El superviviente de la fatídica emboscada a agentes del CNI en Irak: "El comandante asturiano fue el primero en caer"
José Manuel Sánchez Riera rememora el ataque en el que murieron siete agentes en el libro "Tres días de noviembre"

José Manuel Sánchez Riera. / PATRICIA I. SÁNCHEZ ARGÜELLO

Mientras lo molían a golpes y trataban de introducirle en un maletero, se supone que para secuestrarle, el suboficial especialista del Ejército de Tierra José Manuel Sánchez Riera solo tenía una sensación: "Frío, mucho frío, y vacío, ningún sentimiento". Sánchez Riera acababa de ver caer a varios de sus compañeros del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), cerca de Latifiya, en Irak, el 29 de noviembre de 2003. Trataba de buscar ayuda, pero se encontró con una lluvia de golpes. "Yo quería morirme ya para que no me torturasen. En Irak ya se daban casos de secuestros de militares americanos que acababan muertos. Quería terminar como fuese", rememora este militar retirado, que acaba de poner en orden sus recuerdos en el libro "Tres días de noviembre" (Espasa, marzo de 2025).
El suboficial fue el único superviviente de aquella terrible emboscada en la que cayeron siete agentes del CNI, entre ellos el comandante Alberto Martínez, natural de Puentevega (Pravia). "Fue el primero al que dispararon y el primero en morir", dice Sánchez, que ha necesitado de un duro periplo para verbalizar aquello. "Veintidos años mitigan el recuerdo, pero está presente todos los días, más ahora, con el libro. Ha habido momentos en que ese recuerdo era muy angustioso", añade.
Este militar madrileño se unió en 1992 al CESID, antecesor del CNI, en los grupos operativos. Y en 2003 viajó a Irak para incorporarse a la base de Diwaniya. "Había dos equipos, uno en Nayaf y otro en Diwaniya. El grupo de Nayaf lo formaban Alberto Martínez y Luis Ignacio Zanón. Y el grupo de Diwaniya, al que íbamos a sustituir nosotros, un mes después, lo formaban Carlos Baró y Alfonso Vega", explica. "Yo formaba equipo con José Carlos Rodríguez. A Najaf iban José Ramón Merino, que iba a sustituir a Alberto, y José Lucas", explicó. "Ese día fuimos a Bagdad. Teníamos que hacer unas gestiones con la autoridad de la coalición, y además, visitar a nuestros compañeros de la oficina de Bagdad. También a conocer a los contactos con los que teníamos que hablar en cada zona. Conocer el terreno", añadió.

Alberto Martínez, José Carlos Rodríguez, Alfonso Vega, Carlos Baró, José Ramón Merino, Sánchez Riera, José Lucas Egea y Luis Ignacio Zanón. / LNE
Su cometido era recabar toda la información posible para prevenir ataques a las tropas. Quince días antes de llegar, los agentes habían frustrado un atentado. "Habían matado en octubre a José Antonio Bernal, a la puerta de casa. La seguridad era mala, y ya éramos un objetivo de la insurgencia. A Bernal lo mataron por ser del Centro. Puede que fuese el Muhabarat, el servicio de inteligencia de Sadam Hussein. O algún colaborador que se sintiese traicionado", explica.
Aquel 29 de noviembre, tras hacer sus gestiones en Bagdad, comieron y regresaron a sus bases. Iban camino de la emboscada. "Hay dos hipótesis. Que nos identificasen como occidentales en una ciudad por la que pasamos, Mahmudiya, o que, y es la hipótesis que veo más factible, el traductor de Nayaf informase de nuestros movimientos y nos estuviesen esperando", dice. "Era una situación extraña. En el trabajo diario no notas la amenaza, pero sabes que existe. Éramos personas muy serias y conscientes. En el viaje íbamos con las medidas de seguridad de cualquier otro desplazamiento, pero no sentíamos una especial amenaza. ", indicó.
A Sánchez se le seca la boca cuando describe el ataque. "Íbamos los últimos de los dos vehículos y empezaron a dispararnos desde un coche. Entonces adelantamos al Nissan que conducía Alberto y le hicimos la señal de que nos atacaban", relata. "Ahí perdimos el contacto y seguimos avanzando. Les dispararon, alcanzado a Alfonso y al que iba tras él, José Lucas. La sensación inicial era de caos. Miré hacia atrás y vi dos kalashnikov asomando por el coche que nos atacaba", cuenta.

Estado en que quedó uno de los vehículos. / LNE
"Teníamos dos pistolas ametralladoras y dos pistolas. Caímos por un pequeño terraplén y salimos a 70 o 80 metros de la carretera. El vehículo de los atacantes se puso en el arcén a dispararnos. Estuvo ahí unos 2 o 3 minutos. Y llegó el otro equipo con su vehículo. En ese momento los atacantes se fueron. Nos dio tiempo a hacer unas llamada y empezaron a dispararnos desde las casas. En ese momento Alberto ya había muerto. También Alfonso. Intentamos hacerles frente con lo que teníamos. Carlos se puso en la delantera, empezó a hacer fuego, yo hice un disparo y se me encasquilló el arma. Carlos me dijo que fuese a por ayuda, subí en uno de los vehículos y me dirigí a una aglomeración de coches que había a unos 200 metros. Fue allí donde me golpearon. Cuando ya creía que lo tenía todo perdido, llegó un hombre un poco más joven que yo y me dio un beso, y entonces dejaron de golpearme, se esfumaron. Primero me llevaron a la Policía en Latifiya, y luego bajamos al lugar del atentado. El sargento de la Policía me dijo que estaban muertos. Pude ver algún cuerpo, pero no lo pude identificar", describe.
Herido de bala y magullado, ya refugiado en una base americana, se le vino el mundo encima. "Esa es una noche tremenda, te sientes cobarde. Te preguntas: ¿Estoy vivo? Pues tengo que haber sido el culpable de todo esto", rememora.
Tras Irak, estuvo destinado tres años en Nueva York, en la sede de Naciones Unidas. A su regreso a España sufrió una crisis grave, y estuvo incluso a tratamiento por estrés postraumático. "Caí en una impermeabilidad emocional. No sentía absolutamente nada, me daba igual. Veía a mi familia y para mí eran extraños. Hasta 2014 no dormí una noche completa", asegura. Con el tiempo, ha podido superarlo. Y el libro ha sido el final del proceso.

"Tres días de noviembre"
José Manuel Sánchez Riera
Espasa
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