El cardenal corrupto que quiere ir al cónclave rezó en la Catedral por los mártires de Oviedo

El prelado Angelo Becciu, condenado a prisión por malversar los dineros vaticanos, presidió la beatificación en la seo ovetense de los nueve seminaristas asesinados entre 1934 y 1937

El cardenal Becciu, a la derecha, con Gianpaolo Rizzotti y el arzobispo de Oviedo, en la Catedral ovetense

El cardenal Becciu, a la derecha, con Gianpaolo Rizzotti y el arzobispo de Oviedo, en la Catedral ovetense / Fernando Rodríguez

Francisco García

Francisco García

Ocho meses antes de que se celebrará un juicio por malversación multimillonaria que hizo temblar los cimientos del Vaticano, y que sentó en el banquillo de los acusados al cardenal italiano Angelo Becciu, uno de los más poderosos e influyentes de la curia, este mismo prelado tuvo un protagonismo relevante en uno de los hitos más sobresalientes de la Iglesia asturiana: la beatificación en la Catedral de Oviedo de nueve seminaristas asesinados entre la revolución de 1934 y 1937, en plena guerra civil. Becciu, por aquel entonces prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, apartado de sus cargos por el Papa Francisco tras ser condenado en 2021 a cinco años y medio de cárcel, vuelve a la actualidad en estos días de luto para la cristiandad: ha anunciado su deseo de participar en el cónclave que elija al nuevo ocupante de la silla de Pedro.

El purpurado, que antes de que se destapara su implicación en un escándalo de irregularidades financieras figuraba en todas las quinielas para suceder a Bergoglio, fue condenado por la compraventa fraudulenta de un edificio en Londres por valor de unos 300 millones de euros. Se le acusó de llevar a cabo arriesgadas inversiones multimillonarias que pusieron en peligro la estabilidad de las finanzas del Vaticano, ya que entre sus potestades estaba disponer de las donaciones de los fieles.

El 9 de marzo de 2019, cuando aún se desconocían sus tejemanejes contables, Becciu fue comisionado por el Pontífice para presidir, en la sede catedralicia ovetense, la beatificación de nueve seminaristas asturianos, “asesinados por odio a la fe en el periodo comprendido entre 1934 y 1937”, en palabras del delegado papal. “Ofrecieron conscientemente su vida por Cristo”, dijo el cardenal italiano en la homilía, durante una multitudinaria celebración religiosa -más de dos mil personas abarrotaron la catedral-, en presencia de más de 150 sacerdotes y las reliquias de los mártires, custodiadas en la Caja de las Ágatas, dispuesta en el altar. Los trámites para la beatificación se habían iniciado en 1990, pero hubo que reactivar la propuesta desde la diócesis de Oviedo porque los documentos que avalaban la causa se extraviaron en Roma.

El delegado papal en la beatificación de los martires seminaristas, en Oviedo con Sanz Montes

El delegado papal en la beatificación de los mártires seminaristas, en Oviedo con Sanz Montes / Fernando Rodríguez

El mayor de los seminaristas tenía 25 años, y el más joven, 18. El primero en morir fue Gonzalo Zurro Fanjul, avilesino de 21 años, el 7 de abril de 1934. Ese mismo día fueron fusilados el colungués de Lastres Ángel Cuartas Cristóbal, subdiácono; José María Fernández Martínez, lenense de 19 años; Juan José Castañón Fernández, el más joven; el tapiego Jesús Prieto López, de 22 años, cuyos estudios los pagaba su párroco, que trabajaba en su casa en las vacaciones y catequizaba a los niños; y Mariano Suárez Fernández, entreguín de 23 años. La causa incluyó a otros tres aspirantes a sacerdotes que fueron abatidos durante la guerra: el luanquín Sixto Alonso Hevia, que fue movilizado y enviado al frente del puerto de Ventaniella, entre Ponga y León, donde muró degollado; Manuel Olay Colunga, noreñense, subdiácono muerto de un disparo a distancia en Villafría; y Luis Prado García, que fue descubierto escondido en casa de unos familiares de Avilés. Descubierto, fue llevado a Gijón, donde fue ejecutado.

Meses después de su visita a Asturias, el cardenal Becciu saltó a la primera plana de los diarios de medio mundo a cuenta del escándalo de corrupción financiera. Uno de los testigos de la acusación en el juicio declaró que “los millones volaban como si fueran cromos de Panini”. También fue condenado por estafa, tras demostrarse que ingresó a una amiga más de medio millón de euros para la supuesta liberación de una monja que había sido secuestrada en Mali. El secuestro no existió: el dinero se gastó en hoteles exclusivos, restaurantes y productos de lujo. Las consecuencias económicas fueron devastadoras para el Vaticano: Bettiu causó un quebranto de entre 77 y 166 millones de euros en las cuentas de la Santa Sede.

El Papa Francisco le retiró todos sus privilegios cardenalicios y fue inhabilitado de manera «perpetua» para ejercer cualquier cargo en la Santa Sede. Despojado de “los derechos asociados al cardelanato”, el Pontífice no suspendió, sin embargo, sus deberes, por lo que legalmente podría presentarse en el ya inminente cónclave. Becciu, de Cerdeña, habló el martes a un periodista del diario “Unione Sarda”, al que dijo, para justificar su presencia en Roma, que “el Papa reconoció mis prerrogativas cardenalicias como intactas, ya que no hubo voluntad explícita de excluirme del cónclave ni petición de mi renuncia explícita por escrito”. Ahí queda una patata caliente que habrán de pelar, sin quemarse los dedos, los integrantes de las congregaciones de cardenales en las reuniones preparatorias de la elección del sucesor de Francisco. Una papeleta que tendrá que resolver el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re.

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