Opinión
El análisis de Eloy Méndez sobre los movimientos industriales en Asturias: "Indra sale primero en la carrera de la defensa"
Ángel Escribano realiza en el Congreso una clara y contundente apuesta por la fábrica de armas de Trubia, que General Dynamics intenta contrarrestar con datos de facturación pasada

Ángel Escribano, esta semana, antes de su intervención en el Congreso de los Diputados. | KIKO HUESCA
El anuncio de la compra del Tallerón de Duro Felguera por parte de Indra para fabricar blindados realizado esta semana en el Congreso de los Diputados por el presidente de la tecnológica, Ángel Escribano, es el segundo movimiento de alcance sobre el tablero de ajedrez en el que se ha convertido Asturias para la industria de defensa. Casi de la noche a la mañana, la región ha pasado a ser una pieza importante del rearme acelerado que prepara Europa por la amenaza de Vladímir Putin, en el Este, y el giro copernicano que le ha dado Donald Trump a la política exterior de Estados Unidos, en el Oeste.
El primer golpe lo había dado también el propio Escribano unos días antes al desvelar, en una entrevista exclusiva concedida a LA NUEVA ESPAÑA, que su compañía está más que dispuesta a comprar la factoría que Santa Bárbara tiene en Trubia, referente histórico del sector a nivel nacional.
De esta doble jugada y de la actitud de cada uno de los protagonistas se puede extraer una conclusión: Indra emite mensajes nítidos y contundentes sobre sus planes en la región. La estadounidense General Dynamics, dueña de la fábrica ovetense, intenta contrarrestar la ofensiva con números sobre su facturación pasada y negándose en redondo a la venta.
En el caso de Indra, los datos avalan por el momento su relato, que será fundamental durante los próximos meses en el tira y afloja entre ambas partes. Escribano, que apenas lleva desde enero en el cargo, no solo ha iniciado la carrera con fuerza, sino que ha sido él mismo quien ha dado el pistoletazo de salida. La sorpresiva adquisición del Tallerón de Gijón, con el mantenimiento de su plantilla, tiene mucho de simbólico en Asturias porque le quita una importante carga a la renqueante Duro Felguera y, de rebote, alivia al Principado, "rescatador" de la ingeniería. La duda ahora es saber cómo va a conseguir la nueva propietaria que un taller de calderería dedicado a suministrar a la industria energética mute en poco tiempo en factoría de carros de combate con los mismos operarios.
De rebote, esta operación descarta que sea Escribano Mechanical & Engineering (la empresa que hasta hace nada presidía Ángel Escribano y que ahora pilota su hermano Javier, con un 14 por ciento de Indra) la que asuma las instalaciones de El Natahoyo para la construcción de su anunciada planta de producción en Asturias, convirtiendo el suelo de las Baterías de Avilés en la mejor opción.
Pero la apuesta explicitada de Indra en la región va más allá. El gigante, participado mayoritariamente por el Estado, ha manifestado ya que está dispuesto a construir otra planta en un concejo aún por definir como parte del consorcio Tess Defence, donde es el socio mayoritario desde hace meses. Y, sobre todo, su presidente dijo alto y claro en la comisión mixta de Defensa del Congreso que quiere hacerse, independientemente de cualquier otro proyecto, con Santa Bárbara, por la que ya habría presentado una suculenta oferta a General Dynamics. Para esta compra (que obviamente responde a razones estratégicas nacionales), Escribano aduce que la fábrica languidece por la inacción de sus dueños, que controlan un gigante mundial en el que Trubia apenas supone una gota en medio del océano. Gigante cuyo responsable en Europa, por cierto, es el ovetense Antonio Bueno.
La compañía norteamericana asevera, como respuesta a Escribano, que ha firmado contratos internacionales por 50 millones de euros para Trubia en los dos últimos años. Sobre inversiones para la modernización de la planta o sobre la captación de nuevos pedidos, nada ha dicho. Todo ello con el runrún de recortes en la plantilla que, por el momento, no se han concretado. Está por ver si el fichaje de Iván Redondo, quien fue mano derecha de Pedro Sánchez, para ejercer de asesor de la multinacional, implica algún cambio estratégico.
La respuesta no tiene, aparentemente, el ímpetu de la de Escribano, aunque es verdad que detrás de Santa Bárbara está una gran multinacional con un amplio margen de maniobra si de verdad pretende realizar la apuesta que merece por historia la fábrica asturiana. Con la inconcreción General se arriesga a ser percibida como el perro del hortelano: ¿si no cree en Santa Bárbara, por qué no vende? ¿Y si cree en Santa Bárbara, por qué no lo demuestra?
No es descabellado pensar que, con el tiempo, esta semana que hoy termina sea considerada el inicio de una nueva etapa industrial para Asturias, agobiada por el inestable rumbo de la siderurgia y expectante desde ahora por las oportunidades que abre el empuje del sector de la Defensa. De momento, hay alguien que parece querer llevar la voz cantante.
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