Así "pacificó" Barbón en Langreo a un hombre airado contra el Gobierno: Del "¡dimisión!" al apretón de manos
El Presidente entabla diálogo con una persona que protestaba ante él y el ministro Bolaños: "En la vida no hay que insultar", le dijo; "Tienes un par", terminó por reconocerle el interlocutor

LNE

¿Cómo se puede llevar a alguien que parte del grito casi desgarrador de “¡cabrones, dimisión!” a que te estreche la mano sonriendo y susurrando “encantado”?
El presidente del Principado, Adrián Barbón, hizo el pasado día 6 de febrero un ejercicio digno de análisis por los expertos de comunicación no verbal y solución de conflictos. Se acercó, concilador, a una persona que protestaba airadamente y terminaron ambos con una sonrisa. “Tienes un par”, llegó a reconocerle el hombre que minutos antes había lanzado encendidas proclamas contra el Gobierno, en presencia del ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños.
La escena, tras la inauguración del nuevo juzgado de Langreo, es la siguiente:
“¡Dimisión, dimisión!”, se escucha a lo lejos. Es el momento en el que salen de las nuevas instalaciones judiciales el ministro Bolaños, Adrián Barbón y la Delegada del Gobierno, Adriana Lastra. “¡Dimisión, dimisión!”, siguen los gritos.
Barbón mira hacia quien lanza las proclamas y se señala con un gesto a sí mismo y a Bolaños. “¿Cuál de los dos?”, comenta con una sonrisa.
“¡Al paredón, al paredón!”, continúa quien protesta. Adriana Lastra repite las palabras. La escena sube de tono. Una mujer se acerca al grupo de autoridades voz en grito, con papeles en la mano: “¿Quieren que les diga cuánto llevo yo luchando con violencia de género? ¡Las mujeres violentadas no necesitamos anuncios políticos, necesitamos hechos!". “¡Dimite, dimite, corrupto!”, continúa gritando el hombre que la acompaña.
Son solo dos quienes protestan, pero las quejas se alzan en la calle mientras las autoridades permanecen en silencio. Los servicios de seguridad impiden a las dos personas acercarse a Barbón o Bolaños. “¡El pueblo te lo pagará (sic), sinvergüenzas! ¡Dé la cara, dé la cara!”.
Y es entonces cuando Adrián Barbón se acerca al hombre que grita. El hombre no se espera algo así y queda en silencio: “Escúchame, escúchame”, le dice Barbón, “tú puedes tener la posición política que quieras, pero en la vida, y sabes que yo soy de la Cuenca, no hay que insultar”.
El hombre baja el tono de inmediato, incluso esboza una media sonrisa: “Tiene razón, y yo estoy de acuerdo con usted”, le dice al Presidente. “Tutéame, que sabes que soy de Laviana”, responde Barbón.
“Estoy de acuerdo, pero este gobierno, por mucho que le indiquen no dimite, no dan la cara…”, trata de argumentar el hombre que protesta.
“Mira, vivimos en un estado democrático, en el que las mayorías parlamentarias fijan quién gobierna, ¿verdad o mentira?”, le dice Barbón. “Exacto”, responde el hombre, “pero ¿por qué no se meten en una moción de censura y convocan elecciones nuevas?”
Le explica Barbón que, “la moción de censura tiene que presentarla el partido de la oposición, y si no la presenta será porque no tiene los votos”. “¿Por qué? Porque los tiene comprados a todos…”, le responde. “No, no, no… escúchame…”, insiste Barbón.
“Mira, la mujer metida en juicios, el hermano…”, comienza a enumerar el hombre. La escena sucede rodeada por las cámaras de televisión. El hombre asiente, visiblemente aplacado su ánimo.
“La crítica política hay que hacerla siempre sin insultos, porque cuando uno insulta y tú acabas ahora de acalorarte e insultarnos… y no merece la pena”, continúa Barbón. La comunicación gestual del Presidente es clara, nada de tensión, manos abiertas con las palmas hacia arriba. “Además, ¿tú eres vecino de aquí?”, le pregunta. “Sí, y nuevo, además”, responde. “Yo soy de Laviana de toda la vida, vivo en Laviana como viví toda la vida, la gente de Laviana me conoce perfectamente y la gente de Langreo…”. “Sí, sí, sí”, asiente el interlocutor antes enfadado.
“Hazme caso, nunca insultamos en la vida”, le dice el Presidente. Y aquí llega el arrepentimiento: “Reconozco el fallo en haber insultado, pero es una forma también… si voy de buenas, nada. Ahora mismo, uno, dos, tres, cuatro… (señala a todas las cámaras de televisión) ¡toda la prensa que hay aquí! Y voy a salir en la tele”, se justifica el hombre.
“Sí, pero yo vine a hablar contigo”, le dice Barbón. “Ya, pero el que tenía que venir no vino”, le replica el interlocutor. “Yo vengo, que también represento a todos”. “Porque tienes un par”, le acaba diciendo el hombre que protestaba.
“En política todos los debates valen y no se puede insultar. Y el gobierno, tanto el de España, como el de Asturias, como el de Langreo son legítimos, democráticamente. Y tú cuando tengas oportunidad de votar, votas legítimamente lo que quieras”, argumenta el Presidente.
“Pero ¿por qué… a ver… lo que no entiendo a este país. El Gobierno, al completo casi, está metido en juicios…”.
“Pues eso habrá que hacer un análisis de quién está denunciando y por qué está denunciando, y qué se busca en determinadas denuncias y voy a dejarlo ahí que no es el día. Mira, hoy venimos a presentar una inversión de 7,5 millones de euros para mejorar la Justicia…”, arranca el Presidente.
“Sí, sí, eso está muy bien…”, asiente el hombre.
“Y mejora una zona muy degradada y espero que sigamos colaborando con el Ayuntamiento para seguir mejorándola”, remata Barbón.
“Sí, sí, era lo que te iba a pedir, a ver si le dais un poco de alegría a Sama…”
“Pues eso estamos intentando, sabes que vivo en Laviana”, concluye el Presidente. Se dan la mano. “Encantado”, termina el hombre. “Hasta luego”, se despiden. Fin de la escena.
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