Los desafíos de una larga jornada sin luz en Asturias: del generador que ayudó a "Capi", enfermo de ELA, a los obreros "salvadores" de Pilar
Enfermos, mayores y jóvenes sin poder comunicarse con sus familias vivieron horas de incertidumbre durante el apagón que paralizó la región

Enfermos, mayores y jóvenes sin poder comunicarse con sus familias vivieron horas de incertidumbre durante el apagón que paralizó Asturias / LNE
El apagón que sufrió el pasado lunes España dejó centenares de historias curiosas entre los asturianos, que vivieron con resignación o incluso preocupación una jornada inédita. Especialmente dura fue para los enfermos que necesitan la electricidad para usar herramientas médicas, como los respiradores. Además, muchos mayores sufrieron problemas de movilidad por el parón en ascensores y pasarelas de elevación. Y, para los jóvenes que están lejos de la región, la imposibilidad de comunicarse con sus familias durante casi todo el día por la caída de los servicios de telecomunicaciones implicó cierta dosis de nerviosismo. Bajo estas líneas, cuatro asturianos cuentan su particular "odisea" durante el pasado 28 de abril, una fecha que ya forma parte de la historia colectiva. Son cuatro testimonios que ejemplifican las complicaciones que implica una caída de la red eléctrica de una magnitud que nunca antes se había visto.
El generador que ayudó a "Capi", enfermo de ELA
Vecino de Colloto, logró mantener activo su respirador con una máquina que le prestó un amigo: "Fue angustioso"

José Luis Capitán, "Capi", ayer, en su casa. / .
Sara Bernardo
Durante los primeros minutos del apagón, se encendieron las alarmas en casa de los Capitán Pérez, en Colloto. José Luis Capitán, "Capi", es enfermo de ELA en fase avanzada, lo que implica que tenga que usar un respirador, que depende constantemente de la electricidad. "Lo primero que hicimos fue enchufar una de las baterías externas que teníamos para cuando estamos fuera de casa", decía ayer su mujer, Teresa Pérez. "Pero duran un tiempo limitado".
Comenzó así la creación de una red de apoyo. "Somos muy afortunados, José tiene muchos amigos y uno de ellos tenía un generador en su empresa. No tardó ni media hora en traerlo", indicaba. En ese momento, ambos respiraron tranquilos. La segunda derivada vino con la movilidad: "Vivimos en una casa de dos plantas y solo podemos subirle y bajarle a través de un sistema eléctrico, así que tuvo que quedarse todo el día en la cama". Con todo lo que eso conlleva, desde pasarse todo el día en la misma posición -generando dolor en las articulaciones- hasta el aburrimiento extremo de una habitación oscura. "Se lo tomó con mucho humor. Mis hijos y yo estábamos allí a ratos... Pero no vas a estar doce horas a los pies de la cama mirando para él", bromeaba su mujer, que le preparó una tablet para poder comunicarse y emitir sonidos en caso de necesitar ayuda o tener algún problema: "Así nosotros aprovechábamos para hacer otras cosas por casa". Pero las horas pasaban: "Es muy angustioso mirar el reloj sin saber cuánto va a aguantar la gasolina del generador. A mí se me pasaron mil ideas por la cabeza para conseguir gasoil", comentaba, risueña, Pérez.
"Nosotros teníamos a este gran amigo, pero tengo que decir que desde la empresa que gestiona las ventilaciones del HUCA se pusieron en contacto con nosotros y se ofrecieron a ayudarnos", decía. Como tenían en ese momento el generador y, además, baterías externas, decidieron no usar el servicio por si otros lo necesitaban más. "Si tenéis el más mínimo problema, id al HUCA", recuerda que le dijeron. Y admite que conocen a otros enfermos que tuvieron que acabar en el hospital y el trato que recibieron les puso luz en un día negro.
Los obreros "salvadores" de Pilar Alonso
Dos operarios cargaron con la mujer, de 98 años y en silla de ruedas, para subirla hasta un cuarto piso en Oviedo

Pilar Alonso, en el Campo San Francisco, justo antes del apagón. / .
X. F.
"Si no llega a ser por esos dos operarios que nos ayudaron de forma ejemplar hubiésemos tenido un lío de los gordos". Así resume Juan Carlos Rodríguez-Ovejero, presidente del patronato de la Fundación Ópera de Oviedo, la historia que durante el apagón vivió su madre, Pilar Alonso, ovetense de 98 años y residente en un edificio de la calle Uría, justo encima de una popular hamburguesería.
A Alonso, que está en silla de ruedas, el apagón la pilló en su habitual paseo junto a su cuidadora, por el centro de Oviedo, en la zona del Campo San Francisco. Cuando se disponía a llegar a su domicilio, después de su ruta diaria, el suministro eléctrico ya se había detenido y el ascensor de su bloque de viviendas estaba inutilizado. Vive en un cuarto piso. "Era un verdadero problema no poder subirla a casa", asegura Rodríguez-Ovejero, su hijo, que acudió para ayudar a su madre. La solución para Pilar Alonso la pusieron dos obreros que se encontraban trabajando en una obra en el McDonald’s. "La cogieron en volandas, a la silla de la reina, y la subieron hasta su casa. Fue una verdadera peripecia, porque no es fácil. Ni cortos ni perezosos la pudieron cargar, en un gesto encomiable de estas dos personas", explica el presidente de la Ópera, en deuda con los "salvadores" de su madre. "Lo suyo fue verdadera solidaridad y así se lo dije a la Policía después. No es fácil ver algo así hoy en día", resume.
Estos obreros, antes de ayudar a Pilar Alonso, preguntaron a su jefe si les autorizaba para hacer esa maniobra. "Puede parecer una tontería, pero una mujer anciana, en silla de ruedas en mitad de la calle, hubiese sido un problema serio durante tantas horas. Pese a no haber luz ni conexión, estando en casa las dificultades son mucho menores", recalca Rodríguez-Ovejero, al que el apagón pilló durante la misa en la Catedral de Oviedo por el Papa Francisco. "El comportamiento de las autoridades también fue ejemplar, transmitiendo calma en todo momento y es algo que se debe destacar", finaliza el presidente de la Ópera.
La odisea de una asturiana en Galicia durante el apagón: "No tuvimos luz hasta la una de la madrugada"
"Fue desesperante", asegura la gijonesa Candela Fernández, que estudia en Coruña

Candela Fernández / .
X. F.
Asturias fue una región privilegiada durante el apagón si se compara con zonas de su vecina Galicia, donde en muchos lugares el suministro no regresó hasta bien entrada la madrugada, para desesperación de los miles de ciudadanos afectados. Lo puede atestiguar Candela Fernández, gijonesa de 18 años que estudia en La Coruña, en el Conservatorio Superior de Música. El apagón le pilló en un autobús rumbo a Galicia desde Gijón. Salió a las 9.30 horas en un día que parecía normal, pero que ya queda para la historia de España.
"Todo iba perfectamente y a las doce y algo empecé a ver que no tenía datos en el teléfono y que algo iba raro, porque no era normal estar tanto tiempo sin conexión. El conductor del autobús fue el que nos trasladó que había un apagón a nivel nacional, aunque el autobús pudo continuar hasta Galicia. Pude hablar con mi madre solo un minuto, sobre las 13.00, y luego estuve incomunicada durante horas", explica Fernández.
Esta asturiana, como el resto de habitantes de La Coruña, estuvo sin luz y sin teléfono hasta la 1.20 de la madrugada. En otros territorios, como Asturias o Madrid, el suministro y la conexión regresó pasadas las nueve de la tarde. No fue así en Galicia, donde hubo que esperar muchas más horas. "Durante el día estuvimos bien, porque había sol y buen día, pero el problema real vino al anochecer, con todo oscuro, en las casas y en la calle. Yo me tuve que dar luz con el ordenador y en otros sitios de Galicia fue todavía peor, porque no regresó la normalidad hasta las siete de la mañana.
Se le hizo muy largo no saber nada: en Asturias volvió la luz sobre las 9, pero desconocíamos todo. Fue desesperante", asegura Fernández, que vive sola en Coruña. "Todo fue muy raro y te lleva a pensar en cómo se viviría hace años, sin cobertura. Yo lo pasé mal por estar sola y fuera de casa y no tener nada de luz, solo la del ordenador y una de emergencia del edificio, pero al final todo se pudo recuperar", recalca esta gijonesa, que respiró aliviada cuando por fin pudo contactar con su familia en Asturias.
La asturiana que estuvo nueve horas en Madrid como voluntaria dirigiendo el tráfico durante el apagón: "Los conductores me hacían caso"
La avilesina Claudia Arganza se llevó una ovación después de haberse ofrecido para ayudar a desatascar la circulación en la capital

La asturiana voluntaria dirigiendo el tráfico en Madrid / .
X. F.
Más de nueve horas de pie en la calle dirigiendo el tráfico ante el caos por el apagón. Fue lo que hizo en las calles de Madrid una asturiana, la avilesina de 22 años Claudia Arganza, ayer en la capital de España, mientras duró la gran desconexión nacional que dejó a todas las calles sin semáforos para circular. En Madrid se notó especialmente el apagón, que causó atascos brutales en la ciudad y en las autovías. "La gran mayoría de los conductores me hizo caso y mucha gente me dio agua y bocadillos", explica Arganza, que fue agente de la autoridad por unas horas.
La peripecia de esta asturiana empezó ayer pasadas las 12 y media, momento del gran apagón. Arganza, estudiante de un doble grado de Ingeniería Informática y Matemáticas en la Universidad Alfonso X El Sabio, salió de clase rumbo a su casa, en la calle Bravo Murillo, de cuatro carriles y dirección única, pero que corta con Donoso Cortes y Viriato, y donde se acumulan cada día una gran cantidad de coches. "Subí a casa y desde la terraza vi la situación del caos en la circulación y tomé la iniciativa de bajar a controlar el tráfico. Despues se unieron tres vecinos mas y nos distribuimos por la calle", explica.
Al poco de bajar, otro voluntario le dio un chaleco reflectante, por lo que en medio de grandes dudas, numerosos viandantes confundieron a la asturiana con una responsable del ayuntamiento o una verdadera guardia de tráfico. "Yo no tenía ni idea de ordenar el tráfico, pero como conozco la zona, porque vivo ahí, fui parando a unos y a otros y dejándoles pasar o seguir. La gente fue súper amable", relata. A hora punta el tráfico fue muy elevado, pero el civismo imperó y no hubo que lamentar ningún accidente en esa zona. "La gente tiene cabeza, sabía que era una situación excepcional y nadie hizo locuras", señala.
Arganza estuvo todo el tiempo del apagón al pie de calle, ordenando a los coches parar o seguir. Solo hizo un brevísimo parón para cambiarse el calzado y la ropa. Su trabajo finalizó cuando volvió la luz, sobre las diez de la noche, y se encendieron por fin los semáforos. Se llevó una ovación de los conductores después de numerosas anécdotas tras nueve horas de pie. "Una chica me confundió con personal de la ORA, otra que si era del ayuntamiento, otra que si me había mandado la Policía...". También deja una leve críticas: "Los Policías que pasaron por ahí casi ni nos lo agradecieron, en cambio la gente se volcó". Queda dicho.
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