¿Cómo viene la primavera para los alérgicos en Asturias? Efectos leves pero extendidos...
El cambio climático provoca problemas generados por nuevos tipos de pólenes, como los del plumero de la pampa, advierte la especialista Dolores Quiñones

Fernando Rodríguez

Una noticia buena y otra menos buena para los asturianos que sufren alergias. "Tendremos una primavera con efectos leves, similares a los del año pasado o quizá un poco más flojos, pero más duradera", explicó ayer a este periódico Dolores Quiñones Estévez, jefa de la sección de Alergología del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). La doctora Quiñones vaticina que los pólenes pueden estar suspendidos en el aire "probablemente hasta finales de julio".
El motivo de que la concentración de polen sea leve radica en que las lluvias en el otoño y el invierno han sido más bien escasas y las temperaturas más bien templadas. Y la duración será más prolongada debido a las precipitaciones de estos días. Si abril y los meses sucesivos también fueran lluviosos, cabría la posibilidad de que la circulación de polen se extendiera incluso hasta agosto.
Según la doctora Quiñones, en el momento actual "se están viendo los pólenes habituales de estas fechas: betuláceas, roble, fresno… pero los contajes son pequeños, mucho más bajos que en años anteriores".
Uno de los efectos derivados del cambio climático y de la contaminación ambiental es que "hay pólenes que antes daban pocos problemas y ahora más", señala la alergóloga del HUCA. Asimismo, se observan desplazamientos de pólenes, como el plumero de la pampa, que es una gramínea pero poliniza en septiembre u octubre, fechas distintas de las gramíneas. "Vigilamos esta evolución para poder determinar causas de síntomas alérgicos que vemos pero que no sabemos cómo se originan", indica la doctora Quiñones.
EN LA CORNISA CANTÁBRICA.
Según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), se prevé que más de un tercio de la población mundial pueda presentar alergia respiratoria en unas décadas. Y los pólenes constituyen una de las sensibilizaciones más relevantes. En la cornisa cantábrica, los pólenes más frecuentes son los de gramíneas y abedul. En el primer trimestre del año se ha observado la aparición de los primeros picos de cupresáceas como todos los años, con un comportamiento desigual, ligeramente adelantados en lugares como Madrid y con algo de retraso en otras localidades como Granada.
Por zonas.
Para poder determinar la intensidad de la primavera de este año en las diferentes zonas geográficas, el Comité de Aerobiología Clínica de la SEAIC ha utilizado los datos de temperatura, precipitaciones y humedad suministrados por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), junto con los datos históricos de pólenes de gramíneas de las diferentes estaciones de la Red de Captadores de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica. Las previsiones resultantes tras el análisis exhaustivo de los datos indican que los índices en el centro peninsular prometen variar en función de su localización. "El nivel de los pólenes será leve, oscilando entre los 1.500-2.000 gr/m3, en Bilbao, San Sebastián, La Coruña, Lugo, Pontevedra, Orense, Santander, Oviedo. En Logroño y Pamplona se prevé intensa, con unos índices de 3.200 granos/m3 y 4.800 granos/m3 respectivamente. En cuanto a Vitoria, se espera una primavera intensa, con alrededor 5.200 gr/m3", explica el doctor Juan José Zapata, presidente del Comité de Aerobiología Clínica de la SEAIC.
El captador de polen de Asturias, en la terraza del HUCA
Además de su labor asistencial, Dolores Quiñones es la responsable del captador de polen que la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) tiene instalado en Oviedo, en una de las terrazas del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Es la herramienta que identifica y permite medir la concentración de granos de las distintas plantas en la atmósfera asturiana. En la parte exterior, el captador está dotado de una veleta para dirigir la boca de entrada del aire. En el interior, dispone de un reloj cuyo ciclo es semanal, y de una cinta adhesiva que va girando y sobre la que se van pegando los pólenes. La cinta tiene siete tramos, uno para cada día de la semana. Terminada la semana, la cinta se corta y se tiñe, y con la ayuda del microscopio se observan los granos de polen adheridos a la cinta.
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