virgen". El museo se queda pequeño para poder exhibirlos todos. "Nos gustaría ampliarlo en algún momento".
Colegiata de San Fernando. Aquí se encuentra lo más antiguo que se conserva de los orígenes del real sitio: las tumbas románicas de dos abades del siglo XI. Se llega al lugar desde la Escalera de las Promesas. "El templo se incluye en el conjunto de edificios de la Casa de Ejercicios. Hay un claustro, es un lugar sencillo y bastante desconocido a la gente, pese a que queda al lado de la cueva, unas pocas escaleras abajo. Aquí nació Covadonga con sus primero monjes", describe David Cueto. "En todo el santuario hay mucho arte, muchas obras, todos los detalles se pueden encontrar en la página web".
Parque del Príncipe. Es un paseo que recomienda David Cueto para cerrar la visita al santuario. "Es muy agradable y a través del mismo se encuentran otros edificios del santuario destinados a la acogida de grupos, arriba vemos la basílica. Se oye el agua del río, caminas entre árboles…", aconseja.
Pero hay mucho más que ver en Covadonga y, lo más importante, cada uno encontrará aquello que busca. "El espíritu de Covadonga es de acogida. Tarde o temprano todos necesitamos ser acogidos. Y esto es la esencia de Covadonga, la de una Madre que te espera", despide el abad.
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