¿Qué está pasando con las tablets en las aulas de Asturias y por qué se está fraguando una rebelión de padres? "Nos obligan y es ilegal"

Padres de alumnos de varios centros concertados se revuelven contra el plan que implica que los alumnos cambien los libros por dispositivos digitales

Esgrimen argumentos normativos así como las recomendaciones de pediatras sobre el uso de pantallas por parte de menores

Alumnos con 'tablet' en una clase.

Alumnos con 'tablet' en una clase. / EUROPA PRESS

Xuan Fernández

Xuan Fernández

Oviedo

Problemática abierta en la enseñanza en Asturias, con epicentro en varios colegios concertados de la región, por el uso de pantallas electrónicas en las aulas. El paso adelante de la Comunidad de Madrid, gobernada por Isabel Díaz Ayuso (PP), de prohibir a partir del próximo curso el uso de dispositivos digitales en Infantil y en Primaria ha avivado el debate alrededor de las tabletas electrónicas en las clases en Asturias, que ya se encontraba latente o empezaba a aflorar en algunos colegios.

El foco está puesto especialmente en grandes centros concertados de Gijón. En al menos tres de ellos, que abarcan la formación de más de 3.500 alumnos, se desarrolla desde hace tres cursos un sistema de enseñanza que implica el uso individual de una tableta electrónica por alumno a partir de quinto de primaria, quedando únicamente los libros de texto en formato físico para algunas asignaturas. Las tabletas pasan de este modo a ser un elemento central en las clases, algo que ha soliviantado a muchos padres, que se han quejado a los centros e incluso han elevado su preocupación al servicio de inspección de la Consejería de Educación. De hecho, ya ha habido reuniones de progenitores afectados con miembros de la Consejería.

Los centros, en su caso, defienden que este modelo se desarrolla para fomentar la digitalización, y recuerdan que tienen autonomía para gestionar los diferentes programas. Los padres no lo ven así: varios progenitores consultados consideran que el uso continuo de las tabletas a una edad tan temprana (niños de 10 y 11 años) es perjudicial para la salud de los estudiantes y recalcan que su queja se basa en "criterios meramente científicos", recordando en ese sentido que la Asociación Española de Pediatría recomienda que el tiempo total de exposición en edades escolares sea inferior a una hora al día en niños de 7 a 12 años e inferior a dos horas en adolescentes de 13 a 16 años.

Además, sostienen que esos dispositivos electrónicos no pueden ser considerados material curricular, amparándose en un Real Decreto del Gobierno. "Es ilegal", claman. Pero en esta polémica hay una tercera pata clave: la obligatoriedad para los padres, o no, de adquirir una tableta para sus hijos en base a estos programas. "No lo dicen directa ni literalmente, pero a los padres nos obligan a comprar las tabletas, porque si no lo hacemos nuestros hijos pueden quedarse marginados en las clases", coinciden varios progenitores consultados.

En uno de los colegios que tiene este programa, el centro informa a los padres antes de empezar quinto de primaria y recomienda la adquisición de una tableta por alumno para poder seguir las clases. El propio centro, según los padres consultados, da la opción de adquisición por mediación de la propia institución. En ningún caso se habla de "obligación". El coste de la tableta en uno de los centros supera los 800 euros, a lo que hay que añadir el precio de las licencias digitales de los libros de texto.

Cada dispositivo tiene una validez de cuatro años, por lo que las familias tienen que renovarlos tras ese periodo. Los padres también ponen el foco en el importante desembolso para la economía familiar que supone este programa, pero ante todo recalcan que tanta exposición a la pantalla es perjudicial. Carmen Osorio, periodista, influencer y experta en adicciones a las redes sociales, es una de las madres afectadas por este sistema y el año pasado se lanzó a recoger firmas para concienciar sobre este programa digital. "Hay que decirlo claro: los centros juegan con la presión social. A muchos padres les asusta que sus hijos se queden sin la herramienta y al final esa presión afecta y acaban comprándola. Este modelo educativo se contradice claramente con las recomendaciones de la Asociación de Pediatría y provoca situaciones aberrantes", explica Osorio, que pone ejemplos: "Que unos niños, después de cenar y antes de irse a dormir, se dediquen a repasar en una pantalla no tiene ningún sentido. Hay niños que tienen prohibido en su casa el móvil y las redes de los que, en cambio, van a disponer de una tableta en el colegio. Y se debe dejar claro que en ningún caso estamos en contra de la digitalización, sí lo estamos en contra de este modelo de imponer las tabletas. No es un problema de no querer pantallas", asegura.

Pablo Roa, padre de alumnos de un centro que también tiene este sistema, que es informático, recalca además que el uso de estas tabletas no conlleva la adquisición de habilidades digitales. "Usan una tableta, pero eso no quiere decir que salgan formados en competencia digital, que es lo que se supone que tienen que fomentar", destaca.

Recientemente se han registrado casos de padres que se han visto forzados a cambiar a sus hijos de colegio para evitar este modelo, aseguran fuentes conocedoras. "La preocupación es total, no podemos pretender que los críos se tengan que criar con pantallas todo el rato desde tan pequeños. Se nos está yendo de las manos", asegura una madre de uno de los centros que tienen en funcionamiento este modelo. En su caso, su hijo todavía no tiene que acatarlo, ya que no ha llegado a quinto de Primaria. "Le estoy viendo las orejas al lobo y no me gustaría cambiarlo de centro, pero me lo planteo", destaca. "En mi casa, mis hijos no utilizan ni tablet ni móvil, y van a tener que hacerlo de forma obligatoria en el colegio. Es indignante", destaca otra madre del colegio. Otra progenitora pone el foco en la presión que recibe de los centros: "Nos obligan, sin decirlo, y les funciona", destaca. Y también se queja de que el uso de las tabletas provoca la pérdida de otras capacidades. "Hay profesores que ya comentan que los alumnos llegan a la facultad con muchas faltas de ortografía", asegura.

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