Tabletas a examen en los colegios asturianos: ni fuera de clase ni sobresaliente, los expertos piden "equilibrio"
Los expertos en educación y en tecnologías recelan de la decisión de Madrid de prohibir los dispositivos en las aulas y piden buscar "equilibrio" en una problemática que afecta a centros concertados asturianos, donde las pantallas solapan a los libros

Tabletas a examen: ni fuera de clase ni sobresaliente / LNE
Hay posturas en contra, a favor y muchos matices si se baja al detalle, pero una palabra se repite en todas las reflexiones de los expertos tras unas semanas en las que el uso de los dispositivos electrónicos en las clases de los colegios ha estado de rabiosa actualidad en Asturias: equilibrio.
María Esther del Moral Pérez, catedrática de Tecnología Educativa por la Universidad de Oviedo va al grano. "Que haya dispositivos electrónicos en las clases para cada alumno, como tabletas u ordenadores, no es malo por definición, pero tiene que justificarse y planificarse bien. No se trata de que cada alumno tenga un dispositivo, sino de su uso y de los objetivos de tenerlos".
El uso, el objetivo, parece estar diluido en toda esta polémica que ha avivado Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, al anunciar hace unas semanas la prohibición de los dispositivos en Infantil y Primaria a partir del curso que viene.
En Asturias, las aguas llevan tiempo agitadas, especialmente en la educación concertada, en la que conviven la financiación pública y la privada. En varios centros del Principado está vigente desde 2022 un modelo digital que implica la adquisición de una tableta electrónica o un instrumento similar (suele ser el Chromebook, el ordenador portátil de Google) por alumno a partir de quinto de Primaria.
Este modelo, que desplaza a los libros de texto en varias asignaturas, ha hecho poner pie en pared a muchos padres, movilizados para protestar por este sistema que consideran directamente "ilegal" ya que sostienen que un dispositivo electrónico no es material curricular y que, por tanto, no puede estar en las aulas de manera individual. Los críticos recogen firmas en varios colegios porque consideran que va contra la salud de los niños, insisten que se basan en criterios científicos y hacen hincapié en las recomendaciones de los expertos.
La Asociación Española de Pediatría establece que el tiempo total de exposición a pantallas en edad escolar debe ser inferior a dos horas diarias en los adolescentes de 13 a 16 años, incluyendo el tiempo escolar y de deberes. Muchos de los centros guardan silencio y no explican claramente este modelo, aunque alguno de ellos, como el Colegio del Corazón de María (Codema), de Gijón, defiende esta implantación, recordando además la autonomía pedagógica que tienen los centros por ley. Mediante este sistema, las tabletas se convierten en una herramienta de uso diario, lo que implica muchas horas de exposición a la pantalla para los alumnos.
Expertos en educación piden buscar el término medio de la virtud, aunque admiten que la problemática tiene difícil solución porque no hay una normativa uniforme para el uso de los dispositivos y porque, destacan, falta mucha concienciación sobre esta temática.

Niños con tablets PC en un aula. / Efe / Antonio García
Rebeca Cerezo, que es profesora titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo, está en contra de este modelo que implica un dispositivo por alumno en la mayoría de las clases. "No podemos desoír las evidencias científicas, que son claras: de 0 a 6 años no hay tiempos seguros con las pantallas y hasta los doce años la recomendación es de una hora al día. Esto es indiscutible y tenemos que tenerlo en cuenta para cualquier debate que tengamos. A partir de ahí, la ciencia dice cosas muy evidentes, como que el uso excesivo de las pantallas, especialmente a edades tempranas, afecta a la calidad del sueño, a la salud visual, al nivel de volumen cerebral".
Cerezo profundiza: "Hay que hacer una pregunta a los centros que implantan este modelo: ¿Con qué objetivo se introduce una tableta? En mi criterio, no hay nada que pueda aportar una pantalla en la enseñanza, si se pone en una balanza. Para algunas cosas concretas son fantásticas, pero no para el proceso de enseñanza".
Simón Cortina intenta responder esa pregunta. Es director del Codema y presidente de Escuelas Católicas de Asturias, la organización que engloba a la práctica totalidad de los concertados en Asturias, que son 56. Es de los pocos responsables de centros que no tiene problema en defender abiertamente este modelo. "La transparencia es fundamental", dice.
Según Cortina, la llegada de las tabletas no implica la pérdida de libros. "Permanecen la lectura en papel y la escritura en cuaderno. La clave está en integrar en el proceso de enseñanza y aprendizaje los dispositivos digitales con equilibrio, responsabilidad y sentido pedagógico. No es reemplazar lo analógico, sino utilizar los recursos digitales para completarlo; mantener lo mejor de la tradición educativa, con la incorporación de los avances tecnológicos".
Su explicación no convence a los padres, que también se quejan de que cada dispositivo ronda los 800 euros por alumno, se debe renovar cada cuatro años y anualmente se pagan las licencias. Los centros insisten en que es básico educar a los alumnos en un entorno digital para que adquieran las necesarias habilidades con los dispositivos.
Paulino Álvarez, el vicedecano del Colegio Oficial de Graduados en Ingeniería Informática e Ingenieros Técnicos en Informática (CITIPA), pone el foco en otro aspecto: la desigualdad digital. "Hay colegios en los que no hay ni una sala de ordenadores y en cambio hay otros con tabletas para cada alumno desde quinto. Debe haber un punto intermedio, un equilibrio". Además, niega tajantemente que el hecho de que cada alumno disponga de una tableta pueda suponer una mayor destreza digital.
Para el vicedecano, lo fundamental para potenciar las prácticas digitales sería una asignatura de informática. Como el resto de expertos, Álvarez está en contra de prohibir por norma los dispositivos, como pretende la Comunidad de Madrid. "Veo muy razonable que se prohíban los móviles en clase, pero es muy distinto que se prohíban los instrumentos del colegio para trabajar. Tenemos que ir a la letra pequeña y es mucho más preocupante que en los colegios públicos no se llegue al material mínimo".
La catedrática en Tecnología Educativa María Esther del Moral insiste en la búsqueda de equilibrio, pero saca a relucir los recientes indicativos que apuntan hacia una pérdida en las matemáticas, en las ciencias y en la comprensión lectora. No es la única explicación, pero según varios expertos el uso continuado de pantallas merma estas capacidades.
"Los dispositivos ayudan a tener contenidos mucho más visuales, pero instan a respuestas no reflexivas y todo ello puede repercutir en el espíritu crítico. Las tabletas nos llevan a la inmediatez, que muchas veces es irreflexiva", destaca Del Moral y pone ejemplos: "si a los alumnos se les hace una pregunta mediante un enunciado, muchas veces tienen interiorizado la estructura de respuesta de concurso, por estos dispositivos. Por tanto, el uso de las tecnologías, tiene que ser combinado y debe justificarse".
La catedrática también pone el foco en los riesgos psicológicos del uso continuado de las pantallas, como "la merma de sueño, la dependencia que generan o la fatiga digital". Los colegios deben "enseñar desde abajo cómo usar de manera responsable los dispositivos, colaborando con las familias y poniendo el foco en los efectos nocivos que también provocan problemas de índole social, como el comportamiento irrespetuoso por el uso de redes sociales".
Irene Cid, la decana del Colegio Oficial de Ingenieros en Informática del Principado de Asturias (COIIPA), tiene una visión similar. "Las tecnologías ayudan en el sistema educativo, tienen partes muy positivas para el aprendizaje, como los vídeos, pero debe haber un equilibrio porque corremos el riesgo de que los estudiantes presten más atención al mundo de la tablet que al mundo real".
Cid también insiste en que una acumulación de dispositivos no conlleva adquirir destreza digital. "Tengo muchos compañeros que no tienen wasap y son expertos en ingeniería informática. También he encontrado alumnos que no han cogido un ordenador antes de los 13 años y luego tienen problemas para canalizar la herramienta. Tenemos que ser coherentes, buscar un punto medio".
Patricia Solís, doctora en Psicología por la Universidad de Oviedo, que dirige el Máster Universitario en Atención Educativa en Conductas Adictivas en Niños y Adolescentes, de la Universidad Internacional de la Rioja (Unir), opina que "prohibir el uso de la pantalla por sistema es algo muy precipitado, impulsado por el miedo, aunque es lógico que haya preocupación".
Según Solís, lo fundamental es apostar por la formación docente de los profesores para que luego enseñen las prácticas a los alumnos. "Tenemos que diseñar la experiencia de aprendizaje, pero siempre como un medio, no como un fin. No se trata de usar una tableta, se trata de usarla para algo, y tener políticas de uso equilibrado. Que un niño tenga prohibido en su casa el móvil y que en clase utilice todos los días una tablet no suena muy coherente".
Emilio Álvarez Arregui, director del Instituto de Innovación e Investigación Educativa (INE) y del Centro de Orientación al Estudiante de la zona Centro (COIE Centro de Asturias), recuerda que se vivió una polémica similar en los años 2000, cuando se introdujeron los primeros ordenadores en los colegios. "El problema radica en que no tenemos una visión suficientemente amplia, nos dejamos llevar por la corriente, en base al momento y falta visión y preparación por los propios colectivos. Sin un liderazgo de las instituciones educativas, será "difícil desarrollar estrategias integrales que resuelvan esta problemática".
La polémica va para largo.
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